No se aprendió la lección
Tres fueron entre otros, los factores más importantes que se le plantearon a la sociedad colombiana para reformar la constitución del 86, que con todos sus defectos, era una obra jurídica, coherente y de gran contenido conceptual, con las modificaciones de los años 36, 45, y 68:
.- El desprestigio del Congreso de la República y la necesidad de introducirle cambios radicales a su estructura y funcionamiento legislativo.
.- La falta de credibilidad del sistema judicial, buscando hacerla ágil, eficaz, pronta y cumplida.
.- El narcotráfico como factor de corrupción y perturbación de la paz social y tranquilidad ciudadana.
Han transcurrido más de 20 años, y la pregunta que se formula el ciudadano del común, es si el país ha experimentado cambios sustanciales con la nueva Constitución que introdujo figuras e instituciones que modernizarían la sociedad, mas la concepción de ser un Estado Social de Derecho, en donde las normas deben ser interpretadas con equidad y sentido social, y sus gobernantes deben estar al servicio de la comunidad y no la comunidad al servicio del gobernante.
Rescatando la figura de la tutela o derecho de amparo, como protección de los derechos individuales, permanentemente vulnerados y atropellados por el Estado, a través de sus organismos de seguridad social, erigiéndose como el primer transgresor de la Constitución, duele afirmar que el avance institucional ha sido poco, rescatando las posiciones de la Corte Constitucional en la defensa del concepto de Estado Social de Derecho y las políticas de racionalización judicial desarrolladas por el Consejo Superior por intermedio de su Sala Administrativa, para la modernización de la rama judicial, en la búsqueda de reducir la congestión y el atraso judicial, pan diario que lesiona al usuario y abogados litigantes, pero a pesar de ese ingente esfuerzo la queja es generalizada por la dilación en los procedimientos y la mora en las decisiones.
El hecho de que la sentencia judicial no se profiera oportunamente, genera desconfianza a nivel del tejido social y atenta contra la paz social que tanto anhelan los colombianos, y si a esto se le suman los interrogantes que deja el programa de descongestión, que bien merece ser revisado por el organismo competente, por cuanto está generando una inseguridad jurídica por la forma como se producen los fallos, ya que se imponen cumplir unas metas estadísticas, no dando espacio para el estudio sereno y jurídico del proceso y el sistema de elección de los funcionarios, que algunos califican como la intromisión del clientelismo judicial, hasta el punto que ya se alude al caos judicial, en lugar de descongestión judicial, por la forma como se distribuyeron los expedientes, originando dilaciones en el conocimiento del mismo y extravíos en muchos casos de procesos.
Y en cuanto al Congreso de la Republica pareciera ser que el antecedente histórico no ha sido tenido en cuenta por las vinculaciones de muchos de ellos a investigaciones penales por parte de Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, por presuntos turbios apoyos electorales con organizaciones al margen de la ley, pero lo más lamentable lo constituye la desidia, la estolidez y el conformismo de una sociedad que reitera su apoyo electoral a esta clase política y se constituye en la dramática ecuación en que se resuelve y concreta nuestro futuro político y social.
.Respecto a la Fiscalía General de la Nación, creada con los mejores augurios, como ente investigador y acusador, dotada con una logística criminalística para la persecución del delito, la vemos cuestionada por los distintos medios, por decisiones judiciales tomadas al calor de los hechos, para luego ser revocadas, y el constante rechazo de pruebas por los jueces ordinarios, con disculpas oficiales por parte del señor fiscal, razón de peso para deducir que algo está pasando y deberá ser materia de un serio análisis por la misma rama judicial, la academia, la opinión pública y rescatar su credibilidad e importancia en el desarrollo de una sociedad civilizada, en donde se pide más justicia que fuerza pública.
Todo lo anterior, nos lleva concluir muy a nuestro pesar, que seguimos con los mismos males y algo habrá que hacerse, que faltan cosas por hacer, que redunden en beneficio de la sociedad y no quisiéramos pensar que alguien o ciertos sectores, se oponen a su realización.
Adenda: En esta época de diálogos por la paz, resulta interesante traer dos pensamientos para la reflexión, que hacen propicio un espacio para conversar al estilo de Borges. “el diálogo tiene que ser una investigación y poco importa que la verdad salga de uno o de boca de otro. Yo he tratado de pensar al conversar, que es indiferente que yo tenga la razón o que tenga la razón usted; lo importante es llegar a una conclusión, y de qué lado de la mesa llega eso, o de que boca, o de que rostro, o de que hombre es lo de menos .”
“En la guerra como en el amor, para terminar hay que acercarse. “- Napoleón ¡
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