20 de mayo de 2025

«Chespirito» está más vivo que nunca

9 de diciembre de 2011
9 de diciembre de 2011

chespirito
Roberto Gómez Boñalos y su esposa, Florinda Mesa, se confunden en un solo beso, como si apenas se hubieran enamorado ayer.

Un hijo de Gómez Bolaños, Roberto, quien lleva el mismo nombre de su padre, desmintió el rumor y dijo que el artista se encuentra más vivo que nunca. Todavía más. Está de vacaciones con su esposa, la actriz Florinda Mesa, conocida por su personaje de Doña Flrinda.

"Murió de un ataque cardíaco", decía la falsa noticia que daba cuenta de que "Chespirito" no nos acompañaba más en este valle de lágrimas. Por fortuna, resultó falsa.

Pimpinela, el secreto de la magia del dúo con el que creciste

pimpinela

Los Pimpinela andan en gira artística por el Perú. Pasan los años y siguen cantando igual o mejor. Muchas generaciones que crecieron con sus canciones. Cómo no recordarlos en esos reproches que constituyen un espejo de la viva realidad?

MARÍA PÍA BARRIENTOS, de "El Comercio", los pilló y naturalmente habló con ellos. Una entrevista llena de anécdotas, episodios tristes, pero también cosas buenas. Los invitamos a devorarla.

Redacción Online
El Comerico, Perú

Tenía 8 años. Se puso el vestido rojo de mamá, se calzó esos tacos negros que le bailaban en los pies, se pintó los labios, se embarró los ojos con sombras negras y se puso las argollas doradas que ella jamás le dejaba tocar. Presionó play en la radio. El casette empezó a girar. Agarró un cepillo y empezó a cantar con su voz de pito: “A esa que te aparta de mí, que me roba tu tiempo, tu alma y tu cuerpo; ve y dile. (¿Qué quieres?, replicaba la voz masculina) Que venga, que tenga valor, que muestre la cara y me hable de frente si quiere tu amor”. Luego, de pronto, mamá llegó. La encontró infraganti. Empezó a reír.

Seguro muchos guardan recuerdos como este y es que Pimpinela marcó la niñez de miles, quienes interpretaron en las actuaciones del colegio sus canciones, que se hicieron pasar por amantes, por mujeres despechadas, por hombres arrepentidos que decidían volver. Lucía y Joaquín Galán nos enseñaron lo que era la pasión, lo que era el loco amor.

Han pasado los años. Lucía Galán, pelirroja como siempre, hoy tiene 55 años; Joaquín 50, pero hoy están de vuelta en Lima después de 16 años de su última visita en la capital. Han regresado para hacernos sentir una vez más. Ahora nos cuentan en qué radica el éxito de su carrera, esa que ha durado 30 años.

Yo he crecido escuchando sus canciones. Son muy pasionales. ¿Hacen catarsis cuando están en el escenario?

L: Sí. Hacen catarsis abajo y uno también lo hace arriba. Cada una de las historias representan momentos de nuestra vida por separado, con nuestras parejas, entonces uno se emociona permanentemente. Uno recuerda ese momento, te enojas o lo vives como si fuera el presente, entonces creo que es ahí donde se produce el contacto con la gente. Cuando estás arriba del escenario cantando y te están pasando cosas por dentro, inmediatamente hay una comunicación invisible, etérea, mágica con un público al que también le pasan cosas. Eso es lo que hace un artista: transmitir.

¿Cuál es el secreto de la magia de Pimpinela? El secreto que ha permitido que tengan una carrera de más de 25 años.

J: Si supiéramos el secreto… imagínate. Yo creo que primero ha sido hacer algo distinto. Eso nos dio la posibilidad de que la gente se sentara a vernos. Luego, cuando lo veían, nosotros lo vivíamos, somos los personajes que estamos interpretando. El que lo que hagas, lo hagas con pasión y con sentimiento también te hace perdurar. Y lo otro es el trabajo, la disciplina. Hay muchos genios que no han podido lograr un objetivo. Yo creo mucho más en la gente que tiene talento, pero también tiene la perseverancia.

Lucía, en el 2006 atravesaste un problema de salud complicado (sufrió una isquemia cerebral que produjo una parálisis en su mano, brazo y pierna del lado izquierdo), ¿qué fue lo que te impulsó para recuperarte y después poder volver al escenario?

L: Mi primer y único impulso fue mi hija. Después, si esa recuperación podía abarcar mi vida profesional y permitir que me pueda volver a subir a un escenario, perfecto, más agradecida todavía. Pero mi principal preocupación era Rocío (su hija de 14 años, en ese momento tenía 9), poder estar bien como mujer y como madre. Esa era mi única meta, mi única prioridad y la razón por la que iba todos los días a rehabilitación a hacer mi terapia. Después se dio que pude subirme de nuevo al escenario y poder seguir con mi trabajo, que también es lo que amo, pero mi motor principal es y seguirá siendo ella.

De todas manera se sintió mucho miedo.
L: Sí, por supuesto. Fue una situación muy traumática. Estábamos de gira en México, en Zacatecas, y que de pronto te veas imposibilitada y con la mitad del cuerpo paralizado… Estaba mi hija también conmigo. Fueron momentos de mucha crisis, mía, familiar, laboral, una revolución que nos tocó a todos, como un tsunami general. Pero luego las cosas se fueron calmando. Yo soy una persona muy creyente, obviamente rezaba, pero también iba siempre a hacer mis ejercicios. No bajaba los brazos. Bueno; no bajaba uno, porque el otro lo tenía paralizado (risas)… Un chiste malo… Pero bueno, a*ahí fue como la vida me dio la oportunidad de estar bien de nuevo*.

Y ahora también tienen a sus hijos cantando, con ustedes (A Rocía, hija de Lucía, y a Francisco, hijo de Joaquín). ¿Cómo se siente eso?

J: Es muy emotivo. Cada uno a su manera ha empezado a hacer esto. Francisco, de 21 años, tiene su grupo y Rocío está en el colegio, pero también tiene sus clases de canto, de baile y de actuación. En el futuro quiere ser una artista, ya lo es. Así que juntarnos los 4 en un estudio y cantar una canción juntos fue muy loco; como el disco: “Estamos todos locos”.

¿Y están todos locos?
J: El mundo está loco. Ellos tienen esa locura de los artistas, de ser soñadores, creativos, esa locura sana, necesaria para sacar lo que uno tiene dentro.