27 de marzo de 2024

Narrativa, un gerundio de Vargas Llosa, ómnibus, partitivos

10 de octubre de 2013
10 de octubre de 2013

Todos los días leemos en periódicos, revistas y libros vocablos mal empleados. Actualmente, ninguno más mal que ‘narrativa’. A éste le dedicó su artículo la muy castiza columnista, profesora también, Yolanda Reyes. En él dice: “Por eso prefiero suscribir otra hipótesis de moda que asocia la falta de popularidad presidencial con lo que se denomina “falta de narrativa”. “No construyó una narrativa que atravesara su mandato e identificara su gestión”, afirmó la revista Semana” (El Tiempo, Lección de narrativa, 16/9/2013). ¡Válgame el Cielo! Y no me atrevo a consultar a míster Google, porque, con seguridad, me dará miles y miles de ejemplos y de explicaciones artificiosas y rebuscadas de semejante adefesio. La ‘narrativa’ (del latín ‘narrare’ = referir, narrar, exponer) es únicamente un “género literario constituido por la novela, la novela corta y el cuento”. Y no es que el actual presidente de los colombianos no sepa narrar bien sus cuentos. Lo sabe muy bien, tan bien, que más de nueve millones de paisanos le creyeron uno, y hoy nos está gobernando, ¡claro!, después de haber cambiado, desde antes de posesionarse, la trama, los personajes y todos los demás elementos del cuento que contó. Por esto quizás la trama se le enredó, y, en este momento, no tiene la menor idea de cómo lo terminará. Ahora bien, si con esa tontería de “falta de narrativa” quisieron expresar “falta de programa de gobierno y de su aplicación”, ¿por qué no lo dicen así, llanamente? O, figuradamente, “falta de un itinerario de carrera”, carrera que comenzó en agosto del 2010, pero con un itinerario mal trazado, sin etapas definidas, ni metas volantes señaladas, ni premios de montaña escogidos (difíciles pero conquistables), ni zonas de alimentación y refrigeración estratégicamente situadas, ni una meta de llegada establecida. Lo que quiero decir es que son tantas las formas de expresar una idea, que no hay por qué hacerlo con términos inadecuados. ***

Mario Vargas Llosa es un escritor cuya ‘narrativa’ (arte de narrar) es excelente (muestra de ello, su libro “La fiesta del Chivo”), y que no necesita presentación. Pero, quizás porque “no corrige hasta el último aliento”, como lo hacía GGM, las páginas de sus novelas están salpicadas de errores gramaticales, lugares comunes y otros defectos de redacción, como se ve claramente en “Las travesuras de la niña mala” (Alfaguara, 2006). No hace mucho (13/9/2013), El Tiempo publicó una parte del capítulo I de su última novela, “El héroe discreto”. En esa muestra encontré la siguiente oración, en la que acude al gerundio cuando en su lugar debe emplearse otra inflexión verbal: “…las altas veredas estaban llenas de gente yendo a la oficina, al mercado o llevando los niños al colegio”. Es ésta una frase desaliñada como pocas, que merecía pulimento y que nunca debió quedar así en la redacción final. ***

De la misma publicación saqué la siguiente oración: “Había un puñado de gente despachando encomiendas o averiguando los horarios de los ómnibus  y colectivos de la tarde”. ‘Ómnibus’ (en latín, dativo plural -‘para todos’-, de ‘omnis’, todo) significa en castellano “carruaje para todos” (hacia 1860, según Corominas). Con el tiempo, el pueblo eliminó el elemento principal, ‘omni’, y comenzó a usar su desinencia, ‘bus’, con el mismo significado, y así lo acogió la Academia de la Lengua en su diccionario de 1970. Los diccionarios dicen que ‘bus’ es la aféresis de ‘autobús’. No lo creo, porque ya en el diccionario de 1914, de la misma institución, aparece ‘ómnibus’ con la siguiente acepción: “Carruaje público de gran capacidad, arrastrado por caballerías, que sirve para transportar personas, generalmente dentro de las poblaciones, por precio módico”. Me parece, pues, más acertado decir que es aféresis de ‘ómnibus’. Y que, luego, con el prefijo de ‘automóvil’ y la desinencia de ‘ómnibus’ se construyó el término ‘autobús’. Nota: La Academia de la Lengua no acepta el plural ‘omnibuses’ ni el singular ‘omnibús’, pero sí ‘autobús-autobuses’ y ‘bus-buses’. “Sin embargo –dice el académico Manuel Seco- existe un plural ‘omnibuses’: “Bajó una mañana en la parada de los omnibuses que llegan de Colón” (Onetti, Astillero, 7), que en realidad corresponderá a un singular ‘omnibús’ ”. ¿Entonces? ***

Por estos días, tercera semana de septiembre, la familia del señor Alejandro Medina Ariza está celebrando el ‘onceavo’ aniversario de su muerte. Y no hubo quien corrigiera el error. ‘Onceavo’ es un número partitivo, que significa la onceava parte de una división. Precisamente, esta desinencia, ‘-avo’, se agrega a los números cardinales sólo desde el once: onceavo, doceavo, veinteavo, treintaidosavo, etc. Para convertir los primeros números en partitivos, y esto sólo desde el tres, se emplea el ordinal, al que se le agrega ‘parte’; la tercera parte, la quinta parte, la décima parte. Lo cual es lógico, porque si algo se divide en dos partes, cualquiera de ellas es la ‘mitad’. Estos  números partitivos no pueden hacer las veces de ordinales. Por lo tanto, en el recordatorio del aniversario del fallecimiento del señor Medina Ariza ha debido decirse “undécimo aniversario”, que es el número ordinal que, como dice la Academia, le sigue al décimo. Y precede al duodécimo, añado. ***
La VEINTITRÉS: La sucursal de la Galería en el centro de Manizales.