29 de marzo de 2024

La reelección indefinida asalta la democracia

29 de septiembre de 2013

jesus heli giraldoSe abusa de la buena fe de los demócratas cuando se les hace creer en la legitimidad y limpieza de un proceso que permite a los llamados representantes del pueblo convertirse en piezas inamovibles en los cuerpos colegiados.

El pueblo los elige en comicios aparentemente libres, por tanto no queda espacio a la duda y la crítica, dejando estas actitudes como reacción propia de los perdedores o a un resentimiento crónico de los escépticos de siempre, confundidos a veces con los subversivos.

La Constitución colombiana establece períodos de cuatro años para los legisladores, los diputados departamentales y los concejales municipales tienen sus períodos establecidos también. Sin embargo no es raro tener que resistir la presencia en nuestro Congreso de los mismos personajes durante 20, 30 y más años. Aunque esto sucede en otras latitudes no por ello puede considerarse un ideal justificable.

Esa falta de límite a la reelección, al no reglamentar nada sobre el particular, permite que el fenómeno se fortalezca cada día más ante la impotencia del ciudadano común y corriente.

-Si la Ley lo permite yo me hago reelegir indefinidamente-, dirán los privilegiados, y están en su derecho. Las condiciones para lograrlo son muy ventajosas respecto al nuevo aspirante. No hay quien ataje esta arbitraria injusticia porque los instrumentos y la estructura están dados para su perpetuación.

Además, el papel de los dirigentes de izquierda se queda como un cero a la izquierda cuando acceden al criticado parlamento. Al disfrutar de las mieles del poder ya no quieren cambiarlo, sólo disfrutar de sus prebendas. Cómo van a querer reformarlo, serían ellos los primeros perjudicados. Y los beneficios de una pensión de congresista constituyen algo a lo que no se puede renunciar tan fácilmente.

Mientras las posibilidades de reformar el Congreso estén en manos de sus mismos integrantes será imposible alcanzar las verdaderas reivindicaciones y la justicia en el desenvolvimiento de la democracia participativa.

Los electores seremos invitados de piedra al festín que para unos cuantos representan las elecciones. Un reducido número, el de siempre, seguirá empotrado en el poder convirtiéndolo en una poderosa máquina al servicio de la llamada clase política. Para ella son los renglones de los cuerpos colegiados, los cargos en todos los órganos del poder, los contratos, las becas, auxilios y toda la estrategia para repartirse el presupuesto nacional, departamental y municipal.

El joven estudiante de educación media y superior, haciendo uso de la razón y el romanticismo limpio de la juventud, se lamenta de las desigualdades sociales excluyentes, del desempleo y de todas las injusticias que afectan a gran parte de la población. Se compromete, entonces, a formarse profesionalmente para ayudar a superar las dificultades de su nación. Al concluir sus estudios ve sus ilusiones frustradas, la maquinaria está muy bien aceitada para seguir funcionando igual. Se integra al sistema, representado en los caciques políticos tan criticados por él, o las limitaciones y bloqueos serán su horizonte aunque sus capacidades, preparación e inteligencia brillen.

Nada cambia si nada cambia, no podemos esperar cambios si seguimos haciendo lo mismo, dicen los pensadores. Seguiremos viendo los mismos personajes dirigiendo al país para su beneficio, para el de su familia y el de sus electores. Continuarán, igualmente, las mismas deficiencias, incapacidades y limitaciones en el desarrollo nacional porque éstas son el resultado del pensamiento de los dirigentes, el cual no variará aunque muchos períodos permanezcan en el poder. Nuevos pensamientos, nueva visión del mundo, alternativas y soluciones provienen de nuevas mentalidades. Es necesario abrir las oportunidades, sin necesidad de esperar transformaciones muy radicales ni el desconocimiento de la Constitución.

Basta con tener la decisión de abrir la puerta a la participación de nuevos actores, cerrándola a la reelección indefinida, para ver la inteligencia nacional en acción.

Es fundamental una reforma política que haga más incluyente la participación general de los colombianos, fijando las condiciones en la misma Constitución para salir del grado de injusticia, exclusión, postración, corrupción y subdesarrollo en que naufragamos.