29 de marzo de 2024

Putin y la madre Rusia

8 de abril de 2014
8 de abril de 2014

albeiro valencia llano

Su prestigio crece en la medida en que lucha por recuperar el orgullo perdido del pueblo ruso, desde la disolución de la Unión Soviética (URSS). La última acción en la escena internacional se la ofreció la República Democrática de Ucrania donde los partidos de la ultraderecha, en su afán por incorporarse a la Unión Europea (UE), destituyeron al presidente Víctor Yanukovich y perdieron la península de Crimea.

Tras las huellas de la Madre Rusia

El colapso de la URSS se produjo cuando el Partido Comunista se burocratizó y se acomodó en el poder, lo que favoreció el surgimiento de líderes sagaces y oportunistas como Boris Yeltsin que prepararon el ambiente para que brotaran los millonarios de nuevo tipo, grupos de personas que amasaron fortunas por la privatización fraudulenta de las propiedades públicas heredadas de la URSS. Eran tiempos difíciles cuando Rusia estaba atrapada por la crisis económica, el crimen organizado se robaba los recursos del Estado, el pueblo vivía una situación de miseria y la guerra de Chechenia  y la pobreza, obligaban a los dirigentes a pedir préstamos a las potencias occidentales. Aprovechando su postración los líderes de Occidente empezaron a tratar a los países venidos de la “Cortina de Hierro” como a estados fallidos y pueblos vencidos.

En este punto hizo su entrada Vladimir Putin, quien nació en Leningrado, estudió en la Facultad de Derecho y luego ingresó al organismo de seguridad del Estado soviético (KGB), en la Dirección de Asuntos Exteriores. Cuando se derrumbó la URSS ascendió en la burocracia oficial y, en 1996, hizo parte del círculo del presidente Boris Yeltsin; debido a su carisma e inteligencia se presentó como candidato a la presidencia y resultó victorioso en 2000 y 2004.  Organizó el partido Rusia Unida, por medio de la unión de los grupos parlamentarios Unidad, Patria y Toda Rusia; es un movimiento de centro, nacionalista, bajo la ideología conservadora.

El éxito de este carismático líder radica en su preocupación por recuperar el orgullo perdido del pueblo ruso; ha procurado que lo vean como el dirigente capaz de garantizar la seguridad interna y como el artífice de una Rusia fuerte en un mundo hostil y cruel, donde las grandes naciones de Occidente se encuentran en crisis económica. Su programa de gobierno está orientado a recuperar el concepto de potencia y el orgullo nacional: invertir en defensa, en industria militar, con el objetivo de modernizar la economía y crear una poderosa infraestructura industrial para no depender sólo del petróleo y del gas. De acuerdo con la geopolítica se distancia de la antigua URSS, pero también de Occidente y mantiene su independencia de los dictados de Estados Unidos y de la UE.

El nacionalismo ucraniano

Aquí existen dos naciones: Ucrania Occidental, católica y nacionalista y la Suroriental, ortodoxa y con fuertes lazos culturales con Rusia; como es lógico ha sido influenciada por los grandes países de Europa, interesados en un mercado de 45 millones de consumidores y en su ingreso a la OTAN, para controlar la frontera con Rusia. Al respecto advirtió Putin, en 2008, que si este país ingresa al bloque militar Rusia anexaría Crimea, pues allí está la Flota Rusa del Mar Negro.

Ucrania tiene un nacionalismo radical, muy arraigado y de vieja data, que se debe analizar para entender lo que allí se ha venido cocinando. Este nacionalismo a ultranza es alimentado por los siguientes partidos: “Pravi Sektor”, en su momento se alió con la Alemania nazi para combatir a la URSS; “Libertad y Patria”, de tendencia ultraderechista; el “Movimiento Juvenil”, liderado por Valery Bidnoschev y el partido “Alianza Democrática Ucraniana”, dirigido por el campeón de los pesos pesados Vitali Klitschko. Todos estos partidos se han distinguido por ser enemigos tradicionales de Rusia, han luchado por ingresar a la UE y se caracterizan por la ideología nacionalista, racista y antigay. De aquí salió el gran movimiento de protesta que se inició el 21 de noviembre de 2013, en la Plaza de la Independencia de Kiev, y sus líderes promovieron el golpe de Estado contra el presidente Víctor Yanukovich. En esta coyuntura la República Autónoma de Crimea desconoció el nuevo gobierno de Ucrania y buscó su incorporación a Rusia.

