Futbolista colombiano, víctima de trata de personas
Todo hacía presagiar lo mejor para el joven nacido en Istmina, Chocó, que tenía como compañeros de equipo nacional a Pablo Armero, Harrison Otálvaro, Cristian Zapata, Fredy Guarín, Juan Carlos Toja, Carlos Valdez y Carlos Briceño, entre otros. En esa competencia, le marcó a Turquía uno de los dos goles con los que el combinado nacional obtuvo la única victoria de los tres partidos que disputó. El otro, fue de Radamel Falcao García.
Hoy, nueve años después, Phil Jackson Ibarguen, es protagonista de una de las más dramáticas historias de trata de personas en el mundo y su vida en los últimos cinco años lo llevó a vivir un calvario del que aún no se recupera.
Después de su pasó por Santa Fe, jugó en Pacos Ferreira de Portugal y otro equipo de segunda división de ese país. Tras cinco años en ese país, un empresario lo vinculó al futbol de Bosnia Herzegovina donde atraído por unos dólares y la posibilidad de jugar en un equipo de primera, comenzó su drama.
“Jugaba en el Laktasi Fk en Bosnia, luego fui traspasado al Celik, donde sólo me pagaron cuatro meses de salario, pese a tener un contrato firmado por año y medio. Luego me trasladaron al Sloboda, donde la situación fue peor, pues no recibía salario sino reconocimientos parciales que no me permitían asumir gastos de mantenimiento de mi hogar”.
Jackson se casó en Bosnia y actualmente es padre de dos hijos de cuatro y dos años. Durante su tiempo de permanencia (agosto de 2008 a febrero de 2013) ninguno de los clubes profesionales de fútbol le cumplió con la totalidad de los salarios, perdió una oportunidad de jugar en Croacia porque el equipo titular de sus derechos, a pesar de que no tendría ninguna vinculación con el mismo, pidió una suma exorbitante para su traspaso, y durante más de un año los dirigentes le retuvieron su pasaporte.
Para Lina Arbeláez, Coordinadora del Grupo de Equidad Laboral del Ministerio del Trabajo, “a Jackson le vulneraron sus derechos de locomoción, a la libertad de actuación y determinación, afectando así su dignidad y convirtiéndolo en una víctima de la trata de personas”.
Aunque regresó al país este año con la ayuda de unos amigos, sus tropiezos no paran. Cuando todo estaba listo para jugar en segunda división con la Universidad Autónoma del Caribe, no llegó a tiempo la carta de libertad por parte de las autoridades deportivas de Bosnia y el equipo lo hizo rescindir el contrato, trucándose la posibilidad de volver al fútbol colombiano. Para colmo de males, hace un mes tuvo la oportunidad de vincularse al fútbol de Grecia y ahora fue el propio equipo colombiano el que no le entregó ni copia de la rescisión ni el paz y salvo. Y aunque cuenta con el apoyo de la Fundación Esperanza, aún no ha logrado reunir el dinero que requiere para tramitar las visas para traer a vivir al país a su familia. Ni siquiera cuenta con elementos deportivos para entrenar.