El Ministerio Público en manos de un individuo no confiable
Apoyan su discurso en una serie de barbaridades medievales para hacerse al favor de retrógrados cavernícolas y suponen que sus atenciones a divinidades adobadas con camándulas y holografías le dan prestigio.
Las funciones del estado, incluso ordenado por la constitución, deben estar apartadas de creencias y filosofías antañosas que perjudican el honrado ejercicio público en un país laico.
De veras que hemos estado los colombianos en manos de un hirsuto fundamentalista a quien el congreso le confió el no despreciable encargo de velar por la pulcritud en la administración pública.
Este señorón de encumbrada estirpe conservadora ha puesto al servicio de sus creencias particulares la acción de la justicia, sin importarle un pito que sus evidentes aversiones las constituya en elementos de juicio para joder a sus eventuales contradictores, pero las que le permiten, a su vez, en acto de contrición, elevar a los altares a sus obsecuentes y obtusos servidores.
Persigue sin piedad a los que cree son un peligro para la sociedad pero protege sin que se le mueva un pelo a sus cercanos así las evidencias lo pongan como un prevaricador desentendido.
La denuncia de Daniel Coronell en la revista Semana de hoy trae una reveladora historia de cómo el mágnum y sumun de la decencia le tuerce el cuello a las normas para justipreciar a los familiares de una subalterna de sus calzonarias.
Según el articulista el predicador inmoral “modificó el manual de funciones de la Procuraduría General de la Nación para permitir que un contador público pueda ser jefe de la División administrativa y Financiera del Instituto de Estudios del Ministerio Público”
La decisión del mamasantos mayor fue para beneficiar a Carmenza Carreño Gómez, hermana de su más fiel servidora, María Eugenia Carreño Gómez, quien le sirve de coadyuvante desde la década de los noventa y que ostenta el título de contadora pública y por manual no podía acceder a esa posición.
Pues ni corto ni perezoso el ilustre titular del ministerio público, quien había destituido años atrás e inhabilitado por 17 años para ejercer funciones públicas a Daniel García Arizabaleta como director de Invías, por cambiar el manual de funciones para poder posesionarse, ahora sin un mínimo de vergüenza y prevaricando hace lo mismo para beneficiar a sus protegidos.
¿En manos de quién carajos estamos?
¿De un simulador de la decencia para encandecer con los reflectores de su supuesta popularidad?
Quien podrá confiar en individuo de tal calaña y quien ahora aspira a que lo reelijan, si el presidente como seguramente lo hará, lo terna.
Y se le olvidó a Coronell que el muy hábil sabihondo ahora pregona en un acto de vergonzosa sumisión tras la reelección que la reforma de la justicia debe quitarle a él la atribución de investigar disciplinariamente a los congresistas.
No hay mejor manera de conocer a los oportunistas, y este es uno de ellos de la más alta distinción, a quien en mala hora los colombianos, en un acto derivado a través del congreso, le hemos confiado los grandes intereses de velar por la moralidad pública.
Primero debiera el doctor Alejandro Ordóñez Maldonado revisar su moralidad y de paso decirnos si su religiosidad a ultranza sólo le ha servido para sus pretensiones personales y las de sus aliados, mientras que con ira de dios insaciable cae con sus garras contra muchas personas que han sido víctimas de sus desórdenes mentales.
Si tuviéramos un senado serio ni siquiera considerarían la posibilidad de reelegir a un personaje no confiable, pero la evidencia es que está en campaña, tiene opción porque de manzanillismo el ilustre santurrón tiene la malicia del diablo.