8 de diciembre de 2024

La ciudad resonante

26 de abril de 2012
26 de abril de 2012

ciudad resonante

Antes de su concierto de hoy jueves 26 de abril a las 7:00 p.m., el Teatro Mayor habló con José Iges, creador de este proyecto, sobre lo que verán los bogotanos.

En La ciudad resonante cada uno de los integrantes tiene un rol definido: José Iges, autor de la idea general, se encarga de la voz, las grabaciones originales y mezclas; Pedro López, por su parte, se encarga de las improvisaciones y transformaciones electrónicas, así como la espacialización y la edición de video;
Concha Jerez hace las veces de performer, autora y edición del video. Para entender mejor este proyecto musical y visual, el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo habló con José Iges, autor de La ciudad resonante.

 

¿En qué consiste “La ciudad resonante”?

La ciudad nos suministra todo tipo de sonidos que forman parte de nuestra cultura. Nosotros hacemos con ellos un concierto InterMedia, en donde el todo debería valer más que la suma de las partes. Prácticas como el performance, el paisaje sonoro, la improvisación o el videoarte, están incluidas como estrategias al servicio de un resultado.

¿Cómo escogieron las ciudades que hacen parte del proyecto?

La elección de casi todos los materiales sonoros la hice yo como autor de la obra, aunque Pedro López también aportó algunos para sus improvisaciones. En realidad, uno graba, lo edita después y empieza a jugar con ello, a hacer mezclas y transformaciones. Y comienzan a aparecer texturas, espacios que se superponen o que se rechazan, temas que se apoyan o se contradicen… Si uno está atento a la elasticidad de los materiales, al final ellos te van marcando el camino a seguir. Las ciudades en plural no son tan importantes aquí como la idea de ciudad en singular. Por eso el título es «La ciudad resonante».

 

¿Por qué decidieron incorporar video al proyecto original?

Hubo un paso intermedio en el que el video empezó a utilizarse. Fue en 2002, cuando presentamos una obra surgida del proyecto original, que incorporaba un piano en vivo, y que se titulaba «La Ciudad». Aquí también hay estratos de ese proyecto y uno de ellos es el video. Por lo demás, no va sincronizado con el audio y aparece solo de vez en cuando, como por sorpresa. Los criterios seguidos por Concha Jerez para la realización de esas secuencias de video, de duración variable, son los mismos que yo empleé para fundir sonidos de distintas ciudades en la mezcla. El video es otra dimensión que se suma para favorecer una sensación conjunta.

 

¿Qué tiene de innovadora la versión 2012 comparada con la original?

En la versión de 2012, que renueva las versiones anteriores y en parte las utiliza como estratos arqueológicos, nos encontramos con espectros, con el empleo de residuos o con las tensiones que se crean entre el mapa y el territorio o entre insinuar y mostrar, entre otros temas.

 

¿Pretenden dejarle al espectador algún mensaje o alguna reflexión?

Hay algunos textos que entran a distintos niveles en la obra. Algunos son banales y otros tienen más pretensiones, si bien no doctrinarias. Y luego están los sonidos concretos que tienen su propia dramaturgia, que van creando mundos de amalgama, pero que en un momento dado, por la electrónica y la repetición, se convierten en pulsos, en texturas; en definitiva, pierden su valor semántico y ganan en musicalidad. Eso mismo ocurre con los objetos que emplea la performer. Ese balance creo que es sustancial en la definición de arte sonoro y, muy particularmente, en casi toda mi obra. El oyente debe emplear sus dos hemisferios cerebrales para ello. Es decir: uno puede quedarse a veces en lo que suena y otras en su significado. Abrir las puertas de la percepción y con ello, crear otras ficciones diferentes a eso que llamamos realidad es, creo, lo más grande que puede pretender el arte. Nosotros, humildemente, tratamos de apuntar en esa dirección.