FRAY RODIN Y UN HASTA SIEMPRE.
A éstas alturas cuando el hábito y las sandalias recuperan su peso específico, es mejor andar gregariamente y no tirárselas de mochilero,aventurándose a conseguir posadas y traductores que a la postre elevan los costos y las incomodidades. La desventaja, la velocidad y el trajín que implica tratar de agotar en diez días las posibilidades que ofrecen ciudades como Moscú y San Petersburgo, a trote de soldado ruso. Al regreso, quienes han tenido nuestra misma experiencia, lo interrogan a uno por sitios que ni siquiera se mencionaron. Los que preparan viaje y que gracias al internet ya saben para donde van, nos hacen sentir como que si hubiéramos ido a lugares que no tienen que ver con la realidad. Es lo que nos sucedió con San Petersburgo.Los que han ido y los que no han ido, tienen su propia visión de la ciudad, que ha sido promocionada con justicia por su importancia histórica,literaria,artística y urbanística. San Petersburgo o Petrogrado o Leningrado fué la capital de Rusia hasta que Lenin decidió en l.918 trasladarla para Moscú. Los Zares edificaron sus grandes y deslumbrantes palacios y allí también se dieron los primeros alzamientos que culminaron con la revolución bolchevique .Dostoyevski el magnífico, el epiléptico, el militar, el tahur, el existencialista,el sin par, escenificó sus novelas en las calles cercanas al Mercado del Heno.Los teatros para el ballet y los espectáculos escénicos son unas joyas. Y a para los arquitectos, constituye «uno de los núcleos más espléndidos y armoniosos de Europa». Es que que la ciudad fué fundada el 27 de mayo de 1.703 -hoy cumple 309 años- para ser la capital de Rusia. Es como que si hubiera sido la Brasilia de ese entonces. Su aire europeo es dominante, porque su inspirador, Pedro El Grande , quería que Rusia tuviera las puertas abiertas para la civilización occidental.
San Petersburgo es la ciudad de los palacios y de los castillos. Por cada esquina aparecen con los nombres de los soberanos que ordenaron su construcción, de sus tíos,sobrinos,cuñados,hijos legítimos y bastardos, que competían en demostraciones de fastuosidad.Y tego que confesar,auncuando me apaleen, que es el turismo que menos me atrae,sin desconocer su importancia por las historias y pequeñas historias que albergan sus habitaciones,sus jardines y sus sótanos.Es que termino en una confusión de la madona, y ya no sé donde estuve.Tenía un relativo interés en conocer el conjunto de palacios y parques de Peterhof, a unos treinta kilómetrosde San Petersburgo, pero estaba cerrado por reparación.La visita al barco Aurora, desde donde se disparó el primer cañonazo contra el palacio de invierno de los zares, origen de las revueltas,también se frustró. Unos muchacho se treparon a lo más alto e izaron unas banderas con símbolos piratas. El gobierno suspendió el ingreso .Nos lo reemplazaron por el palacio de Catalina Primera, en Pushkin, pueblo así bautizado en homenaje al poeta Alejandro Pushkin al que consideran como su Cervantes por encima de Dostoyevski , Tolstoi y del cenáculo literario ruso.Sus salones están plenos de porcelanas, espejos,oros, platas, sillas,comedores,escritorios,galería de retratos, tronos, y uno de ellos ,de especial derroche, el salón de Ambar. Eso sí.El personaje de Catalina Primera es bien sugestivo.Fué la primera Zarina (l.725),amante de Pedro el Grande y de otros nobles, pero a quien Pedro llevó al altar en secreto pese a su pasado y a ser analfabeta. Casi tan interesante es su historia como la de Catalina la Grande (1.762), a quien se le atribuyen 28 amantes ,entre los cuales cuentan al prócer venezolano Don Francisco de Miranda quien ideó los colores de nuestra bandera , que comparte con el estandarte ruso los colores azul y rojo.Dicen que Miranda agregó el amarillo para recordar la cabellera de Catalina. Es que esos venezolanos se las traen. Y para que vean: fuimos a almorzar al Palacio del Gran Duque Nikolás, a » una comida de gala»,amenizada por un grupo de música y baile rusos,donde nos sirvieron lo que se supone que es su comida típica:de entrada, ensalada ¡rusa!;borsch, sopa hecha a base de remolacha,papa,tomates,col y carne en finas lonjas,bañada con una cucharada de «esmetana», que es como el suero costeño nuestro.
Plato principal,»novgorodskaya», que es un rebozado o apanado pollo relleno de queso y champiñones,servido con arroz.De postre,crepes con miel y helado y café.Nada del otro mundo.Nuestros amigos españoles se quejaron de lo avaro de las porciones, con algo de razón.La obesidad no es el fuerte de los rusos ni de las rusas,quienenes, de paso, son majestuosamente hermosas.Y la vodka, que así se dice,ni por asomo.Nos dieron de degustación en las tiendas turísticas y pare de contar. El caviar, en las vitrinas.Por sus altos costos es inaccesible.Está restringida la pesca del esturión y sus variedades beluga y sevruga. El negro es de huevas de bacalao o salmón y lo ofrecen en la calle,a precio módico.
Y a la joya de la corona. El Ermitage. O Hermitage. De ambas maneras lo he visto escrito.Hablan de tres millones de piezas del arte universal allí atesoradas. Con El Prado de Madrid, emula en riqueza y en extensión.Para apreciarlo en su totalidad sería necesario recorrer unos 24 kilómetros.. En cuatro horas de estadía en sus locaciones,buscamos lo mas representativo. El arte francés del S. XV hasta nuestros días;el arte italiano,el español,el alemán, el flamenco: se queda uno sin palabras.Permiten tomar fotografías, sus cuadros están a la mano y uno se siente al borde de lo que llaman el síndrome de Stendhal:un colapso físico y mental frente a la belleza.Es indescriptible. Dejemos ahí,salvo esta anotación: en el libro del Museo, encontramos una pieza de Fernando Botero: 1.932. Colombia.Bronce.Naturaleza muerta con sandía.1.976-1.977. . No lo localizamos, pero sabemos que ahí está.
Para ponerle broche a este apasionante itinerario, al ballet.El Teatro de Miguel,inaugurado en 1.833 y que hoy lleva el nombre del compositor Musorgsky, nos abrió sus puertas para apreciar Giselle,representación del género romántico,en una puesta en escena magistral.Con nuestros amigos bolivianos,el médico Miguel Moreno y su esposa Ivonne, coincidimos en que nuestros pueblos merecen que algún día, y que no esté muy lejano, la cultura y el arte de calidad sean accesibles para todos.El arte eleva el espíritu y apacigua y domestica al hombre lobo.Y comenzó a asaltarnos la nostalgia.Se había terminado la función y nuestro viaje.Hasta siempre Rusia.
Residencia Imperial de San Petersburgo