28 de marzo de 2024

Un Mo Yan para cada lector

10 de diciembre de 2012
10 de diciembre de 2012

Pero que la Academia sueca se haya a atrevido a premiarlo con la distinción que lo eleva sobre los demás, calificándolo como el mejor escritor vivo del momento confirma, sobre todo, «la victoria de la literatura sobre la política», como él mismo la ha definido.

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Y así es. Porque tiene que ser muy bueno, y lo es, para que en Estocolmo le hayan honrado con el Nobel sabiendo que la elección de un autor chino que no está en la cárcel generaría una enorme controversia, como así ha sido, en el mundo occidental.

Pero lo que en Occidente no entienden es que Mo Yan está por encima del debate. No le pregunten más: ya contestó. Brevemente en sus escuetas declaraciones. Pero con todo detalle en su obra, aún desconocida entre muchos de los que lo critican sin saber en realidad qué están diciendo, ciñéndose a estereotipos tan inaplicables como sabidos.

El nacionalismo, ya lo saben, se cura viajando. La crítica a Mo Yan, leyéndolo. No sólo por la maestría con la que ejecuta sus narraciones, sino también por el fondo de las mismas, repletas de escenas y argumentos que, quien se tope con ellos, lo primero que hará será preguntarse si de verdad Mo Yan surca las calles pekinesas en libertad.

‘Grandes pechos amplias caderas’

La editorial Kailas, fundada en 2004 por quien esto escribe, contrató su primera obra con el autor chino pocos meses después de su creación, aunque tardó más de dos años en publicar ese fantástico primer original, ‘Grandes Pechos Amplias Caderas’, una de sus obras fundamentales.

En esta novela épica, el «Kafka chino» homenajea al universo femenino, uno de los pilares sobre los que se sustenta su escritura. En ella, el autor, con una indignación sublime que logra reconvertir en un hermoso torrente de palabras, describe con una nitidez sobresaliente la opresión que sufrió la mujer en la China feudal a través del personaje de Shangguan Lu quien, obligada a casarse con un herrero estéril, da a luz a ocho niñas antes de alumbrar a un varón.

Las 836 páginas de ‘Grandes pechos…’ recorren gran parte del siglo XX vivido en China y constituyen, tal vez, uno de los trabajos de Mo Yan más fácilmente seductores para el público occidental. Resulta asombroso, eso sí, cómo el autor logra que los lectores se deslicen por el texto como si hicieran surf sobre una ola salvaje y deliciosa, casi felizmente interminable.

‘Las baladas del ajo’

En mayo de 2008 tuve la enorme fortuna de convivir durante una semana con Mo Yan con motivo de la presentación de ‘Las baladas del ajo’, en dos actos de notable repercusión celebrados en Madrid y en Barcelona. Kailas, en una decisión inhabitual para una editorial de su tamaño pero que refleja la confianza depositada en el autor, lo trajo a España desde su residencia en China. Reconozco que el autor me impresionó tanto como la obra que presentábamos. En ella, Mo Yan critica las desastrosas consecuencias de una economía dirigida que exigía a los agricultores que cultivaran ajo en grandes producciones a pesar de que no había demanda. Las cosechas, claro, se pierden, las familias se arruinan y los ciudadanos se levantan en protestas. El Gobierno las reprime con fiereza y brutalidad. Mo Yan muestra, en esta novela sobre la miseria, todo ello, incluida la extendida y terrible corrupción de los funcionarios policiales. En la narración, la violencia resulta evidente, casi la puedes tocar; la ternura, una ternura en algún punto trágica, también.

‘Las Baladas…’, entonadas al ritmo del rapsoda ciego Zhang Kou, seduce especialmente a quien desee vivir intensamente, desde dentro, una rebelión china en toda regla, en lo más recóndito, y verdadero, de la China rural.
La vida y la muerte me están desgastando

Si tuviera que elegir un único libro de Mo Yan para llevarme a la isla desierta, esa de la palmera, la del feliz aislamiento de meses, no tendría dudas: ‘La vida y la muerte me están desgastando’. Con este título tan apasionante, Mo Yan alcanza, en mi opinión, su cenit literario, al menos hasta la fecha.

En esta densa y divertidísima sátira, el autor rompe con su estilo previo, uno sazonado del mejor García Márquez, del más complejo Faulkner, y, también, de la oscuridad de Kundera.

Guan Moye aplica aquí su propio estilo, uno inundado del «realismo alucinatorio» que la Academia sueca tanto ha valorado. No es difícil de leer (ninguna de las obras de Mo Yan, a pesar de su complejidad, lo es), pero es cierto que ‘La vida y la muerte…’ resulta más exigente con el lector que cualquiera de sus obras anteriores. También da más. Quien se acerque a esta obra inconmensurable saldrá de ella, 757 páginas después, feliz y poseído por una extraña magia que no concluye, sino que crece exponencialmente, al cerrar por última vez el libro.

