23 de abril de 2025

David era una fiesta

9 de febrero de 2012
9 de febrero de 2012

david sanchez

La pasamos tan bien que daban ganas de desearle felices pascuas al vecino. O aprovechar para augurarle desde ya «un próspero y venturoso año de 2012».

Provocaba ser el muerto para salir de «eso» de una vez. Pero no, el que se había vuelto eternidad era el escritor David Sánchez Juliao quien alguna vez se confesó mitad costeño (de Lorica Saudita) y mitad antioqueño, como que estudió en el Colegio San José de Medellín.

En su agenda no figuraba desocupar el amarradero. Estaba feliz vivo. Lo disfrutaba en grande. La vida se le salía en cada metáfora. En la hipérbole que ya pasó, o en la ficción que venía en camino.

Con su doble Oscar Alarcón tenia cita para aburrirse en el lanzamiento de un libro de Plinio Apuleyo Mendoza. Estaba citado con Humberto Moreno para hablar de futuros CD de esa literatura que entra por los oídos, y que él llevó a la canasta familiar con su voz de locutor de la BBC de Londres.

La periodista Patricia Lara había programado almuerzo con él. El gigantesco cronista barranquillero Ernesto McAusland tenía proyectada reunión para redondear el borrador de un programa de televisión en que se les iba a salir el caribe. Pero el hombre propone y el corazón dispone.

Todos resultamos amigos íntimos del Pachanga. Claro, ya no puede
desmentirnos. Unos y otros nos atropellamos para contar lo último que noshabía pasado con él.

El «Negro» Jaime Viana contó que hacía poco le había puesto un correo. En él le decía que estaban reclutando negros para una orquesta en Nueva York. «¿Y tú qué instrumento tocas?», le preguntaba.

Este aplastateclas repitió  por enésima vez la anécdota  de la cobra que se instaló en el jardín de su embajada en Nueva Delhi. (Ver nota más adelante)

Hasta ateos que se equivocan diciendo «amén» rezaron en la partida de Sánchez Juliao.

Descanse en pos de ficciones más allá de la vida, que ésta nos la hizo grata a millares.

«David era una fiesta», como cantó el poeta José Luis Díaz-Granados
encargado del obituario. Dios nunca rió, pero el Crucifijo de la Iglesia de Cristo Rey se carcajeó con estas exequias.