“URIBE ES EL PASADO”
Psicológicamente, Alvaro Uribe y Juan Manuel Santos, son personajes antónimos.
Uribe, mancebo aún, fue un consentido del Poder. Conflictivo y autoritario, tuvo rápidos ascensos en la vida pública. Además de la innegable brillantez de su inteligencia, lo impulsó una desaforada vocación por el estudio. Por eso su comprobada capacidad para ser dañino.
El tío abuelo de Juan Manuel Santos fue Presidente de Colombia. De oro su cuna, de la élite sus amistades, cercanas sus relaciones con el alto gobierno. Creció tuteando embajadores y ministros. Además el periódico El Tiempo fue siempre, por derecho propio, su refugio para soñar. Púber, recibió privilegios burocráticos y mas adelante fue atosigado de nombramientos en cadena, en los exclusivos círculos en donde se decide la suerte del país. La familia de Uribe padeció martirologios.La de Santos fue siempre halagada por la fortuna.
A Uribe lo plasmó un síno espartano y pése a los mimos de la vida, se ha movido entre abismos y praderas. Es un rebelde y un sibilino espadachín. Su imaginación está alinderada por fantasmales enemigos, enfrentándolos en irreales estadios de guerra. Suyos son los acondicionamientos para las acciones heróicas, las amenazas fieras y la prontitud para la camorra.Su gobierno fue una calcomanía de su temperamento tempestuoso. Es arrollador y vehemente, áspero para dar golpes, rencoroso, con ostentación de púgil.Polarizó a los colombianos
Santos se ha movido sobre ventajosos puentes aéreos. Todo lo ha recibido como un obsequio del zodíaco que lo proteje. Sin embargo, no descuidó la solidez de su formación. Es un estadista. Tiene dimensión amplia de la administración pública, conoce sus engranajes, intuye la psicología del mando, es paciente y eficaz en los resultados. Sabe esperar.Su elipsis es una epopeya a la disciplina intelectual, a la morosa administración de los invernaderos cuando las estaciones no le son propicias, a la perseverancia en los objetivos. En su horizonte siempre hay un futuro.
Santos y Uribe son antípodas. Vinagre y miel. Mientras el segundo es olímpico y desdeñoso, desafiante y amargo en el lenguaje, el primero es diplomático, reposado y olfativo, como buen jugador de poker. Si Uribe, fusil en mano, es frentero en las vanguardias, Santos se parapeta en la retaguardia, frío y calculador, oculto pero con ojo avizor, oportuno para aprovechar las “circunstancias”, símil afortunado del pensador Ortega y Gasset. Uribe es inteligencia, Santos talento. Uribe es canícula ardiente. Santos mañana tibia y vespertina calmosa. Uribe estrépito, Santos armonía y sosiego.
Tienen un presente irreconciliable. Mientras Uribe utiliza la memoria para saborear rencores y rumiar nostalgias que empequeñecen su corazón, Santos rema sobre aguas con futuros plácidos, asido a coyunturas bajo su control. Con grafismo feliz estampilló a su émulo : “Uribe es el pasado”.