¿La hora de la Tercera Vía?
Ha anunciado el presidente Juan Manuel Santos que Cartagena será escenario el primero de julio de una cumbre de la llamada Tercera Vía, y los expertos académicos en política han interpretado la iniciativa como la apuesta de Santos para diferenciarse del uribismo, que lo eligió en 2010, y proyectar un perfil más de centro-izquierda, consecuente con el hecho de que este sector de la política nacional fue determinante para su reelección el pasado domingo 15 de junio.
La Tercera Vía es una derivación (algo pasada de moda, todo sea dicho) de una vieja y tal vez no resuelta discusión ideológica entre intelectuales acerca de si pudiera haber un camino alternativo entre capitalismo y socialismo. O una especie de híbrido entre ambos sistemas.
Desde sus tiempos de director de la Fundación Buen Gobierno y de columnista de prensa, Santos se movió en esas aguas tratando de darse una marca particular dentro del liberalismo, siguiendo las tesis del dirigente inglés Tony Blair, que las desarrolló a partir de esbozos teóricos precedentes; pero, la verdad sea dicha, poco eco tuvieron los planteamientos de Santos en ese momento, y el éxito político en realidad solo alcanzó a lograrlo asumiendo, como Ministro de Defensa, las campañas militares del presidente Álvaro Uribe contra la guerrilla. Y con las banderas de este –o mejor, con sus tres ‘huevitos’: seguridad democrática, confianza inversionista y cohesión social– logró una abrumadora victoria de 9 millones de votos en 2010.
Pero los tiempos han cambiado. Ya Santos no es el sucesor de Uribe. Y por eso ha llegado la hora de diferenciarse de su antecesor. Por lo sucedido el 15 junio, hoy el Presidente se debe más a los sectores de centro-izquierda que le ayudaron y a casi 8 millones de electores con sus expectativas sociales y económicas. Todo parece indicar que el mensaje de Santos es que su gobierno –sin chocar con los intereses de los sectores económicos– buscará avanzar en algunas reformas sociales, como en salud y educación, para llegar con más soluciones a una sociedad que reclama equidad e igualdad.
Una reforma por hacer es la de la restitución de tierras –dotada ya de una ley– que ha encontrado tropiezos en el camino y que se entiende como clave para progresar en la resolución del histórico conflicto de la tierra, siendo imprescindible para ello que se hagan realidad los acuerdos de La Habana y el desmonte de las estructuras del narcotráfico, pues a todos los actores armados ilegales hay que atribuir el hecho de que en Colombia se haya disparado la concentración de la propiedad de la tierra y el desplazamiento forzado.
Otra reforma que espera a Santos, y fundamental por cierto, es la de la política, que permita poner freno a la corrupción y al clientelismo. Estos han jugado un papel activo en la política tradicional colombiana, al cual no ha sido ajena, por cierto, su propia campaña. En este capítulo ocupará un lugar central en el debate la reelección, figura que desempolvó Uribe en medio de una gran polémica y que Santos se ha comprometido abolir tras haberse beneficiado de ella. De igual manera, una reforma urgente tiene que apuntar a una superación cabal de los irritantes desequilibrios regionales existentes; más poder a las regiones es una de las decisiones que se esperarían de un presidente que se proclama de la Tercera Vía.
Pero el gran reto de Santos es el postconflicto, que implicará, seguramente, un ensanchamiento de las instituciones y de las capacidades del Estado, lo que apunta a que debería haber reformas en las entidades públicas, especialmente a cargo de las tareas sociales. Es hora, pues, de que Santos se la juegue con su propio ideario político. El que el país le conoció cuando aún no se avizoraba que pudiera ser Presidente de la República y menos por dos periodos.
EDITORIAL/EL HERALDO