Disparan…
Las discrepancias llegaban al maltrato extremo, con toda clase de inmundicias en las frases. Disparaban: “traicioneros a la patria”, “ratas”, “idiotas”, “pequeños burgueses del balón” “troncos”, “incapaces”, “inútiles”, “hpes” “héroes de pacotilla” y muchos epítetos más. Las autopistas interactivas, especialmente, se llenaban de agravios con desesperante vulgaridad.
Cuando los márgenes de maniobra para la selección cambiaron y los goles llegaron hasta el empate, el vínculo afectivo se restableció con alocada pasión y los calificativos variaron: “gladiadores inmortales”, “héroes de nuestro tiempo”, “ídolos sublimes”, “campeones inolvidables”, “artistas del cuero” y una variedad de adjetivos que ensalzaban “la hazaña”.
Cuanto amor, cuantos entusiastas elogios, cuanta basura critica, al calor de un saldo numérico.
El futbol es una fiesta de caretas y disfraces, de pasión enfermiza, de absurda calificación. Hay tantos conjuntos erráticos que no saben ni entienden a que juegan, elevados a los olimpos porque ganan, con alocados métodos propagandísticos de comentaristas vacíos, sin sustancia en los conceptos. Ellos, los “analistas “, “los expertos”, manipulan las impresiones del aficionado, hasta llevarlos a la explosión insensata, desatinada, al calor de un resultado. Otros ganan con sobredosis de méritos y son víctimas de dardos envenenados.
Demuestra todo lo anterior, la fragilidad del vínculo entre tantos hinchas y su equipo. Hoy los futbolistas y el técnico son dioses. Mañana serán piezas de olvido y descartes.
El hincha lo que da con amor desenfrenado, lo quita incómodo y rabioso con los mismos bríos.
Colombia está en una nube y hay que disfrutarlo. Algún día caerá de ella, como ha ocurrido siempre y el extremo destructivo, tan común entre nosotros, nos llevara a despreciar a estos artistas venerados. Ya la voz de Pekerman no será la melodía del maestro, sino la alocución carrasposa del fracaso.
El futbol debe verse y jugarse con ardor, con arrebatos y delirio, propios del espectáculo. Pero también analizarse con reflexión y cordura, para evitar los despropósitos. La historia enseña. Recordemos los mundiales pasados, cuando el futbol puso nuestro mundo al revés, nos enloqueció con desbordes e ilusiones. Luego, las ambiciones rotas, los sueños destrozados, y el abismo.
Pd: Dios prohíbe tanto con su credo, pero perdona todo… el hincha permite mucho pero no perdona ni olvida.