27 de marzo de 2023
Directores
Juan Sebastián Giraldo Gutiérrez
Ximena Giraldo Quintero

Un reportero hecho a puro pulso

26 de noviembre de 2012
26 de noviembre de 2012

Conocimos a este arquetipo de la superación personal cuando llegábamos de regreso a la ciudad de nuestras entretelas, en 1983,  a acometer llenos de entusiasmo nuestra segunda temporada en el diarismo caldense. Duvan era control máster de la emisora básica de Caracol y hacía pinitos localmente en los espacios deportivos, al lado de César Augusto Londoño, cuando la cadena estaba en una casona del entorno de la Universidad Católica, sobre la Avenida Santander.

Lo tuvimos en observación por unas semanas,  sin que él lo supiera, porque pretendíamos irlo sacando poco a poco del control –con la anuencia del gerente Luis Salazar– para integrarlo a la redacción. Adivinamos que tenía madera y deseos enormes de llegar a ser alguien.

Un movimiento similar hicimos en el pasado, en la Radio Reloj de don Willy Vargas, cuando le quitamos a un control-locutor llamado Jairo García Aguirre, quien a la postre resultó un excelente reportero y hoy es un curtido profesional con amplio recorrido. En Manizales comprobamos que teníamos ojo clínico para descubrir buenos prospectos del oficio.

Sin dejar de alternar en el manejo de perillas, consolas, tornamesas y cuñeros de la vieja Voz del Ruíz con Rogelio Cruz Mejía y Oscar Rodríguez Galvis, el joven Duvan se iba integrando a la plantilla conformada por Iván Darío Góez, Yesid López, María Teresa Peñaloza, Evelio Giraldo y Mario César Otálvaro. Mudados ya al quinto piso del Edificio Don Pedro, en la carrera 23, le notamos gratificantes progresos en la redacción y en las salidas al aire, con informes que le encomendábamos. El paso siguiente era soltarlo para que caminara  solo, en el medio local, siempre tan hostil con los principiantes. Acudió a las fuentes y trajo sus primeras noticias.

Nunca logramos alejarlo de su fiebre primaria por la información deportiva para que se dedicara expresamente a los temas generales. Tampoco pudimos convencerlo del inconveniente de ser hincha de dos equipos al propio tiempo: El Once de su ciudad natal y el ‘Millitos’ de don Alfonso Senior y el médico Gabriel Ochoa.

Aprendió que para adquirir una buena técnica de redacción, hay que leer mucho, sin parar, desde buena literatura hasta textos de agencias internacionales como la AP, la mejor del mundo. Y abrir el oído para asimilar el estilo que por aquellas calendas desparramaban por el dial los magníficos redactores de los grandes noticieros nacionales dirigidos por Antonio Pardo García, en Todelar, y Yamid Amat, en Caracol.

La formación de Marín, quien en 42 años vinculado a su única cadena radial  pasó de mensajero a director regional de noticias, quedó en suspenso  por nuestro traslado, dispuesto por los altos mandos de la compañía, a Medellín, para manejar un  “chicharrón” bastante asustador y preocupante: la información en el principal escenario de la guerra demencial que libraba el temido narcoterrorista Pablo Escobar, “El patrón del mal”,  contra el estado colombiano.

Sin embargo, nuestro pupilo se multiplicaba para seguir siendo el excelente operador del máster; el acucioso reportero auxiliar y la hormiguita laboriosa del combo deportivo. La promoción al rubro noticioso llegó de la mano de Guillermo Vallejo.  Ya no hubo más consolas para manejar. El turno fue para el micrófono, las viejas máquinas de escribir y los computadores.

Fundamentales en el proceso de superación fueron doña Marta, su esposa, y sus dos hijos  Alejandro y Santiago, quienes le heredaron su amor por los medios de comunicación. Y el rol de su hermano menor, Andrés, que ha tratado de sobresalir en un medio tan competido como el bogotano, donde nacen muchos periodistas y se crían pocos.

La apostilla:
El día que estalló la huelga de Caracol –única en su género, en la historia del sindicalismo colombiano— tan pronto quedaron silenciadas por 43 días las emisoras en todo el país, Duvan Marín nos preguntó qué podía hacerse ante semejante situación, y le dijimos: “Seguir el sabio consejo del doctor Gilberto Alzate Avendaño: ante un hecho de semejante magnitud, agarrar nuestros brazos e irnos para la casa”.