28 de marzo de 2024

¡Contra la pared!

10 de agosto de 2012
10 de agosto de 2012

juan fernando cristo

Pero cuando lo vemos en fotos o en las imágenes de televisión compartiendo alegremente con algunos de sus colegas que han sido duramente cuestionados, uno queda como en un extraño limbo, con un saborcito amargo en la garganta…Y no sabe qué pensar.

Cuando presentó La guerra por las víctimas ( B ), en el salón Rogelio Salmona, en el Centro Cultural Gabriel García Márquez que, por cierto, estuvo lleno hasta las banderas, fue conmovedor oírlo al hacer referencia de su padre; hubo un momento en que se le quebró la voz y esperó un par de segundos para continuar con su lectura. Todos supieron que sí existía sinceridad en su corazón y que crear esta Ley no fue para nada fácil; al contrario, hubo muchos contradictores, críticas y señalamientos; muchos amigos de quienes se decían sus amigos y colegas, le estrecharon la mano en señal de apoyo, pero cuando se empezó a debatir, le dieron la espalda, algo normal en el mundo de la politiquería…y no de la política. Pero a pesar de eso, Juan Fernando Cristo insistió y persistió, no se amilanó, aunque muchas veces pensó en tirar la toalla porque era muy complicado pasar las noches en vela preparando los mejores argumentos, para ver al otro día cómo le ponían nuevamente el palo a la rueda para que la Ley no avanzara, muchos de ellos azuzados por quien fue protagonista de la debacle que el país.

La guerra por las víctimas es un libro revelador sobre la violencia en Colombia. Desde el momento en que matan a su progenitor, decide buscar una salida a este terrible laberinto de violencia, pero fue el primero el sorprenderse cuando una tarde, en el Salón Elíptico del Capitolio Nacional, arriban tres de los más temibles paramilitares del país y el Congreso en pleno, salvo algunas excepciones, se pusieron de pie y aplaudieron casi hasta el delirio a los autores de genocidios y masacres. Hoy tanto unos como buena parte de los otros, han sido extraditados y los otros pagan condenas en la Penitenciaría Nacional de La Picota. Allí, cuando terminaron los discursos, las alabanzas, los aplausos y los abrazos, nadie se acordó de las víctimas que, como siempre, fueron ignoradas. Unos años después se organizó en el mismo lugar un homenaje a ellas; cada historia personal superaba en horror y dolor a la anterior y el reclamo unánime de todas las víctimas de las FARC, el ELN, los paramilitares o agentes del Estado, fue su invisibilidad, su olvido por parte de la sociedad, la ausencia total de verdad, reparación y justicia.

Esto llevó al senador y autor del libro, a liderar una Ley de Víctimas en medio del conflicto colombiano. De esa experiencia nace La guerra por las víctimas que narra el proceso de la ley, los testimonios de víctimas de distintos verdugos; allí se da una mirada objetiva y amplia al problema que nos ha roto el alma y la piel a lo largo de los años. Además, se hace referencia a algunos enemigos de la Ley, los enfrentamientos ideológicos entre Álvaro Uribe y el presidente Juan Manuel Santos al respecto. Allí aparecen verdaderas primicias sobre el acontecer nacional que darán pistas sobre el proyecto social y político más importante emprendido por este gobierno.

Dialogamos con el senador, para hablar de su vida y sus angustias, de sus recuerdos y soledades, aunque también abordamos el mundo de contradicciones en el interior del Congreso y algo alcanzamos a hablar de tantas cosas que muchas veces pasan desapercibidas, pero que a la postre, dejan huella.

juan fernando cristo
– ¿Qué significa para los cucuteños la Avenida Cero?

– La Avenida Cero es a los cucuteños lo que los Campos Elíseos a los parisinos y la Carrera Séptima para los bogotanos. Es una cuestión de identidad, un punto de encuentro, un motivo de orgullo, además porque ninguna otra ciudad del mundo tiene una avenida cero.

 

– ¿Cómo reaccionó ante el asesinato de Carlos Ramírez París a quien le decían «Trompoloco»?

– La verdad era muy pequeño y solo tengo recuerdos vagos de esa trágica noticia que conmocionó a todos los cucuteños por lo que el significaba para la ciudad.

 

– ¿Cómo ha visto la alcaldía de Donamaris Ramírez, el hijo de «Trompoloco»?

– Donamaris es un luchador que finalmente triunfó en su propósito de gobernar la ciudad. Tiene ganas, imaginación y audacia. Hay  que ayudarlo para que le vaya bien porque además quiere profundamente su Cúcuta y la siente.

– ¿Los nortesantandereanos se han sentido -a veces- discriminados por el gobierno central?

– No se puede negar que en el pueblo nortesantandereano histórica y culturalmente está muy acendrado un sentimiento de abandono e indiferencia del gobierno central, como consecuencia de la condición de frontera y la cercanía con la cultura venezolana. Y obviamente el aislamiento vial contribuye a esa percepción. Mucha gente en la región siente que desde Bogotá se nos mira como venezolanos y eso no es así, pero la actitud indolente y distante de algunos gobernantes y muchos tecnócratas han reforzado esa idea.

