29 de marzo de 2024

La vida de un gran maestro

17 de mayo de 2014
17 de mayo de 2014

– No tengo hijos, pero tengo 55 ahijadas y ahijados porque mis estudiantes, considerados talentos excepcionales, me piden que sea su padrino de confirmación. Soy padrino de médicos, físicos nucleares, abogados, biólogos, matemáticos, ingenieros y por ahí sigue la cuenta. También soy padrino de bautizo de uno de mis niños de primaria: todo un talento en ese nuevo deporte que le llaman parkour.

– Uno se da cuenta de que el maestro es decisivo en la formación de sus estudiantes cuando sabe que un poco de su éxito se germinó en las clases. Por ejemplo, los primeros niños que potencié ahora tienen la primera empresa en Colombia que se dedica a la esterilización y desinfección de insumos médicos, a través de una tecnología conocida como aceleración de electrones.

– A veces me preguntan cuál es la clave para encontrar niños genios. No hay ninguna. Yo no trabajo en un colegio con un currículo distinto, ni tampoco es que tenga la suerte de que los únicos niños talentosos de Bogotá lleguen a mis clases. En todos los colegios hay talentos, niñas y niños brillantes que lo único que necesitan es un profesor que los oriente y les ayude a extender sus horizontes por encima de cualquier limitación.

– Pero… los maestros necesitamos un golpe fuerte para entenderlo. En el primer colegio que trabajé había un niño retraído, que solo se interesaba en la biología. Se sabía todos los moluscos de Colombia y le encantaban los documentales de Jacques Cousteau, pero había perdido tres veces grado 6. Tuvo muchos problemas y con el tiempo, lo sacaron del colegio.

– No nos dimos cuenta de que el sistema educativo falló para él. Dos años después de que se fue del colegio, un profesor de sociales estaba tomando tinto y mirando un mapa de Colombia. Era un mapa que contenía las coordenadas para la ubicación de todas las especies de moluscos del país y ese profesor asombrado, me decía que no podía ser de un niño porque él estaba haciendo un posgrado en el IGAC (Instituto Geográfico Agustín Codazzi), y no era fácil obtener tal precisión. Cuando miramos la firma del trabajo, era precisamente Ricardo Rojas, el niño retraído de biología.

– Pasaron los años y un exalumno me trajo una mala noticia. Ricardo había fallecido como víctima de un misil que alguien envió a la Casa de Nariño el día que se posesionó Álvaro Uribe como presidente. El misil desvió su trayectoria y calló en lo que antes era la Calle del Cartucho y mató a varias personas, entre ellas a ese niño que no pudimos salvar y que terminó consumiendo drogas en esa olla.

– La vida me dio una segunda oportunidad con Michael Carrillo, un niño del Colegio Sorrento. Un muchacho difícil pero excepcional, brillante, con una genialidad enorme en matemáticas y sistemas. Pero no lo querían porque realizó el peor daño de informática: saboteó la arquitectura de un programa de REDP y hubo que cambiar las board y además dañó el computador donde se llevaban las notas.

– Estábamos a punto de salir a vacaciones y me lo encontré a la salida del colegio, recostado en un poste, sin ocultar su tristeza. Yo le pregunté por su estado de ánimo y me dijo que no le iban a dar trabajo en la Bolera San Francisco, el lugar donde trabajaba en vacaciones. El día anterior, yo había estado en un congreso de astronomía, en la Universidad Sergio Arboleda y conocí a algunas personas. Saqué 80 mil pesos, se los di y le dije que se fuera para esa universidad, que allá le iban a dar trabajo.

– Por esos días, estaban instalando el satélite de la Universidad Sergio Arboleda y había unos científicos extranjeros y otros de gran renombre, como el científico de la Nasa, César Ocampo, quienes estaban haciendo cálculos con el programa Copernicus para simular la órbita del satélite. Michael le pidió al doctor Ocampo que lo dejara manipular el programa y, para sorpresa mía, Ocampo le abrió una carpeta en un computador para que él también sacara sus cálculos.

– Al otro día, cuando realizaron la prueba, ese niño saltaba de la dicha porque sus cálculos habían sido muy similares a los de esos científicos tan prestigiosos. Ocampo no entendía cómo un niño había logrado utilizar un programa que solo se maneja en el posgrado de Ingeniería Aeroespacial y que los estudiantes se demoran 3 meses en manipular. Lo metieron a primer semestre de matemática pura en la Sergio Arboleda y él ni siquiera había terminado el bachillerato. Posteriormente entró becado por las cooperativas del Magisterio a esa misma universidad, donde está a punto de terminar Ingeniería de Sistemas.  

– En este momento, tengo 100 estudiantes en el programa de talentos, quienes canalizan sus habilidades a través del club de astronomía. Lunes, miércoles y viernes vemos el firmamento entre las 6:30 y las 8:30 de la noche. Tenemos un buen telescopio que conseguimos con mucho esfuerzo. En ese espacio niñas y niños aprenden a tomar coordenadas, conocen las constelaciones y realizan astrofotografías.

– Aunque hemos recibido algunas ayudas para financiar el proyecto, la mayoría de recursos los hemos conseguido a punta de premios que hemos ganado y hasta de la venta de huevos y pandebonos. Con el premio del Foro Feria que ganamos el año pasado, compramos un equipo de alta tecnología para genética.
– Mi tema es la gestión. Yo trato de golpear puertas, de recomendar a mis estudiantes cuando están a punto de graduarse. Según sus talentos, los llevo a universidades y a instituciones donde los puedan ayudar con becas o subsidios para estudiar. Me atrevería a decir que un 80% de mis talentos que se gradúan entran a la universidad becados.

– Vamos a curricularizar el proyecto de talentos, es decir: a desarrollar un proyecto educativo más consciente de las aptitudes de cada estudiante. El proyecto tendrá 3 fases: primer mundo, el mundo donde se estimulan las sensaciones, los sentidos y las energías (de grado 0 a grado 2); Mundo de las teorías y los mundos posibles, el mundo en el que se tratan de constatar diversas teorías científicas a través de los viajes y otras actividades que estimulan la experimentación directa (de grado 3 a grado 7); y el Mundo de la relación del hombre con lo hipotético y lo teórico, que es en donde se desarrolla la sustentación formal del pensamiento a través de la física, la química, el cálculo y demás disciplinas científicas (de grado 8 a grado 11).

– Al volver en mis pasos, recuerdo que soy profesor por accidente. Yo estudiaba Medicina y por la quiebra de mi mamá, debí retirarme de la carrera. El rector del colegio donde estudié, el San Bernardo de la Salle, me ofreció un puesto como docente de matemáticas y allí me enamoré de la docencia. Estudié Ingeniería Electrónica y hasta trabajé en una empresa de telefonía, pero mi felicidad estaba en la enseñanza. Volví al colegio, estudié Licenciatura en Química y Biología e ingresé al Distrito en el 1993. Los problemas económicos de mi mamá fueron para mí un accidente afortunado.

– Cuando ella murió, mis estudiantes me demostraron que no me han olvidado: todos mis talentos, muchos de ellos con doctorados, expertos investigadores en diversas áreas del conocimiento, asistieron a las exequias. Mis colegas docentes me decían que era el entierro más intelectual al que habían asistido.