La RSE en Internet y las redes sociales
Ya no podemos concebir al mundo sin las redes sociales, como tampoco sin la gran autopista de Internet por donde se mueven o, mejor, nos movemos cientos de millones de personas a cada instante, pasando de un extremo a otro del planeta en cuestión de segundos, sea para ver lo que allí está ocurriendo o para dejar constancia –con un breve mensaje de texto, una foto o un video- de nuestra presencia, aunque sea virtual, casi imaginaria.
Es un mundo que todavía nos parece increíble, fantástico, como salido de un relato de ciencia ficción.
Pero, ¿qué papel juega ahí la Responsabilidad Social Empresarial? ¿O acaso ésta nada tiene que ver con las tecnologías de la información y las comunicaciones, conocidas como TIC, otra sigla entre las muchas que a diario se multiplican por los avances científicos? ¿O sólo guardan en común el carácter “social” de la RSE y las redes en cuestión? ¿Qué dicen ustedes al respecto, queridos cibernautas?
El tema, acaso por lo novedoso o la complejidad técnica que le caracteriza, no resulta fácil de abordar. Sin embargo, conviene hacer el intento y poner a consideración unas cuantas ideas con el mero propósito de plantearlas, incursionar en un terreno aún sin explorar y abrir, si es necesario, la discusión. Entremos, pues, en materia.
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“Los negocios en la era digital”, tituló Bill Gates uno de sus libros. Más aún: en la era de los computadores no sólo han surgido miles de empresas tecnológicas (las “punto com”, se les bautizó desde un comienzo) sino que las tradicionales han debido incursionar cada vez más en Internet, conscientes de que es acá donde tienden a concentrarse los negocios, según lo demuestra el comercio electrónico. Es un cambio de fondo, sin duda, que llegó para quedarse.
Son negocios diferentes, es cierto. Pero, siguen siendo negocios que se rigen por intereses económicos, por el afán de riqueza –generar valor, si les parece-, al frente de los cuales hay personas, directivos que toman decisiones, empleados que cumplen sus tareas, proveedores de equipos y, sobre todo, un número infinito de clientes, de consumidores o usuarios, que atraviesan fronteras y se comunican entre sí formando, claro está, intrincadas redes sociales de diversa naturaleza. También son empresas, en definitiva.
¿Cómo no esperar, e incluso exigir, que dichas compañías sean socialmente responsables y actúen tanto dentro de la ley (si bien los vacíos legales en tal sentido son notorios) como con plena sujeción a principios éticos, a normas morales, ante sus distintos grupos de interés, con mayor razón ante el enorme poder que vienen alcanzando?
¿No deben tener sana transparencia en sus operaciones, sin dar rienda suelta a la especulación desbocada que en años anteriores provocó la primera gran crisis financiera mundial en el sector? ¿Y qué decir sobre la manipulación del mercado, ocultando información para subir los precios de las acciones, cosa que por lo visto sucedió con Facebook, nada menos? ¿Dónde queda –cabe preguntar- el buen gobierno corporativo, indispensable a todas luces?
Hay que evitar, además, condiciones monopólicas, a veces disfrazadas con triquiñuelas jurídicas; se requiere, en cambio, estimular la libre competencia, que es el fundamento por excelencia de la economía de mercado, y a fin de cuentas hay que promover el capitalismo social, no individualista a ultranza, para resolver en forma conjunta, solidaria, los graves problemas que nos aquejan (violencia, pobreza, desempleo, etc.).
Volviendo a Bill Gates, recordemos que es uno de los máximos líderes de la RSE hasta el punto de haber dedicado una parte significativa de su fortuna a obras sociales y abandonado la Presidencia de Microsoft para ponerse al frente de su Fundación, a la que igualmente se sumó Warren Buffett con cuantiosos aportes (Steve Jobs, a propósito, es cuestionado por sus críticos al no haber hecho algo similar, fruto de su personalidad egocéntrica).
Cuán grato sería que los empresarios latinoamericanos, algunos de las cuales (Carlos Slim, por ejemplo) empiezan a asumir un verdadero liderazgo en el mundo de las TIC, sigan esos buenos ejemplos y actúen en consecuencia, contribuyendo a superar, en alianza con los gobiernos y demás organizaciones sociales, la crítica situación de la región, cuyos niveles de desigualdad son los mayores del planeta. ¡Es hora de asumir, sí señores, su responsabilidad social!
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Sobre la otra cara de la moneda, que somos los consumidores o usuarios de los servicios tecnológicos, sí que nos toca ser socialmente responsables en el uso de Internet y las redes sociales. Muchos no lo son, como es sabido. Suelen escudarse en el anonimato, en la citada falta de disposiciones legales, en la libertad absoluta que se les ofrece y aún en la ausencia de principios y valores éticos en que ha caído la sociedad contemporánea, para hacer de las suyas, en ocasiones hasta con propósitos criminales. Esto habrá que frenarlo, para bien de todos.
Por fortuna, hay quienes hacen un buen uso de la red. Prueba de ello es el e-learning o aprendizaje por Internet, que continúa creciendo como espuma. Y todo lo referente a la RSE, la sostenibilidad y temas afines (derechos humanos y laborales, defensa del medio ambiente, lucha contra la corrupción…), se multiplica aquí y allá, creándose grupos especializados que comparten sus conocimientos, experiencias e inquietudes, como si todos sus miembros, dispersos en numerosos países, estuvieran reunidos en un salón.
Con un clic, usted entra en contacto con cientos de personas en el mundo, quienes establecen estrechas relaciones, sólo separadas por una pantalla. ¡Ni el genio de Julio Verne lo habría imaginado!
(*) Presidente de RSE Consultoría
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