Monjas de la Madre Laura: ni diosas ni demonios
Por ejemplo, fueron ellas las que alentaron y apoyaron a los indígenas para que recuperaran las tierras que la Curia les había arrebatado, gracias a las acciones inescrupulosas de un sacerdote que fingiendo ser colono cultivador, logró que el Incora le escriturara más de quinientas hectáreas en pleno corazón de la comunidad indígena, en Mistrató.
También conocí una enfermera-monja que luego de largas conversaciones conmigo, resolvió permitir que los jaibanás pudieran ingresar al Puesto de Salud en Purembará, cuando algún enfermo así lo requería por medio de sus familiares. Y hubo también monjas que veían al indígena como un bárbaro infiel que era menester salvar de las llamas del infierno.
Lo anterior para decir que nada tienen que ver las monjas de la Madre Laura con la práctica de la ablación del clítoris entre las niñas indígenas. Gracias a las investigaciones de Nina Friedemann y Jaime Arocha, se ha podido establecer que fue una práctica aún muy difundida en el África y que como resultado de encuentros y desencuentros culturales, los indígenas se apropiaron de los esclavizados africanos que llegaron de Angola y el Congo, de los “bastones” utilizados por los jaibanás en sus curaciones, pero también de prácticas como la ablación que hunde sus raíces en mitos y leyendas de la comunidad indígena.
Resulta penoso para nosotros que tengamos un desconocimiento tan grande de la cultura indígena nuestra y paradójico el hecho que habiéndonos calificado de bárbaros los europeos, sean ellos los que valoren de tal manera la cultura aborigen, que poseen, como los suecos, la mejor muestra de cestería chamí que existe en el mundo. Agreguemos a lo anterior en universidades suecas como la de Gotemburgo, se han publicado libros sobre los embera chamí en español, gracias a las investigaciones que en su momento realizaron etnólogos como Wassen y Sverik Isaksson.
Pero es fácil desde un escritorio pontificar sobre la barbarie de la ablación del clítoris (que lo es) pero sin tener en cuenta el contexto en el cual se mueven y se han movido nuestras comunidades indígenas. Sólo como ejemplo, podría decir que hay indígenas en el Chamí que no hablan castellano y otros muchos a quienes no les hemos presentado la Constitución Política de Colombia, aquella elaborada por los descendientes de quienes en un momento determinado invadieron estos territorios y desconocieron en su totalidad el ordenamiento jurídico que tenían los naturales y se les impuso el del pueblo vencedor.
Finalmente, bien vale la pena preguntarnos: cuando se hizo la declaración de los Derechos Humanos o Derechos Fundamentales, ¿se invitaron a los pueblos indígenas y a los pueblos africanos a participar en su discusión? Tengo la ligera impresión que no. En este caso, no basta con la represión.