Finalizó la guerra de Irak
Termina así una guerra que iniciaron George W. Bush y la “armada invencible”, conformada por países aliados que pensaron que sería una invasión rápida y exitosa. Sin embargo es fácil empezar un conflicto militar pero es difícil terminarlo: esta contienda concluyó en silencio, con muy pocas celebraciones; fue una retirada sin gloria que deja a Estados Unidos herido en su orgullo, empantanado en Afganistán, desacreditado por las transformaciones en los países árabes y con nuevos países disputándole el petróleo.
El presidente Obama saludó a los últimos soldados que regresaron de Irak y dijo que el país los necesita para reconstruir la economía nacional. Definitivamente este conflicto contribuyó a forjar la crisis que golpea la nación más poderosa del mundo.
Causas de la invasión
Todo empezó el 11 de septiembre de 2001 cuando la primera potencia del mundo fue golpada por el peor ataque terrorista de su historia. Para el pueblo estadounidense los ataques contra el World Trade Center y contra el Pentágono fueron más pavorosos que el bombardeo a Pearl Harbor, porque fue un golpe al corazón, al orgullo. Como respuesta la administración de George W. Bush acusó a la organización yihadista de Al Qaeda, dirigida por Osama Bin Laden. De este modo se preparó la alocada y ciega guerra contra el terrorismo; un enemigo sin territorio, con armas no convencionales, alimentado con una sólida ideología y distribuido por todo el mundo.
En este ambiente entran en escena los países bautizados con el nombre de Eje del Mal. Meses después de iniciar la invasión y ocupación de Afganistán el presidente Bush acusó al gobierno de Sadam Hussein de poseer armas de destrucción masiva y de tener vínculos con Al Qaeda. Hussein se había caracterizado por su violento antagonismo contra los Estados Unidos y en él encontraron, Bush y sus halcones, la disculpa perfecta para vengar los atentados del 11 de septiembre.
Las invasiones a Afganistán e Irak las justificaron con mentiras, falsificando pruebas. El Secretario de Estado Norteamericano, Colin Powell, un respetado militar, en sesión del Consejo de Seguridad de la ONU (5 de febrero de 2003), presentó “pruebas” de las armas de destrucción masiva en poder de Hussein. Mostró unas fotos y un frasco de ántrax; sin embargo dos años después, cuando había renunciado al cargo, dijo en una entrevista que su discurso en las Naciones Unidas había sido “un episodio doloroso en mi vida y que quisiera borrar”. Y en el año 2007 Alan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, aseguró que el verdadero motivo para invadir a Irak era controlar las gigantescas reservas de petróleo y evitar que la Unión Europea o las nuevas potencias como China e India tuvieran acceso a ellas.
La invasión se preparó con mucha rapidez. Después de presionar al Consejo de Seguridad de la ONU con la presentación de las supuestas pruebas, para que aprobaran una resolución apoyando la invasión, el presidente Bush logró la colaboración de países “amigos”. La alianza estaba conformada por Estados Unidos, Reino Unido, España, Portugal, Italia, Polonia, Dinamarca, Australia, Hungría, Checoeslovaquia, Eslovenia, los estados bálticos, Malta, Chipre, Israel y Kuwait. En nuestro continente Colombia jugó, de nuevo, el papel de Caín de América. Pero hubo un rechazo global contra la guerra y la oposición sufrió el repudio de países poderosos como Francia, Alemania. Bélgica, Rusia y China.
El 16 de marzo de 2003 se realizó la Cumbre de las Azores, donde los líderes anunciaron un ultimátum al gobierno de Hussein para que se desarmara; participaron el británico Tony Blair, el español José María Aznar y el portugués José Durao Barroso. El 20 de marzo comenzó el ataque contra Irak, sin el mandato expreso del Consejo de Seguridad de la ONU.
Todo marchaba sobre ruedas. El 1 de mayo de 2003 el presidente Bush, desde la cubierta del portaaviones USS Lincoln, anunció el fin de las principales operaciones militares, con las palabras “Misión cumplida”. Después del derrocamiento del gobierno de Hussein la coalición proclamó la victoria, cayó la capital y con la ocupación del país las fuerzas invasoras reorganizaron el ejército y la policía. Se comprobó que Irak no poseía armas de destrucción masiva. Pero se conoció la realidad de la guerra: los desmanes de los invasores, las torturas y las infamias cometidas en las cárceles, especialmente en las de Abu Grahib y en la de Guantánamo. Más tarde, en 2010, la página Wikileaks publicó los Registro de la Guerra de Irak del Departamento de Defensa de Estados Unidos, donde salen a la luz el uso sistemático de torturas y las cifras de muertos y heridos.
Consecuencias de la guerra
En un conflicto todos pierden. Según el presidente Bush las razones para la invasión fueron eliminar las armas de destrucción masiva, cortar el apoyo de Hussein al terrorismo y lograr la libertad del pueblo irakí. Sin embargo las armas no se encontraron, y se comprobó que Hussein no era aliado de Al Qaeda, tampoco se logró la cacareada libertad del pueblo: Irak es un campo de batalla donde etnias y corrientes islámicas luchan por el control político; el ejército norteamericano dejó miles de viudas y huérfanos, un país destrozado y una nación fragmentada.
Pero los estadounidenses también perdieron: murieron 4.484 soldados, fueron heridos cerca de 32.000 militares e “invirtieron” 800 mil millones de dólares. Además la guerra les aportó el odio de millones de nuevos enemigos. Hoy cambió el mapa político pues en el norte de África cayeron varios dictadores y en la región creció la hostilidad hacia Estados Unidos e Israel; la poderosa nación perdió también el petróleo, la verdadera razón de la invasión.
El presidente Obama cumplió con su promesa de retirar las tropas de Irak y anotó al respecto que “nuestras fuerzas armadas son la institución más respetada en el país”. Deberá aprovechar la coyuntura para soñar con la reelección pues no la tiene fácil, debido a la tremenda crisis económica.
Por último, a Irak le quedó, además, la guerra civil; el 22 de diciembre hubo una escalada de actos terroristas en Bagdad, con un preocupante resultado: 57 muertos y 200 heridos debido, aparentemente, al enfrentamiento entre grupos chiitas y sumitas. La ola de violencia continuará como consecuencia lógica de nueve años de invasión. Y el petróleo sigue como protagonista.