18 de mayo de 2025

El relevo en el Partido Liberal

25 de diciembre de 2011
25 de diciembre de 2011

Lo que asume no es la herencia de su padre, sino el patrimonio y el legado de 150 años de luchas y de conciliaciones que nunca han representado la imposición de un punto de vista sino el consenso alrededor del cual la colectividad decide desarrollar su actividad y proselitismo político. Por eso directores únicos del Partido Liberal han sido solo presidentes -que estaban más allá de las luchas de facciones – o candidatos presidenciales en ejercicio -quienes competían a nombre del Partido con rivales de otras agrupaciones.

No es tanto la juventud como la falta de trayectoria lo que deja mucho que desear en cualquiera que en solo 4 años llega a tal responsabilidad. La inteligencia y la habilidad pueden ser camino para ‘hacerse coronar’ en cualquier actividad; pero no garantizan ni son referencia suficiente de otras capacidades que el dirigir o gobernar requieren. La madurez y la experiencia son características que deben acompañar a quien supone representar no solo una tradición y una historia sino el consenso de diferentes vertientes.

De hecho la forma en que se produjo el supuesto acceso al cargo no habla bien no solo de quienes lo designan sino también de quien lo recibe. El foro donde fue escogido fue caracterizado por la ilegitimidad (unos directores que acabaron con el Partido, y como lo demuestran los resultados electorales, ni las tradicionales huestes liberales comparten la orientación que estos daban, ni los consideraban sus voceros); por la deshonestidad (la manipulación de ‘resoluciones’ en lo físico y la falsa argumentación en lo ideológico) y la ilegalidad (como lo estableció el órgano competente para hacer tal calificación). Hasta caricaturesco es que la supuesta ‘Constituyente’, sin facultad para emitir tal designación, decide que para hacerlo se convierte de un día para otro en ‘Convención’.

Pero más grave que lo espurio o lo poco idóneo, es el contenido de lo que representa y a nombre de lo cual se pretende ejercería esa dirección.

El Partido Liberal ha sido el del ‘vocero de las minorías’, como lo describía López Michelsen para explicar que, a diferencia de quienes tienen poder, los marginados para hacerse oír requieren unirse alrededor de la vocería de un partido; o una ‘coalición de matices de izquierda’ como decía Lleras Restrepo, entendiendo por esto la tendencia de quienes propenden por cambios hacia modelos más ‘sociales’; o el ‘Partido del Pueblo’ como lo han mantenido sus estatutos; o el de la afiliación a la Internacional Socialista por insertarse en la línea socialdemócrata.

No ha sido el GPL –Gran partido Liberal- el que defiende la no intervención del Estado y la libertad para que el interés particular y el de quienes tienen los poderes dentro de la sociedad sea impuesto sin limitación por ‘las fuerzas del mercado’; ni el que apoya el modelo neoliberal, o, el abandono del Estado de su papel frente a los derechos de los ciudadanos. No ha sido ni pretendido ser -como lo propuso el padre del ‘elegido’- ‘el Partido del Centro’ .