25 de abril de 2025

A mi padre, la bendición de papito Dios

4 de diciembre de 2011

Estas palabras son de Johan Steven Martínez, un niño que asombró a los colombianos por su serenidad para asumir el vil asesinato de su padre, el sargento José Libio Martínez, el secuestrado más antiguo de las Farc, asesinado la semana anterior de la manera más cobarde y cruel.

La trágica historia del pequeño Johan es otra huella de rabia y dolor, que este grupo guerrillero deja en los niños colombianos. El 17 de marzo de 2000, el Frente Aurelio Rodríguez de las Farc asaltó el corregimiento Santa Cecilia, del municipio de Pueblo Rico, Risaralda. Durante el combate secuestraron al cabo José Norberto Pérez.

Por mucho tiempo su hijo, Andrés Norberto, que de apenas doce años tenía los días contados debido a un cáncer terminal, rogó para que le devolvieran a su padre. A través de los diferentes medios de comunicación, Andrés les pidió a las Farc que le permitieran morir al lado de su padre. "Usted, señor Manuel Marulanda , busca un intercambio de soldados y policías por guerrilleros enfermos, pero sé también que usted, como colombiano que es, va a hacer conmigo una excepción permitiendo que yo muera tranquilo al lado de mi padre"; dijo en alguna ocasión.

De nada valieron las súplicas del niño ni la movilización de los colombianos que se volcaron a las calles pidiendo a Manuel Marulanda que liberara al hombre. Andrés murió el 18 de diciembre de 2001 abrazando la foto de su padre, a la espera de que la voz tierna de él le diera el último adiós.

No tuve la oportunidad de compartir con el padre de Andrés, aunque en alguna ocasión estuvo en el mismo campamento en el que me mantenían secuestrado, desde allí escuchaba los gritos pidiendo que lo liberaran para poder ver a su pequeño Andrés. Poco después fue entregado al Frente 34. El 4 de abril de 2002, cuatro meses más tarde de la muerte de su hijo, las autoridades hallaron el cadáver del cabo en zona rural de Granada, en Antioquia. Los guerrilleros que lo tenían secuestrado le dieron un tiro en la cabeza y dos en la espalda cuando trataba de escapar.

Ahora se repite la historia con Johan Steven, el hijo de José Libio Martínez. Su edad coincide con el tiempo que su padre duró en cautiverio. Llevaba seis meses en el vientre de su madre cuando, en diciembre de 1999, las Farc secuestraron a su padre.

Cada diciembre ponía sobre el pesebre la foto de su progenitor, esperando que lo liberaran. El país se familiarizó con este niño y José Libio lo oyó crecer por radio. En sus pruebas de supervivencia, le decía que tomara clases de guitarra. Un empresario, antioqueño, le regaló el instrumento.

Esta masacre, cometida contra José Libio y sus compañeros militares en completo estado de indefensión, constituye un recuerdo doloroso para el país. Refleja el grado de deshumanización de las Farc. Por eso, lectores, los invito a marchar este 6 de diciembre. Rechacemos indignados estos actos de barbarie.