‘La vida y la muerte…’ puede no ser la opción ideal para iniciarse en el universo de Mo Yan, pero sin duda es la elección más atrevida. Como suele ocurrir con el riesgo, al menos cuando se afronta de forma inteligente, también resulta la opción más extraordinaria y generosa con el lector. Por supuesto, para los ya iniciados, se trata de una lectura indispensable.

‘La república del vino’

Pero si alguien busca el mejor ejemplo del realismo alucinatorio, uno verdaderamente ejemplar, debe adentrarse en ‘La república del vino’. En esta obra aparece el Mo Yan sin límites, el que se deja llevar hasta donde sus demonios le indiquen, que es, sin duda, más allá de todos los paraísos conocidos. Enrevesada pero con un sentido incuestionable, uno que muestra aborrecimiento hacia la corrupción de los burócratas, histriónica, hiperbólica y singular al máximo, es excesiva en todo, también en el talento que expone del autor. ‘La república…’ señala el deterioro de la Humanidad, y arrebata a quien desee ver en acción a un Mo Yan desbocado, absorbido por su imaginación, ajeno a los límites de la historia que narra y, también, alejado de los de la escritura.
‘Shifu’

Algunos premios Nobel sedujeron al mundo con su capacidad descriptiva; otros con su arte en la distancia corta. Mo Yan domina ambos mundos, y lo demuestra en el libro de cuentos publicado, como todo lo anterior, por Kailas, y titulado ‘Shifu, harías cualquier cosa por divertirte’.

De estos ochos cuentos, hay particularmente uno, ‘Volando’, que, en mi opinión podría ser considerado uno de los mejores cuentos jamás escritos. Nadie puede, ni la crítica más feroz (piedras, las llamó él), con el insondable talento que hace que las personas vuelen y se sitúen, con toda la credibilidad posible, en la copa de los árboles. No hay duda: allí se sostienen, por mucho que uno lea el texto, maravillado, como la fábula que es.

Mo Yan ha afirmado que se siente más orgulloso de lo que ha conseguido con las historias breves que con la novela. ‘Niño de hierro’, y especialmente el cuento que da título a la colección, llevado al cine por Zhang Yimou bajo el nombre de ‘Días felices’, justifican su confesión.
Rana

La última novela que valoró la Academia sueca antes de concederle el Premio Nobel a Mo Yan se llama ‘Rana’. Traducida por Kailas directamente del chino, afronta el delicado asunto de la planificación familiar y la política de hijo único en China. El autor corre unos enormes riesgos contando la vida de la ginecóloga rural Wan Xin, pero sale indemne de todos ellos sorteando las dificultades con extrema habilidad. Cualquiera que lea esta obra, cualquiera que sepa leerla (igual que ‘Las baladas…’ o que ‘Grandes pechos…’), sabrá que la supuesta afinidad de Mo Yan con el Gobierno de Pekín es pura palabrería.

El premio Nobel mejor concedido

Entre lo traducido al castellano de Mo Yan, además de estas seis obras que se pueden encontrar en Kailas, habría que añadir ‘Sorgo rojo’ (El Aleph Editores), la primera obra que se publicó del autor en nuestro país. Magnífica, su éxito se debió en todo caso más a la extraordinaria adaptación cinematográfica de Zhang Yimou, Oso de Oro en el Festival de Berlín de 1988.

Todas las obras mencionadas han sumado para que Mo Yan obtenga el premio Nobel que hoy recibe. Hay una más, que escribió por encargo de una editorial india dentro de una colección llamada ‘¿Qué fue del comunismo?’, y que un gran grupo español adquirió horas después de saber que Mo Yan era premio Nobel.

El crítico Andrés Ibañez, en ‘ABC’, señala que este libro «de escasas 130 páginas» es «extraño», y que «no es una novela, ni una autobiografía completa, ni unas memorias». Ni tampoco un texto «de reflexión teórico, histórico o sociológico». También recoge que el propio autor, en la obra, pide perdón por ser tan «verboso», y que el tema central del libro «apenas aparece desarrollado».

En todo caso, a pesar de esta última obra, menor y al parecer fallida, Mo Yan disfruta hoy del mayor honor literario posible, uno que hace justicia a su maravillosa literatura. Como escribió José María Guelbenzu, «este es uno de los premios Nobel mejor concedidos y merecidos, de esos que tapan errores o concesiones cometidos en otro tiempo».

Leer a Mo Yan, como sugiere Guelbenzu, es leer la mejor literatura. No se la pierdan.