El círculo no virtuoso de la corrupción
La política se ha convertido en el arte de prometer el oro y el moro, para luego comenzar a defraudar el erario público con el fin de recuperar la inversión realizada en una campaña. Pero resulta, por decir lo menos, una enorme contradicción que quien vende su voto a un político, en el fondo lo que le está es dando el aval para que pueda disponer de los recursos del Estado (léase fondo de todos) parar su provecho y de paso, repartir algunas migajas entre sus electores.
Creo que compartimos plenamente la posición del gobernador de Antioquia cuando dice: “cuando el corrupto da ‘limosnas’ despoja a la gente de su dignidad. Y en eso el fenómeno se parece a la violencia. Ambos tienen un efecto de fragmentación y de sometimiento con el cual es muy difícil promover el desarrollo. «De rodillas no ha crecido nadie».
Y el efecto lo hemos venido observando cuando aparecen una serie de subsidios para los ancianos, para las madres cabezas de hogar y en fin, para todos los sectores desprotegidos, que finalmente se convierten en dependientes del gobernante de turno en la medida que se les enajena la conciencia y se les despoja de su dignidad, como afirma Sergio Fajardo. Porque en efecto, los subsidios, las limosnas producen ese efecto perverso de hipotecar conciencias y votos.
Pero el Estado, entendido como esa estructura de poder que derrama dinero a borbotones para quien se encuentra en una especie de círculo no virtuoso, es asediado no sólo por los congresistas, por los miembros de las Altas Cortes, por los Sindicatos, la empresa privada que contrata sus servicios para proveer servicios, y en fin, un número infinito de intereses que constantemente echan mano de esa bolsa pública en donde todos ponemos.
Pero no es posible, ante esta situación, hacernos a un lado dentro del proceso de participación política, sino, muy por el contrario, participar para que cada vez sea más difícil al corrupto acceder al poder para exclusivo beneficio personal. Lamentables es que con frecuencia muchos ciudadanos de bien consideren que la política se convirtió en una actividad en donde la corrupción es el lema y se hagan a un lado dentro de lo que significa la participación, porque finalmente es dejar abierta la puerta y dejar que sólo los que tienen objetivos oscuros, puedan hacer el ejercicio electoral sin mayor obstáculo.
Nos resistimos a creer que la corrupción sea una marca genética de los latinoamericanos, mientras que los europeos son el paradigma de la honestidad en materia política. Esa conducta no es genética sino epi-genética, es decir, se aprende por medio de un proceso educativo, de formación en valores, que buena falta que nos hace. Ya está bueno que los educadores sólo piensen en entregar saberes y disciplinas, mientras que dentro del aula están ausentes todo lo que tiene que ver con la educación en valores, algo que antiguamente conocíamos como “Educación Cívica”.