El refrito del proceso ocho mil
Todos sabemos hasta la saciedad el papel que jugó y sigue jugando el narcotráfico en los destinos del país, y específicamente en el campo político. Bastó que ellos se dieran cuenta que el erario público era un barril sin fondo para que lo asumieran como objetivo importante, paralelo a sus actividades ilegales de narcotráfico. Y Pablo Escobar, siguiendo los pasos de Ledher quisieron llegar a ocupar cargos de elección popular, pero bien pronto se darían cuenta que ese camino era el incorrecto y era mejor continuar con un perfil bajo en materia política y decidieron entonces que su intervención la harían por medio de testaferros.
No de otra manera se entiende que haya fluido a borbotones, dinero, en la campaña para elección del presidente Samper, confirmado y ratificado por el mismo Fernando Botero, encargado de recibir los dineros y quien muy juiciosamente consignó un tanto en sus cuentas del exterior, para vergüenza de él, de los colombianos, pero por sobre todo de su padre.
Que hubo dinero del narcotráfico en la campaña de Samper, de eso no hay duda. Otra cosa es que a Samper no se le pudo comprobar nada porque resultó salvadora la fórmula aquella de que “todo fue hecho a mis espaldas”, expresión que fue en su momento celebrada como un chiste de mal gusto, sobre todo por la comunidad gay.
El final del proceso, todos lo sabemos, porque fue el doctor Mogollón el encargado en la Cámara de Representantes de dar la absolución al doctor Samper, en virtud de que si bien hubo dineros del narcotráfico en la campaña, el doctor Samper no se enteró en lo más mínimo de lo que ocurría a su espalda o a su alrededor.
Y por último, el doctor Serpa, fiel escudero del doctor Samper, pagó con su prestigio el ir hasta la tumba con el expresidente Samper, puesto que para el pueblo colombiano ha quedado bien claro cuáles fueron los hilos del poder del dinero que se movieron en esa campaña, y diríamos, se siguen moviendo en la actualidad, porque, cosa curiosa, la fórmula de que “todo se hizo a mis espaldas”, ha sido bien exitosa en materia política. De eso es testigo el doctor Carmona, a quien le despojaron de su investidura como parlamentario, pero jura que los dineros que se embolataron en unos contratos adjudicados, fueron apropiados por gente inescrupulosa sin que él se diera cuenta.
Viene entonces ahora este “refrito” del proceso ocho mil, preciso en el momento en que se abren las puertas de las campañas políticas. Será por aquello de que los colombianos tenemos tan mala memoria que seguimos votando por los mismos; por aquellos que han dejado huellas imborrables de apetito voraz cuando se trata de meter la mano a los dineros públicos, que como bien lo ha dicho Antanas Mockus, deben ser sagrados. Y por se sagrados, debe ser por eso que tenemos tantos profetas que levantan sus manos en campañas y parecieran que están santificadas.
Esa pues, debe ser una buena pista en el momento de elegir: si tienen las manos santificadas, eso quiere decir que las han metido en la urna sagrada de los dineros públicos.