¿Qué hay en unos nombres?
No nos consta si entre los personajes invitados por el erudito sonsoneño a sus micro-lingotes alcanzó a clasificar el General Manuel Jaime Guerrero Paz, el Comandante de las Fuerzas Militares de Colombia con los apellidos más contradictorios: Era al propio tiempo guerra y paz, como el título de la obra cumbre del ruso Liev Tolstoi.
Tampoco supimos si tuvo conocimiento de la existencia, en Armenia, Quindío, de doña María Antonia Cadena de Acero, la progenitora del inmolado periodista Ernesto Acero Cadena.
Sí vimos que capturó para su selección de nombres un tanto exóticos el del poeta Aquiles Pinto Flores, el embajador guatemalteco que cayó entre los rehenes de la toma guerrillera de la legación de República Dominicana, en Bogotá, en febrero de 1980.
Para continuar la línea de la predestinación que existe entre apellidos y oficios o situaciones, incluso paradojales, nos apoyamos en la singular colección que posee el sicólogo Luis Javier Jaramillo, empezando por los duetos: "Lindo y Maduro", una firma de comercialización de banano en Panamá, y "Torres y Varillas", firma de constructores en Lima, o la inmortal denominación de una Funeraria ubicada en la calle principal de la ciudad peruana de Iquitos, llamada "Modus vivendi".
Van algunos de los nombres expuestos recientemente en los medios: Andrés Contento: Ciudadano “descontento” por la gestión del ex alcalde Samuel Moreno, entrevistado por televisión, a raíz de su suspensión por parte del procurador Alejandro Ordóñez. "Inocencio" Meléndez, ex director Técnico del IDU que hacía contratos sin soportes y pedía grandes coimas a los Nule para todo el “equipo”, declarado culpable, no inocente.
Con un apellido de peligroso doble filo, es de la partida José Guillermo Machete contra quien existen cinco órdenes de captura por los delitos de desplazamiento forzado, homicidio agravado, concierto para delinquir y porte ilegal de armas.
Simbad Ceballos, gerente general de “Cisco Colombia”, empresa líder en “navegación” por Internet. Obviamente, nuestro Simbad no es ya el marino sino que navega por la fibra óptica. Escribe sobre Internet en el diario Portafolio.
En el fútbol hay dos casos de mucho silbato: Henry Gambetta, árbitro del balompié peruano, y Carlos Amarilla, pito paraguayo con apellido de tarjeta de amonestación.
Otra tanda bien sabrosa: Ramón Pequeño, jefe de operaciones antidroga de la Policía Federal de Méjico. Ana Botella de Aznar, la abstemia esposa del líder derechista español Jose María Aznar. “El Gordo”. (Nadie sabe que su nombre es Desidio Ramírez) fabricante de tamales tolimenses, el más exitoso de Bogotá, en el barrio Ricaurte. Consuelo Cerrada, directora nacional de Servicios Penitenciarios del INPEC. Luis Fernando Ternera Barrios. Vicepresidente de Fedegan. Adriana Vigilanza, abogada integrante del movimiento “Ciudadanía Activa”. Antonio Patriota, canciller brasileño. Domingo Díaz de Carreras, un crítico de la hípica chilena Y Horacio Batracio e Inventillo, nombre ficticio del compañero del atolondrado reportero Vicente Chambón, personificado por el comediante mejicano Roberto Gómez Bolaños.
La apostilla: Un ricachón de La Dorada que era todo un Casanova solía presentarse así ante las muchachas bonitas que iban de paseo al puerto caldense sobre el río Magdalena: “Mucho gusto. Soy José de las Fincas Casas. Tengo plata, tengo avión, tengo yate y tengo carros. Mis amigos me dicen Pepe, pero tú me puedes llamar Papi”.