¡Qué “camello” ser cuyabro!
Un ícono simboliza tendencias de pensamiento, individuales o colectivos, lo malo para nosotros es que permitimos que lo personal se proyecte a lo general y aceptemos que esas acciones ególatras de los mandatarios no tengan una reacción respetuosa de rechazo. La Academia de Historia puso sobre la mesa el debate, tarde quizás para algunos, pero lo hizo. Creo que esta discusión, basada en argumentos académicos hubiera sido muy enriquecedora en vida del exalcalde Mario Londoño Arcila o durante el gobierno de su señora esposa Doña Ana María Arango Álvarez, para compartir conceptos y haber dictado una sentencia ciudadana histórica, concertada y constructiva.
El silencio de todos —salvo algunas líneas editoriales— fue cómplice y reforzó esa pasión de un grupo por impregnar toda la ciudad de ese simbolismo. El camello ha estado en un punto estratégico, donde los turistas no entienden absolutamente nada sobre el rito y el culto a ese animal, característico de otras tierras, propio de los desiertos. Quizás cobró validez como mascota de esta tierra, cuando identificamos que el desierto nuestro existe, por la sequía de valores, por la sequía de cultura, por la sequía de identidad. Este es el desierto donde la sed de las mayorías es producto de la corrupción de unas minorías.
Recuerdo a un periodista árabe, que cubría el mundial sub-20 el año anterior, hacer referencia de manera simpática al monumento en la glorieta de bomberos. En un principio pensó que era parte del protocolo de ciudad para darle la bienvenida a las delegaciones, pero luego terminó haciendo una crónica para el canal Al Jazeera, en la cual hizo énfasis en la falta de identidad cultural.
Es respetable que un grupo político opte por un logo, un símbolo o como en este caso por una mascota. Hay mucha gente agradecida con el camello y eso está bien y es válido. Lo que no es aceptable, es que las personas que se lanzan a la vida pública opten por adoptar posturas narcisistas que terminan imponiendo conceptos que están totalmente alejados de la identidad cultural.
Esta coyuntura del camello nos debe servir para motivar una discusión alrededor de lo que somos y que debe reflejarnos como sociedad. Generemos un espacio académico donde construyamos cultura y reforcemos las bases de nuestra identidad.
No quiero imaginar si algún día llega al poder alguien como ese candidato al concejo de Calarcá, quien tenía en sus afiches como símbolo una fritanga. Ese personaje siendo alcalde, seguro que ubicaría una morcilla en bronce por ahí en un parque o en una glorieta y tendríamos los ciudadanos que acostumbrarnos a decir: “te espero ahí en la chunchulla con bofe”. Evitemos esto escogiendo verdaderos líderes y una de las cualidades de un verdadero líder es justamente no ser vanidoso, egocentrista y vulnerable a embriagarse por el poder. Que no sea un camello ser un verdadero cuyabro.Crónica del Quindío.