21 de mayo de 2025

Ramón Marín Vargas (1915-1966)

5 de diciembre de 2011

Entre otras cosas, más de uno debe pensar que el mencionado ciudadano estuvo asociado al deporte, mas no al pensamiento creador, al diálogo que dignifica y construye. Pero la realidad es otra.

Con la debida dispensa de mis lectores -habituales y ocasionales-, voy a dedicar estas breves líneas, con devoción filial, a la memoria de mi padre Ramón Marín Vargas, un ser humano excepcional, un extraordinario caldense, por la sencilla razón de que el próximo 10 de diciembre se cumplen 45 años de su ausencia definitiva de este mundo de tristeza. A la sazón, la muerte lo sorprendió a sus 51 años de edad.

En él se conjugan una serie de condiciones singulares que le otorgaron plena madurez humanís-tica e intelectual en el transcurso de una parábola vital admirable, que culminó con un breve pero fecundo peregrinaje en el servicio público, las leyes, las letras y la política como ‘el ejercicio más alto de la inteligencia’, según sus propias palabras.

Marín Vargas fue un hombre de provincia, de origen humilde, que vino de abajo y escaló altas dignidades del Estado gracias a su consagración al servicio de los intereses comunes, a su concepción del Derecho, a su respeto por la dignidad humana y la verticalidad insoslayable de sus convicciones políticas. Combatió, sin sectarismo, todas las formas de tiranía y, hasta el último aliento de su vida, defendió el ideal libertario que fortalecía el gran destino de una nacionalidad sustentada en valores éticos y principios morales. Así mismo, advirtió que ‘no hay una sola gota de sangre que justifique el bienestar del mundo.’

Su apego a las leyes de la República y a la normas de la convivencia pacífica lo llevó a ser ma-gistrado del Tribunal Superior de Manizales, decano de la facultad de Derecho de la Universidad de Caldas, donde también impartía su cátedra sobre Derecho Constitucional, recordada más como un foro respetuoso y abierto que como un magisterio rígido.

Como funcionario, cedió su carácter y serenidad a cargos como secretario de Gobierno de Ma-nizales, Contralor y Personero Municipal; fue elegido concejal, diputado, representante a la Cámara y senador de la República. Finalmente, fue el último gobernador civil del gran Caldas. Entre paréntesis, mi padre sostuvo que salía más pobre de lo que entraba a un cargo público. Vivir para ver.

En asocio de sus cuñados Ocampo Avendaño, fue fundador y director del diario liberal “La Mañana”, desde donde libró decididas batallas por los ideales de la democracia, de la justicia y la libertad. Después de 4.841 valerosas ediciones, de controversias, tanto ideológicas como intelectuales, clausuró su circulación por insalvables problemas económicos. No obstante, transcurridos más de 60 años, sus análisis de la vida regional, sus percepciones de la actividad partidista, sus razonamientos y denuncias sobre el declive de las costumbres políticas, parecen escritas, con fina pluma y profundo discernimiento, en el diario que apenas circula esta mañana.

Ahora que el liberalismo trata de recuperar su espacio histórico y su peso específico en Colom-bia, resulta saludable echar un vistazo a la vida transparente de quien no solo fue miembro de la Direc-ción Nacional, sino presidente del Directorio Liberal de Caldas en repetidas ocasiones, con la intención de repasar sus enseñanzas sobre el ideario social y las libertades individuales.

Porque Ramón Marín Vargas, un auténtico conductor de la colectividad, fue un intelectual de carácter, reacio a los falsos fulgores del éxito instantáneo, a las truculencias del oportunismo rampante, a la emboscada creciente de las mediocridades, de la misma manera que siempre fue ajeno al primitivismo político del reparto de curules, puestos y prebendas, mientras permaneció indemne a la vanidad de las pequeñas cosas y a las bagatelas de la politiquería y del manzanillismo. ¡Cómo cambian las cosas, cuando ser corrupto está de moda!

Al cierre, retomo la reflexión final que hice hace 22 años cuando se inauguró, justamente, el Coliseo Menor con el nombre de mi padre: ‘Parece que sí existe la memoria del olvido.’