Cuestión de gustos.
Pero, ¿porque tanto debate, por la ultima indumentaria de la selección Colombia? ¿Juega la camiseta?… ¿o juegan los futbolistas? Al Real Madrid histórico, de blanco inmaculado, se le ve de violeta, con frecuencia. Al Barcelona, de Naranja; a Santa Fe se le ha visto de Amarillo y a Millonarios de dorado. Al Once de negro, al Junior de azul, al América de gris oscuro con el diablo grabado en el pecho y a Juventus de Rosado.
No es asunto, dirán algunos, solo de brillos o de flecos. Lo cierto es que la pinta importa, pero también importa quien la lleva, con sus condiciones, con sus habilidades, con la capacitad para darle felicidad al aficionado. Los hinchas de la selección Colombia llevamos la camiseta adherida a la piel.
Tiene el pueblo derechos, como dueño del equipo, a emitir opiniones, pero no burlas. La indumentaria ideal, la que logra consensos generalizados, no existe; siempre habrá polémica porque el ojo de todos, en materia de colores y diseños es distinto. Pero, cuando rueda la pelota y la selección gana, el uniforme, cualquiera que sea, es bello.
Si de moda se tratara, sería bueno que, como ocurre con los instructores arbitrales contratados esporádicamente por los clubes para adecuar conocimientos de reglamento, se habilitara un experto para lograr mezclas elegantes de guayos y uniformes, de elásticas y pantalonetas, para evitar las estrambóticas combinaciones con que algunos futbolistas saltan al campo. Me gusta la camiseta de la selección; tiene color, simbolismo y tecnología. Conserva el amarillo base, es cómoda, dicen los jugadores y, en mí, renueva un acto de fe, sobre todo ahora que se inicia la puesta a punto para el mundial. Me encanta el fútbol y todo lo que lo rodea: público, balón, estadios, jugadores, uniformes… todo. Pero mucho más la estética, la propuesta y los goles. La camiseta no golea en la canchas… golea en el comercio y la actual ya tiene record en ventas.
Solo que me agradaría más la combinación con el calzón azul y no el blanco. Así de simple…