La salud, como el cangrejo
Lo que está demostrado, en especial cuando de por medio hay seres humanos, es que no todo se resuelve con plata, aunque algunos operadores del sistema y quienes tienen la potestad de regularlo así pretendan hacerlo. El asunto es que más temprano que tarde eso se vuelve insostenible.
De ahí que el anuncio hecho por el Gobierno de girarle al sistema otros 1.2 billones de pesos calma temporalmente la molestia del hijo, pero no le quita los factores que alimentan su insatisfacción y, por el contrario, más lo malcrían.
Lo paradójico de todo es que es el sistema de salud colombiano uno de los más sobrediagnosticados de la región, pero también el que sigue más enfermo.
Y las razones también son claras. Durante los últimos años, el Gobierno se ha preocupado más por buscar culpables, denunciar presuntos casos de corrupción, muchos de ellos ciertos y aberrantes, pero sin atacar de fondo las fallas estructurales del sistema, que de paso no se ha dejado ni siquiera “madurar”.
Entre esa falta de autoridad del padre y el creciente descontento del hijo que cada vez pide más plata, apareció un tercero a mediar en el conflicto: la Corte Constitucional.
La sentencia de 2007, que obligó al Gobierno a unificar los regímenes contributivo y subsidiado y, además, le dijo cómo tenía que hacerlo, prácticamente le quitó al Ejecutivo cualquier margen de maniobra para actuar.
La Corte Constitucional, buscando proteger derechos fundamentales, se convirtió en un cogobierno dentro del sistema, pero sin responsabilidades.
Eso ha sido devastador, porque se desconoció un principio según el cual no es posible garantizar la cobertura universal en salud ni atender todas las patologías existentes dentro del sector.
Ese desconocimiento ha provocado graves distorsiones y no pocas percepciones dañinas sobre los propios operadores. La mala fama de algunas EPS no puede trasladarse por efecto espejo hacia las que sí funcionan muy bien.
A esa especie de cogobierno de la Corte Constitucional hay que sumarle la mala influencia de algunos sectores políticos, que convirtieron parte del sistema de salud en jugosa fuente para enriquecerse, en muchos casos; o para ampliar sus apetitos burocráticos, en otros.
El perverso tránsito de los políticos hacia el sector salud y de los médicos e intermediarios farmacéuticos hacia la política convirtieron el sistema en un paraíso, donde no caben los más pobres y vulnerables de la población, así la Corte Constitucional haya determinado que todos tenemos los mismos derechos.
Creemos que uno de los logros del actual Gobierno es haber establecido el giro directo de los recursos para evitar la intermediación de los operadores y la desviación de los dineros hacia otros menesteres por parte de alcaldes y gobernadores.
La decisión del Presidente de poner en manos de la Superintendencia del ramo el control financiero de las EPS y, por ende, la determinación de cuáles son viables o no, es positivo, pero insuficiente para garantizar la cobertura y la calidad en la prestación del servicio.
El problema del sector no es sólo de plata. Es también de la falta de recuperar el valor humano de los pacientes.
El Colombiano/Editorial