Gran-grande, a las afueras, quien, jamás, gerundio, en contravía
La columnista María Carolina Giraldo V. escribió: “…que una persona que recibe una oportunidad tan gran de la vida como el señor Fernando Londoño…” (LA PATRIA, 30/5/2012). Después del doloroso tropezón que sufrí al leer “tan gran de la vida”, deduje que la sílaba ‘de’ de ‘grande’ se le había quedado a la escritora en el tintero. Pero luego leí: “Creo que existe un amplio consenso en un gran y representativo número de colombianos…”. Como ‘tanto’ y ‘cuanto’, el adjetivo ‘grande’ se apocopa cuando está antes del sustantivo que califica, aunque se interponga un adjetivo (“La selección de fútbol de Colombia jugó un gran segundo tiempo contra la del Perú”). Norma inaplicable cuando se interponen una preposición o una conjunción, verbigracia, “un grande y representativo número…”, como debió ser construida la frase de la columnista, que también redactó así: “¿Cuáles pueden ser las razones por las cuales una persona que ve un herido a las afueras de un pueblo no se detiene a auxiliarlo?” (Ibídem). Es muy común esta corruptela, “a las afueras” por “en las afueras”. Dos ejemplos indicarán la diferencia: “Vivo en las afueras de Manizales”; “fue llevado a las afueras de la población”. ¿Entonces? “…que ven un herido en las afueras…”, señora. Finalmente, en la siguiente oración sobra el relativo ‘que’ después de ‘quien’: “Hemos invertido el principio de presunción de inocencia, y quien que se pare al lado de una persona herida es, irremediablemente, su victimario”. “…y quien (el que) se pare al lado de…”, es lo correcto, porque en esta oración no hay frase incidental alguna que pida el pronombre relativo, como en esta muestra: “¿Quién, que no haya sufrido los horrores de un combate, podrá medir la heroicidad de un soldado?”. ***
Durante mi peregrinación semanal a los Jardines de la Esperanza en el ‘proletario’, como llama mi primo Rafael Osorio Muñoz a los buses del transporte público, leo la columna quincenal de Camilo Gómez Gaviria. No todos sus temas me atraen, pero siempre los leo, y con gusto lo hago. En su escrito del 3 de junio de 2012, una oración interrogativa suya me dejó turulato, ésta: “¿Qué tan común resulta que estos dos libros sean los primeros que jamás haya publicado?”. Y así, imposible. Es una construcción anglicanizada, muy del gusto del doctor Fernando Londoño Hoyos. No obstante esto, no creo que se encuentre en ninguno de los clásicos españoles: digo que no creo, porque son muchos, muchísimos, los que no he leído aún, y que seguramente tendré que hacerlo en la otra vida, en compañía de Cervantes o de Lope de Vega o de Garcilaso o del primero que encuentre. La construcción inglesa es así: “The most important book ever written”, que puede traducirse de la siguiente manera: “El libro más importante que alguna vez se haya escrito”. El busilis de la confusión está en la traducción equivocada de ‘ever’ por ‘jamás’ en estas cláusulas. En otras oraciones, ‘ever’ puede significar ‘nunca’ o ‘jamás’, pero no en la que me dejó turulato, porque en ella el columnista Gómez Gaviria se pregunta sobre la remota posibilidad de que dos obras, ya escritas, las primeras y tal vez las únicas del escritor Germán Gaviria Álvarez, reciban sendos premios. Posibilidad remotísima, ¡sí, señor! ***
El gerundio, ya lo dijo Jacinto Cruz de Elejalde, hay que tocarlo con pinzas, de lejos y con guantes, porque, mal empleado, descompone las oraciones en que interviene, ésta, verbigracia: “La necesidad de firmar acuerdos (…) que aboguen por la permanencia de la vida –no solo la humana– habitando este planeta…” (LA PATRIA, Andrés Felipe Betancourt, 1/6/2012). El gerundio es eminentemente activo, por lo cual sólo puede emplearse en oraciones en las que haya acción, por ejemplo, “Los vientos huracanados de septiembre pasaron por el sur de Miami destruyendo todo lo que encontraron a su paso”. En la oración glosada no se encuentra esa condición, por lo tanto, el gerundio ‘habitando’ está ahí tan fuera de lugar como muchos políticos en la política; y debe ser reemplazado por el presente de indicativo (o la inflexión verbal indicada), así: “…que aboguen por la permanencia de la vida que habita este planeta”. Ello es que quien habita, reside o mora en algún lugar simplemente ‘está ahí’, como muchos ‘honorables’ en el Congreso de la República. ***
Para la Academia de la Lengua, el término ‘contravía’, que María Moliner ignora, es sólo un regionalismo de Honduras, con la acepción de “en el tráfico de vehículos, en dirección prohibida”. Hay que informarle a dicha institución que también es nuestro, con el mismo significado; y que, además, se está metiendo lenguaje adentro la locución adverbial ‘en contravía de’ en lugar de ‘en contra de’ o de la preposición ‘contra’, por ejemplo, “…más bien ha tratado de limitar y regular su aplicación en contravía al gran avance político que encierra esta política…” (LA PATRIA, Cristóbal Trujillo Ramírez, 1/6/2012). Y hay que decirle también a este columnista que la locución, castiza o no, estomagante o no, es ‘en contravía de’, no ‘en contravía a’. ***
La VEINTITRÉS: Una muestra clarísima de la anarquía que se dejó imponer la administración municipal.