La apariencia mata la esencia
Pero al llegar el momento en el cual se proclamó la igualdad de nacimiento de todos los seres humanos, hubo también entonces la libertad para utilizar cualquier tipo de prendas de vestir, siempre y cuando pudiese acceder a ella. Es decir, ya la selección en cuanto al tipo de prenda o mercancía en general que se utilice, está determinada por la capacidad de adquisición que pueda tener la persona que la lleve.
Hoy en día, no sólo podemos hablar de prendas, sino de vehículos para al transporte, de vivienda y en fin, de una enorme cantidad de bienes muebles e inmuebles, que ante la sociedad simbolizan el poder, o por el contrario, la pobreza.
Algo va, por ejemplo, de un Renaul-4 a un BMW, o de una camiseta que lleve estampada la figura de un cocodrilo a otra que no lo tenga. Esto de alguna manera puede explicar el afán que muchas personas muestran por enriquecerse de una manera rápida, para poder comprar el vehículo más grande, con mayor cilindraje y con unos colores que resalten para que lo puedan observar propios y extraños sobre la vida exitosa que lleva. El éxito se mide entonces por la apariencia mas no por la esencia. Así por ejemplo, un analfabeto montado en una Toyota, es de suponer que es más exitoso que un académico que se transporte en un corriente Mazda dos o tres. Esa es al menos la validación social en una gran mayoría de personas.
Pero lo realmente preocupante tiene que ver con el afán de acumular dinero para la adquisición de bienes de consumo, para aparentar, sin medir en muchas ocasiones las consecuencias de lo que significa el logro de un fin sin tener en cuenta la licitud de los medios que se utilizan para ello.
Cuando se presentó el terrible sismo que afectó de una manera dramática a Armenia y otros municipios, se detectó que muchas de las edificaciones que colapsaron habían sido construidas por el mismo empresario y tenían serias fallas en cuanto a la calidad de los materiales. No pasó nada, gracias a los carruseles de la justicia que recién se están destapando en Bogotá pero que deben tener sus réplicas a nivel regional. El caso más patético es el de Medellín, cuando se ha puesto al descubierto la compra y venta de conciencias dentro de los procesos de construcción. Pero similares situaciones con desenlaces no tan dramáticos se han presentado en Barranquilla, en Bogotá y en otras muchas en donde existen no empresario sino negociantes de la construcción cuyo objetivo es la rentabilidad por encima de cualquier consideración de carácter ético.
Coletilla: Terribles los interrogatorios realizados por los periodistas de una importante cadena radial con sede en Bogotá, que al entrevistar a sobrevivientes comienzan a preguntar si les dolió cuando se enteraron que sus amigos o parientes habían muerto, de qué manera podrían describir el dolor, cómo eran los gemidos del moribundo, y en fin, una serie de pregunta que sólo podrían calificarse de morbosas