Un honroso segundo lugar
A renglón seguido, intentó que los ciudadanos decidiésemos entre volver al pasado, sin recordar que el candidato presidente hizo parte de él, o votar por el futuro que contemplaba las promesas electorales de las ejecutorias no realizadas, como la frustrada reforma a la educación, la reforma judicial cuyo aborto fue necesario por las triquiñuelas conocidas, introducidas con la anuencia del gobierno con el consiguiente sacrificio inútil del jurista que fungía como ministro de Justicia o la reforma de la salud en beneficio de los pacientes y no de los intermediarios del sistema, quedando en el aire, desde luego, las soluciones postergadas al deprimido sector de la economía rural, cuyos síntomas continúan latentes.
Prosiguió con el intento de colocar a los colombianos en la disyuntiva de escoger entre la paz de la cual se proclamó dueña la campaña y de quienes ponían condiciones al proceso, de conformidad con las preocupaciones de la opinión pública, quienes por ese sol hechos los consideraban partidarios de la guerra perpetua.
A última hora, en medio de síntomas de debilidad, sacó a la escena política al expresidente Gaviria para reforzar el equipo con el pretexto de que fuera el vocero único de la campaña ante las descoordinación existente, pero olvidando que el exsecretario de la OEA no es precisamente Alberto Lleras bajando de las breñas de la Universidad de los Andes al Salón Rojo del Tequendama para tumbar la dictadura de Rojas y salvar la democracia.
Por último, pactó la unión con el Alcalde Petro, a través de una alianza con el partido Liberal dizque para apoyar el proceso de paz, en una comunión que más se parecía a esos matrimonios de conveniencia en que uno no acierta a saber cuál de los cónyuges quedó peor casado.
Pero en el fondo y es lo fundamental, es que el presidente Santos, aunque bien formado, preparado para la alta magistratura y dotado de las mejores intenciones, no ha construido su brillante carrera política en compañía del pueblo sino en las esfera palaciegas, circunstancia que le ha impedido la sintonía con el clamor popular, en tanto su contrincante ha edificado su destino político desde la olvidada y lejana provincia colombiana, en compañía del pueblo como concejal y alcalde populares, senador de la República y ejemplar Ministro de Hacienda, después de triunfar como empresario privado, razones por las cuales está en mejores condiciones para entender las tragedias y grandezas que rodean al hombre colombiano.
De todas maneras la campaña oficial resultó incapaz de desvanecer la condición de desfavorabilidad del candidato presidente y menos el sentimiento antireelecionista de los colombianos, reflejados en las reiteradas encuestas de opinión efectuadas. Tampoco aparece claro que lo logren en las tres semanas que nos separan de la segunda vuelta y más bien es posible que dada la independencia del voto en elecciones presidenciales continúe la tendencia ascendente del candidato Zuluaga.