Sinsentido, la Niña-el Niño, Colón-colono, ¡siquiera!
“No hay vida sin sinsabores, ni sociedad sin sinvergüenzas, ni periódicos sin sinsentidos”, era ésta la cantaleta de Jacinto Cruz de Elejalde después de trasegar medio frasco de guaro; y, seguramente sin tragos, Cervantes puso en boca del adolorido, sinventura y enamorado Cardenio estas palabras: “-Yo, Dorotea, soy el que me hallé presente a las sinrazones de don Fernando, y el que aguardó oír el sí que de ser su esposa pronunció Luscinda” (Don Quijote de la Mancha, I-XXIX). Además de los cuatro que aparecen en los dos ejemplos, el castellano tiene otros sustantivos compuestos de la preposición ‘sin’ y un sustantivo: ‘sinjusticia, sinnúmero, sinsabor, sinsustantcia, sinvivir’. Un agudo lector, cuyo nombre volví a olvidar, me hizo notar el mal empleo del nombre ‘sinsentido’ en estas dos frase de un editorial de nuestro periódico: “…frases disonantes, groseras, sinsentido…”; “…se enfrascaron en discusiones sinsentido…” (XII-28-11). Y está mal empleado, por supuesto, porque en ellas no se trata del sustantivo mencionado, sino de un complemento circunstancial, introducido por la preposición ‘sin’, así: “…frases (…) sin sentido…”; y “…discusiones sin sentido”. Evidentemente, para emplearlos como sustantivos, deben seguirse las reglas que los rigen, por ejemplo, “los sinsentidos (sujeto) de la política”; “el corazón tiene sinrazones (complemento directo) que la razón no comprende” (parodiando a Pascal); “el gobierno le brindará ayudas a un sinnúmero (complemento indirecto) de damnificados”; “la vida sin sinsabores (complemento circunstancial) es monótona”. ‘Sinventura’ no sigue estas normas, porque es un adjetivo calificativo, sinónimo de ‘desventurado’. Aunque bien podrá sustantivarse. ***
¿Qué será una “niña precedente”? La respuesta la debe tener el general Álvaro Valencia Tovar, porque en su columna del 3 de enero del recién comenzado 2012 esto escribió: “La diversidad climática (…) descargó su ira en la infraestructura vial, aún no repuesta del fenómeno de la niña precedente”. Si alguno de los acompañantes de Fermín López pudiera regresar a estos parajes en la época que vivimos, y leyera esto, nada entendería, porque en su tiempo no se conocía el fenómeno meteorológico, o, por lo menos, no había sido bautizado con ese nombre. Y más confundido habría quedado si hubiese leído esta otra oración del mismo escrito: “Si la niña no retorna con sus desastrosos caprichos y el niño no la reemplaza con su sequías aniquilantes…”; y, tal vez, habría exclamado “¡qué muchachitos tan malcriados!”. Pero si el columnista hubiese escrito “…aún no repuesta del recién pasado fenómeno de la Niña” y “si la Niña no retorna con (…) y el Niño no la reemplaza…”, el viajero del tiempo habría pensado que algo extraño había ocurrido; habría preguntado, entonces, y alguien le habría dado la explicación pertinente. Esto es que, tanto el Niño como la Niña, son dos fenómenos naturales bautizados con esos apelativos, es decir, que éstos son nombres propios, que deben escribirse siempre con mayúscula inicial. Además, el hipérbaton es una figura de redacción de la que no se debe abusar (“fenómeno de la niña precedente”), para no salir con frases como la glosada, o como ésta: “Vendo medias para señoras elásticas”. ***
El señor Jaime Enrique Sanz Álvarez desea saber si el apellido de Cristóbal, ‘Colón’, tuvo alguna relación con los vocablos ‘colono, colonia, colonizar’, etc. De ninguna manera, porque muchísimos años antes de su aventura, los romanos tenían ya la palabra ‘colonus’ para designar con ella a quien ‘cultivaba’ la tierra, porque, precisamente, ‘colonus’ procede del verbo latino ‘colo-cólere’ (‘cultivar, labrar, cuidar’). ‘Colono’ se le dice a “quien habita en una colonia”; también al “labrador que cultiva y labra una heredad por arrendamiento y suele vivir en ella”. Y ‘colonia’ es “el conjunto de personas que van de un país a otro para poblarlo y cultivarlo, o para establecerse en él”; también “territorio fuera de la nación que lo hizo suyo, y ordinariamente regido por leyes especiales”, como Colombia en la época por todos conocida. ¿Y el apellido ‘Colón’? Sabemos que ‘Cristóbal’ significa “portador de Cristo”, ‘Christóforus, en latín. ¿Colón? La carta en la que, en este idioma, Colón da cuenta de su descubrimiento, impresa en Basilea en 1494, comienza de esta guisa: “Epistola Christoferi Colom…” (“Carta de Cristóbal Colom…”). Y hay quienes dicen que a veces escribía ‘Colomo’. En un documento de 1470 se lee: “Cristóforo Colombo, hijo de Doménico, de más de 19 años”. Según los expertos, no se sabe cuándo este apellido dejó de ser ‘Colombo’ para pasar a ‘Colom’ y luego a ‘Colón’. En inglés, dicen ‘Columbus’. Y, en latín, ‘columba’ es ‘paloma’. ¿Tendrá entonces relación el apellido del navegante que nos descubrió con este animalito, símbolo de la paz? ¡Averígüelo Vargas! ***
‘Siquiera’, así, desempeña varios oficios en la oración, entre ellos el de ‘interjección’, como en esta exclamación de la señora Marina Leonor Velásquez Arango: “…si quiera se acabó este año…” (LA PATRIA, XII- 28-11), que debió escribir de esta manera: “¡Siquiera se acabó este año!”, vale decir, “¡Gracias a Dios se acabó este año!”. Sí, señora, ¡siquiera se acabó!