 

– Por sus ojos han pasado muchos años de historia y política nortesantandereana. La historia ha pasado el año ¿pero en política lo ha perdido?

– Ni tanto (ríe). Aún soy muy joven o al menos me siento joven. La historia nortesantandereana es muy rica desde el general Santander, y en el aspecto político la región ha contado con figuras nacionales muy importantes, sin embargo la situación de atraso y pobreza que vivimos como consecuencia de la violencia de las últimas décadas y de la crisis venezolana que nos afecta siempre, lleva a la gente a cuestionar duramente la política. No podemos negar esa realidad y hay que trabajar por superarla.

– ¿En sus años de adolescente y ya joven, siempre vio la política sucia, llena de argucias, trampas y mentiras?

– De pequeño siempre ví la política como una actividad peligrosa para mi papa y que además le quitaba todo el tiempo que era  para jugar y pasear con nosotros. Y la veía como una forma que el tenía de ayudar a la gente pobre, como lo hacía el a través de la medicina.

 

– ¿Es posible mencionar tres o cuatro virtudes de la política colombiana?

– El ejercicio de la política en Colombia ha permitido que la institucionalidad llegue a todos los rincones de Colombia. Otra virtud de la política colombiana es que permite con la elección popular de gobernadores y alcaldes que la gente escoja en muchas ocasiones mandatarios que cambian sus regiones. Finalmente hay una democracia abierta que con el control de los medios de comunicación exige cada ve mas de sus dirigentes.

 

– ¿Le preocupa que a veces lo confundan con politiqueros siendo usted un verdadero político?

– Es una preocupación permanente que tengo en el día a día. Con episodios como los de las últimas semanas la gente tiende a generalizar que es lo más fácil. Y esa actitud aunque injusta es la normal. Es más fácil para el ciudadano enterarse de las cosas malas que de las buenas.

 

– ¿Qué es lo peor de la política colombiana?

– Sin duda la corrupción y la forma como distintos grupos  ilegales  como guerrilla, paras o narcotráfico, logran penetrar  la actividad pública en general.

 

– ¿A usted le duele Colombia?

– Me duele especialmente la tragedia de la eterna guerra que vivimos, la imposibilidad de acabar con ella y la indiferencia de muchos colombianos ante el dolor de tantas víctimas, tantos proyectos de vida destruidos.

– ¿Por qué quiso ser el redentor de las víctimas? ¿Quiere morir crucificado?

– La verdad no me propuse ser el redentor de las víctimas ni me considero así. Como relato  en el libro, hasta el momento de la audiencia pública en el Congreso en julio del 2007, no era consciente del olvido y la indiferencia de la sociedad colombiana con sus víctimas. A partir de ese momento me convencí que para avanzar en la paz y reconciliación entre los colombianos era indispensable reparar, atender y dignificar a nuestras victimas. Es una tarea ambiciosa, compleja  pero absolutamente esencial para el alma de nuestra sociedad.

 

– ¿Por qué hubo tanta resistencia con esa Ley?

– Precisamente porque para algunos sectores de la sociedad colombiana el sufrimiento  y abandono de las víctimas es un problema solo de ellas. Piensan que se las tienen que arreglar por sí mismas. No consideran que las víctimas jueguen un rol esencial en la construcción de la paz en el país. Incluso algunos consideran que no hay desplazados sino “migrantes” internos. Son la extrema derecha y lamentablemente se ven acompañados en su posición, por distintas razones, por la extrema izquierda del país que decidió no apostarle al éxito de la ley sino a su fracaso para seguir fustigando a la clase dirigente nacional.

 

– ¿Quiénes eran los más molestos con la misma?

– Precisamente esa extrema derecha e izquierda democráticas que mencioné. Y en esa oposición los acompañan lamentablemente sectores armados ilegales que despojaron a los campesinos desde hace décadas y que se empeñan en impedir la implementación de la restitución para proteger sus intereses, sus tierras robadas a sangre y fuego. Lo que despojaron mediante la violencia quieren preservarlo de la misma forma y eso no se puede permitir.

 

– ¿Después de ver su libro impreso, cree que ya le cumplió a las víctimas? ¿O cree que hasta que no las reparen usted no se sentirá completamente feliz?

– Creo que es solo un comienzo. Falta mucho por hacer y solo cuando se cumpla integralmente su contenido en diez años podremos sentirnos los colombianos felices y en paz con nosotros mismos. Sin embargo, es muy satisfactorio ver la forma en que se avanza, se reconoce a las victimas, se trabaja por ellas y su reparación negras ocupa hoy un lugar privilegiado en la agenda nacional, cuando hace unos pocos años ni siquiera existía el tema.

 

– ¿Cree que su libro será un referente bibliográfico histórico dentro de diez años, o entrará al olvido como todo lo que pasa en Colombia?

– Estoy convencido que será referente bibliográfico para todos aquellos interesados en conocer la política pública del país en estas materias y la historia de la propia Ley. Pretende contribuir a que cada vez mas colombianos se comprometan en este propósito de reconstruir la vida de cuatro millones de compatriotas afectados por la guerra que vivimos. Que entendamos que su éxito es un objetivo nacional y no solo de las víctimas. Y sin duda es un aporte mínimo a la reparación colectiva de nuestras victimas. A su reconocimiento.