29 de marzo de 2024

Leer y escribir, preposiciones a y entre

18 de diciembre de 2013
18 de diciembre de 2013

El Tiempo, periódico capitalino, en su artículo “Escritura, la debilidad de los universitarios” escribió:  “Después de dedicar cinco años a la educación básica primaria, seis a secundaria y otros cinco a formación de pregrado, es decir, 16 años de enseñanza continua, los universitarios colombianos no saben escribir” (1/12/2013).. Y, hace poco, un informe de LA PATRIA concluía que los estudiantes no saben leer. ¿De quién, la culpa? La señala el mismo periódico de Bogotá: “No son los estudiantes los que se rajan, sino el mismo sistema educativo y la sociedad, que ponen obstáculos para el desarrollo de esta habilidad”. Hace muchísimos años dejé los salones de clase, como estudiante y como profesor, por lo cual, no estoy en condiciones de calificar el sistema educativo actual, especialmente en lo que se refiere a la enseñanza del castellano, que hoy llaman español. Puedo decir, sin embargo, que, como nacemos sin conocimiento alguno, tenemos que aprender a leer y escribir, para lo que es condición indispensable conocer bien los fundamentos del lenguaje, es decir, el abecé de cualquier idioma. En otras palabras, empezar por el principio, que lo constituyen las partes de la oración, porque si uno no sabe distinguir entre una preposición y un adverbio, o entre un sustantivo y un verbo, nunca podrá escribir con propiedad ni leer adecuadamente. Viene luego el aprendizaje del oficio que cada una de esas partes de la oración desempeña en ella, si son, por ejemplo, su sujeto o su complemento o su predicado. La ignorancia de estas nociones elementales es la causa de los solecismos con los que uno tropieza a diario en la lectura de libros, revistas y periódicos. El conocimiento de las nociones que menciono es apenas el comienzo de un larguísimo aprendizaje del idioma, ejercicio de toda la vida, como el de cualquier disciplina. Entre paréntesis, si los estudiantes de esta época no saben leer ni escribir, ¿quién les enseñará a hacerlo a las futuras generaciones? ***

Ha sido siempre para mí una adivinanza sin solución el porqué del arraigo y propagación de determinadas corruptelas gramaticales, por ejemplo, y puntualmente, la eliminación de la preposición ‘a’ cuando el complemento directo de la oración es un topónimo, como la Academia de la Lengua llama al ‘nombre propio de un lugar’ desde mediados del siglo pasado. Error que cometen escritores buenos y malos, encopetados y humildes, cultos e incultos, todos, mejor dicho. Para El Tiempo escribió el señor Carlos Caballero Argáez: “En enero de 1964, los extranjeros visitamos Washington…” (El Tiempo, 30/11/2013).  El rector de la Universidad de Caldas, esto: “Cuando se visita Estambul…” (LA PATRIA, 29/11/2013). Y el editorialista de El Tiempo afirma que quien ha entrado al Museo Nacional de Colombia “puede afirmar que ha visitado Colombia” 5/12/2013). En estas frases, aun el oído pide a gritos la preposición: “…visitamos a Washington”, “a Estambul” y “a Colombia”, porque, suprimida la preposición,  es como si dijéramos “visitamos Gertrudis”. La razón de ello es clara: como esos nombres propios no admiten el artículo determinado, se necesita la preposición para reemplazarlo. Noción confirmada por los topónimos que incluyen el artículo, verbigracia, “visitamos El Cairo”. La Academia de la Lengua, no obstante, prefiere la construcción sin la preposición (Nueva Gramática de la Lengua Española, 34.8q), pero no da una explicación de peso, sólo se fundamenta en el uso, que no siempre es aconsejable, porque, si así fuese, podríamos hablar y escribir de cualquier manera. Y, cosa enigmática también, los mismos que eliminan la preposición en el caso tratado, la emplean cuando no se requiere, como el susodicho señor Caballero en el artículo citado: “Cuando los otomanos invadieron a esta capital…”. “Cuando los otomanos invadieron esta capital…”, porque el adjetivo demostrativo ‘esta’ es suficiente para determinar. Elemental. ***

Las preposiciones introducen los complementos de la oración: es éste su oficio, nada más. Y el de los adverbios, modificar verbos, adjetivos y adverbios. Oficios que no se pueden intercambiar, como ocurre con tanta frecuencia, tanto en el lenguaje hablado como en el escrito, con la preposición ‘entre’, obligada a hacer las veces de adverbio, por ejemplo, en esta reiterada publicidad engañosa: “Entre más cupones envíe, más posibilidades tiene de ganar”. Lo castizo es, aunque siga siendo ilusorio: “Mientras más  cupones envíe…”. O en esta frase del artículo citado del rector de la Universidad de Caldas: “…conciencia que aumenta entre más intentamos abarcar”. Castizamente, así: “…mientras más intentamos abarcar” o “cuanto más…”. Aunque no tajantemente, como debería ser, la Academia de la Lengua admite la irregularidad de este empleo en el siguiente comentario: “La variante D (‘entre más’ o ‘entre menos’), con la preposición entre usada a modo de adverbio relativo, se emplea en la lengua estándar en México y parte de Centroamérica, pero se considera incorrecta en otras muchas áreas, en las que carece de prestigio” (Nueva Gramática de la Lengua Española, 45.11.a). El error consiste, precisamente, en emplear la preposición ‘entre’ “a modo de adverbio relativo”, lo que debe decirlo sin restricciones ni consideraciones la rectora de nuestro idioma. No lo hace, porque tal es la norma seguida en su “Nueva Gramática”. Lamentable.

La VEINTITRÉS: De ella se apoderaron una gritería intolerable y un desorden incontrolable.