7 de diciembre de 2024

Gustavo Páez sale en defensa de Jorge Eliécer Orozco

26 de abril de 2012
26 de abril de 2012

«Ese mismo itinerario, luchado con esfuerzo, denuedo y voluntad de servicio a la comunidad quindiana, es el que a la hora de la verdad debe convertirse en soporte para que te sientas satisfecho y tranquilo frente a las oscuras patrañas que existen en cualquier actividad humana», le escribió Páez a Orozco.

La nota es la siguiente:

Apreciado Jorge Eliécer:

Leí con atención, no exenta de preocupación, tu columna de hoy: «¡Que no sean canallas!». Mi distancia geográfica con el Quindío me impide ver con claridad lo que sucede alrededor de tu nombre, cuando algunas personas te atacan al amparo del anónimo (el que por eso mismo no merece tenerse en cuenta), y otras utilizan la ofensa y los términos denigratorios que buscan  empañar tu reconocida trayectoria en la radio, la televisión y en el periodismo escrito.

Ese mismo itinerario, luchado con esfuerzo, denuedo y voluntad de servicio a la comunidad quindiana, es el que a la hora de la verdad debe convertirse en soporte para que te sientas satisfecho y tranquilo frente a las oscuras patrañas que existen en cualquier actividad humana. Si esa es tu convicción, como la invocas en tu escrito, ¿para qué preocuparte por los agravios? «No eres más porque te alaben, ni menos porque te critiquen; lo que eres, eso eres y nada más», dijo Tomás de Kempis.

La verdad son tus actos. Te deseo que despejes con buen ánimo los tiempos adversos.

Con un cordial abrazo,

Gustavo Páez Escobar  

La columna de Jorge Eliécer:

¡Qué no sean canallas!
Autor: Jorge Eliécer Orozco Dávila

Y que me perdonen los lectores de La Crónica del Quindío y particularmente los de esta columna que apareció desde el primer ejemplar de nuestro diario. Les transmito a ustedes, mi cortesía y consideración, pero la taza se llena con las canalladas de esa gente despreciable, malvada y ruín; de esos pequeños de corazón y sin un ápice de valores morales que no saben sino calumniar desde el anonimato.

Mis coterráneos los quindianos, todos aquellos ciudadanos que construyeron el departamento desde el civismo, conocen de mis desvelos y preocupaciones por Armenia y el Quindío. Solo me faltaron 26 días para llegar a los 40 años como trabajador de la radio y el periodismo en una de las cadenas colombianas más importantes del continente. Cuando dejé mi cargo el 31 de diciembre del año 2007, lo hice convencido de haber cumplido con dignidad y honradez mis obligaciones con RCN como su funcionario y con la ciudad y mi departamento como periodista.

La organización Ardila Lulle y Fernando Molina Soto todavía presidente de Radio Cadena Nacional, me honraron otorgándome el “Micrófono de oro”. Lo luzco con orgullo en el mismo puesto en el que conservo medallas y reconocimientos que dignifican mi existencia y honran a mi familia. Pero me cansé de los anónimos que en no pocas oportunidades han hablado, no de la despedida, sino de un despido que nunca sucedió. ¡Qué no sean canallas!

En este diario me desempeñé como director durante cuatro años por la voluntad de la mayoría de sus accionistas, los señores Luis Carlos Ramírez Múnera, Javier Ignacio Ramírez Múnera e Iván Botero Gómez. Conté con su respaldo siempre y en todas las tareas que llevé a cabo. Mi retiro se produjo dos meses después de la presentación de mi renuncia y también de la empresa y de su equipo de periodistas recibí una cordial despedida y un especial reconocimiento a mi tarea. ¡Qué no sean canallas! Tengo el honor de haber trabajado 44 años continuos en el oficio, sin una sola culpa o sanción de las únicas dos empresas a las que he servido con gusto.

Salvo el caso de Telecafé, canal en el que fundé el programa “Hablemos del Quindío” hace 17 años, ningún hecho ha quebrantado mi tranquilidad laboral. Es cierto, el programa se acabó por las intrigas de la actual gobernadora del departamento y no porque tenga autoridad administrativa en el canal. La politiquería pudo más y el convenio se canceló unilateralmente por una gerencia nueva e inexperta. Que no sean cobardes los anónimos y que respeten la dignidad humana. Lo digo también porque colegas columnistas y empresarios respetables de la ciudad, son víctimas de algunos de estos vulgares desconocidos. Qué fracaso para la prensa en Colombia, la página abierta a los lectores para que opinen sobre noticias y comentarios. Los anónimos no discrepan, no controvierten, no debaten, simplemente insultan a la gente y la calumnian cada que les provoca, validos de la oportunidad y amparados en el anonimato.

Los constructores de Armenia, —empresarios como César Mejía Urrea, Gustavo Castaño, que han contribuido al desarrollo urbanístico de la ciudad, son blanco frecuentemente de los dardos venenosos de estos NN. ¡Qué no sean canallas! Los columnistas Miguel Ángel Rojas, Jhon Jairo Duque Ossman, Rodrigo Estrada, Jorge Iván Cuervo, entre otros, son atacados y calumniados miserablemente en la página abierta para que la gente opine sobre el contenido del editorial, las columnas y las informaciones del diario.

No hay quien escape a esta situación: el mundo es así, pero en todo caso, —hoy cuando nuevas normas establecidas por la ley sancionan a los delincuentes informáticos— resulta necesario fomentar el civismo y los buenos modales ciudadanos y acudir a los jueces de la República para que se haga justicia, para que se sancione a los canallas hasta ahora sin Dios ni ley. Muchos son meros rivales que actúan premeditadamente contra nosotros. Como lapidariamente comentó el filósofo Jean Paul Sastre, “el infierno son los otros”, pero que dejen de ser canallas.