10 de septiembre de 2024

Salvataje, miedo al dequeísmo, has-haz, barista

16 de febrero de 2012
16 de febrero de 2012

Las arcas de muchos países europeos están prácticamente vacías, lo que obliga a los otros miembros de la Unión Europa a acudir en su auxilio, para evitar una debacle económica general, y, auguran, universal. Según mi fuente, el presbítero Jaime Pinzón, a esta acción le están acomodando el nombre de ‘salvataje’. Esto, me dijo, escuchó en la W Radio: “El salvataje de las economías europeas” (1/27/2012); y me aseguró que lo había visto escrito en un periódico. Y yo le creo, porque, cuando de voces disparatadas se trata, los medios de comunicación están siempre irreflexivamente dispuestos a acogerlas, bendecirlas y difundirlas. No es un anglicismo, puesto que en inglés la palabra indicada para dicho movimiento es ‘rescue’ (‘rescate, salvamento’). ¿Galicismo? Posiblemente, porque los coterráneos de Brigitte Bardot tienen el vocablo ‘sauvetage’, que significa “acción de salvar de un incendio o de un naufragio”, y, por extensión, “acción de retirar a alguien de una posición peligrosa”. Podría ser también un italianismo, pues los habitantes de la ‘bota europea’ dicen ‘salvataggio’. Galicismo o italianismo, ‘salvataje’ es una voz espuria y deforme, que no debe ser admitida en nuestro léxico por fea, por cacofónica y porque no la necesitamos. ***
Hay escritores que le tienen miedo al dequeísmo. Este sentimiento llegó a su grado máximo de ‘cerval’, que por estos lados llamamos ‘terronera’, en los columnistas Jaime Alzate Palacios y  Pablo Mejía Arango. Este último, en su artículo del 28 de enero (2012), “Televisión decadente”, omitió tres veces la partícula ‘de’ en oraciones en las que es necesaria su presencia. “En el caso de la televisión es muy cierto aquello que tanto gordo empalaga…”; “…abren el informativo con la noticia que se chocaron un taxi y una buseta…”; “Queda la esperanza que los internautas del mundo…”. En estas tres muestras, la omisión del vocablo ‘de’ convierte la partícula ‘que’ en un pronombre relativo desubicado, pues en ellas pierde su oficio de tal, lo que se puede apreciar mejor si construimos las mismas oraciones de la siguiente manera: “…es muy cierto aquello que ya sabíamos, que tanto gordo empalaga”; “…con la noticia que todos temíamos, el choque de…”; “Queda la esperanza que hasta hoy teníamos, que los internautas…”. Para quitarle, entonces, a este ‘que’ su oficio de pronombre relativo (que desempeña en estas tres muestras), no hay más remedio, don Pablo, que echar mano de la locución conjuntiva ‘de que’, así: “…es muy cierto aquello de que…”; “…con la noticia de que se chocaron…”; “…con la esperanza de que…”. Ahora bien, si le parecen cacofónicas estas frases así construidas, lo único que se puede hacer es cambiarles el giro, procedimiento que se puede hacer de muchas maneras sin perjudicar la claridad de la idea que quiere expresar. El dequeísmo, no sobra repetirlo, sólo se presenta en oraciones con verbos enunciativos, como ‘decir, anunciar, jurar, proponer, suponer’, etc. Por ejemplo, en esta afirmación, “el testigo juró de que no había estado en Bogotá en la fatal fecha”, no sólo sobra la partícula ‘de’, sino que también disuena la locución ‘de que’. “El testigo juró que no había estado en Bogotá…”, es lo correcto. Pero el juez no le quiso creer. ***
“Haz tomado un buen café?”. Sí, ¡cómo no!, y podría añadir “un excelente café”, hasta “un inmejorable café”, aunque está comprobado que todo es susceptible de mejorar. De todas maneras, según mi gusto, es el mejor café que se puede tomar en Manizales. Me refiero al que ofrecen en “Santo Caffeto”, establecimiento situado cerca de El Triángulo, y muy bien atendido por baristas profesionales. Pero, porque todo también tiene un pero, si de café saben mucho, poco saben de ortografía, como se puede comprobar con la frase interrogativa que introduce este párrafo, lema de la empresa, en la que no sólo omiten uno de los signos de interrogación, sino que escriben con zeta la inflexión del verbo auxiliar ‘haber’, ‘has’, que no hay que confundir con el imperativo del verbo ‘hacer’, ‘haz’ (“haz tú el café”), vocablo que también puede ser un sustantivo, sinónimo de ‘manojo’ o ‘gavilla’. “¿Has tomado un buen café?”. ¡Sí, señor, un muy buen café! ***
En el párrafo anterior hablé de ‘baristas profesionales’. Empecé a leer esta palabra, ‘barista’, hace relativamente muy poco tiempo, quizás en alguna de las Ferias de Manizales. Y nunca me había preocupado por su significado. Aún no está asentada en El Diccionario. Acudí, entonces, a Wikipedia, que la define de este modo: “Barista. Profesional especializado en el café de alta calidad, que trabaja creando nuevas y diferentes bebidas basadas en él, usando varios tipos de leches, esencias y licores, entre otros”. Dice, además, que el vocablo tiene origen italiano. Ciertamente este idioma tiene la palabreja, pero, al principio, con un solo significado: El diccionario Mondadori italiano-inglés de 1959 la traduce por ‘barman’ (‘camarero’) y ‘barmaid’ (‘camarera’). Muy posiblemente, en cualquier momento  de estos 53 años empezó a recibir otras acepciones hasta llegar a ésta de “profesional de la preparación de esta deliciosa bebida”, más deliciosa aún si se hace con los mejores granos del café suave colombiano. Y esto está muy bien. ¡Requetebién!