Un acróstico para el gran ausente
R aza brava la tuya Ramón; de caminar montañero; antioqueño de cepa.
A mable por el encaste caldense, de embestida radial sin peligro, noble y franca.
M anso en su querencia familiar. Casi fiero, si le profanan sus ritos taurinos.
O rador castellano y fino bajo el sol, poeta de seda y oro y con de trueno bajo la lluvia.
N arrador de leyendas de sangre y arena, insobornable en el corazón y en la palabra.
O rgulloso imaginario de la fiesta, ella es la vida de su corazón y sin ella su corazón se muere.
S e extasía con lo clásico y es exigente con los cánones, refinado y serio.
P rofeta del toro al mugir en la puerta, lo dibuja y lo recita; si es bravo o manso, si es bello y noble.
I nspirado pintor del torero, dibuja su traje y su capote, sus pases, su mando, su arte y su temple.
N unca olvida sus amores, su hogar, su _Medellín y su Manizales del alma.
A la que desde todos los redondeles, como a su novia, le lanza enamorado sus piropos de niño y sus besos de abuelo.
M uchacho de ferias también, con mirada de ángel a su bella Macarena en la blanca capilla.
A segurando eso sí, sus parranderos amigos de radio, que en remates es el diablo y el menos santo
R ecia y solemne contextura, picador seguro y en sus puyas, picante.
U n banderillero elegante, dejando en su sitio varios pares de versos a cada toro.
L as verónicas y los naturales lentos en sus relatos, también merecen los olés en los tendidos.
A ntes de darle como los toreros, un beso a cada puñado de arena en esta plaza de sus amores.
N unca en cincuenta años faltó aquí y le duelen las despedidas, cada vez más lentas.
D ando sensación de no querer decir adiós, porque es darle una estocada al corazón.
A migo Ramón, bonachón y sonriente, en este redondel, siempre seguirás siendo el rey
La apostilla: El Padre Escobar Sanz, que don Ramón siempre consideró gran aficionado de hueso colorado, redondea así el postrer homenaje al Maestro cuyas cenizas descansarán desde el 6 de enero en la cripta de la Catedral de Manizales: Dios te lleve de la mano. Gracias del amigo al amigo. A este alumno, la hidalguía del maestro se le grabó en la piel.