Lecciones… prudencia.
Son, estos duelos, Holanda incluida, rodaje, experiencia y encanto. Encuentra Colombia las soluciones a problemas apremiantes, que le empalidecieron en las últimas presentaciones oficiales. Llego, por ejemplo, Ibarbo, ignorado en las convocatorias durante casi tres años, atrevido y desequilibrante, como lo son, en los duelos personales, Cuadrado y Zúñiga. Encontró el cuerpo técnico a Aldo Ramírez, adaptado a la posición de medio centro, con carácter y juego de salida. Con ellos Colombia tiene futbol y variantes de ataque, incluido James con su futbol sutil, lo que le da vigor a la conexión con los delanteros, donde Falcao no naufraga solitario y ante el gol, siempre dice presente. Hay, además, fútbol por las bandas, tan útil para abrir defensas cerradas.
Es el tiempo del público, con su felicidad sin límites y del entrenador con sus análisis exhaustivos, priorizando la necesidad de cambios, en algunos lugares y fortaleciendo otros. El momento de enfatizar conceptos, de buscar ajustes, de juntar el grupo idóneo en la cancha, conscientes de que el mundial tiene más intensidad, combatividad y nivel, en todos los aspectos, que los partidos amistosos, los que se juegan tantas veces sin vehemencia por temor a las lesiones.
Es renovar y reforzar.
El triunfo ante Bélgica es un paso adelante. Así se ve. Pero el ojo escruta y encuentra aún, una defensa frágil, descuidos de marca, lentitud y poca dinámica en el juego con la pelota.
Entra también a jugar el triunfalismo, alimento de necios, tan nuestro, tan destructivo. Ganar conduce al delirio y este trae consigo la creencia infame de la imbatibilidad. Hay historias al respecto. Ni los mejores, ni los peores. El destino es tramposo en este aspecto.