Crimea regresa a casa

La península de Crimea pertenecía a Rusia desde la época de Catalina la Grande, luego se integró a la URSS como república autónoma pero, en 1954, el primer ministro Nikita Jrushov la cedió a la Ucrania soviética. Cuando se disolvió la URSS Ucrania declaró su independencia y Crimea siguió ligada cultural y políticamente a Rusia, como república autónoma. Lo que hizo el pueblo de Crimea fue aprovechar que los golpistas tomaron el poder en Kiev, para declarar su independencia por medio del referendo. El pasado 16 de marzo el 97% de los habitantes de la península ucraniana de Crimea votaron a favor de su adhesión a la Federación Rusa, con un estatus de república autónoma. Dos días después Vladimir Putin, pronunció un discurso en el Parlamento donde afirmó que la reunificación se realizó en pleno cumplimiento de los procedimientos democráticos y la normatividad internacional y confirma que “en los corazones y las mentes de la gente, Crimea siempre ha sido inseparable de Rusia”. Sobre esta base firmó el decreto que reconoce a la península como Estado Independiente y soberano.

De este modo el gobierno ruso sigue controlando el puerto de Sebastopol, que es la sede histórica de la Flota del Mar Negro, alquilado a Rusia hasta el año 2042 y puede seguirle los pasos a la VI Flota de Estados Unidos, en el Mediterráneo.

Estados Unidos y la UE alegan que el referendo es ilegal porque viola la Constitución de Ucrania, que estipula que cualquier modificación al territorio nacional debe aprobarse por toda la población y no solo por los separatistas. Sobre el tema Putin respondió: “Ustedes hacen lo mismo”, refiriéndose a la campaña de Kosovo por su independencia, de Serbia, con el apoyo de Estados Unidos. Un caso especialmente sensible es el de Palestina, que cuenta con el reconocimiento de más de dos tercios de los países del mundo pero le falta la aprobación de Estados Unidos y de Europa Occidental.

Por ahora llegaron las sanciones que no asustan a Moscú: Barack Obama, la UE y Canadá condenaron a varios rusos y ucranianos, con restricción de viajes y congelación de cuentas bancarias. Pero se debe hablar de castigo cuando se tienen dientes. Por ejemplo la canciller alemana, Ángela Merkel, empezó a presionar a la UE para penalizar a Rusia, pero sus propios empresarios no están de acuerdo, porque este país es el socio número 11 de Alemania y de ese comercio dependen 300 mil empleos; además 12 naciones europeas necesitan el gas natural de Rusia. Uno de los países más perjudicados es la misma Ucrania porque el gas que recibía tenía un descuento del 30%, y a esto se le suma que le adeuda 16 mil millones de dólares. Mientras tanto el primer ministro de Ucrania, Arseni Yatseniuk, deberá someterse a un estricto plan de reformas, diseñado por el FMI y la UE para recibir hasta 15 mil millones de dólares en asistencia financiera.

El presidente Obama ha liderado la campaña para aislar a Rusia mientras que la Canciller alemana, le ha venido bajando el tono al conflicto y aboga por encontrar una solución diplomática, sin aplicar sanciones sobre Moscú, porque Europa necesita el gas y el petróleo que llegan de Rusia. Además, las potencias de Occidente necesitan a Putin para el desarme nuclear de Irán y en el complicado escenario de la guerra civil en Siria.

Seguramente Vladimir Putin seguirá luchando por el orgullo de su pueblo y por el engrandecimiento de la Madre Rusia.