MEDIO PAN Y UN LIBRO
Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoiewski, padre de la revolución rusa mucho más que Lenín, estaba prisionero en la Siberia, por desoladas llanuras de nieve infinita y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía : “Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera”. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua : pedía libros, es decir, horizontes, es decir escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco. Pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida”.
Quien habla de libro, invoca la palabra que es espíritu. La palabra es viaje, travesía, cambio de sitio, puntal para el vuelo, escape y liberación. La palabra desata las invisibles cadenas que amarran los ensueños del alma; es un grito de independencia. Quien la cabalga y domina es un rey que la sujeta para que no se encabrite y desborde. La palabra requiere de espolines que la inciten y de bridas que la gobiernen. Suelta se desboca, provoca tempestades, abate murallas, hunde en escombros las fortalezas que el hombre construye. Hay que vigilarla policivamente para prevenir los desórdenes que desata cuando es floja su custodia. La palabra es ruidosa en labios del demagogo, mentirosa cuando la utilizan los falsos profetas, fabricadora de castillos irreales en boca de los ilusos, semilla de eternidad en las homilías que se predican en los púlpitos. También es impulso y creación. Suya es la milagrosa agitación del parto, la cuna con sus balbuceos, los primeros andamiajes del lenguaje. La palabra es un chorro de luz que se convierte en cristal, es una fogata de relámpagos. Abre horizontes, descuaja sombras, penetra las sinuosas entretelas de la pasión, pacifica las tormentas de los enamorados, reconcilia a los contrarios, es la columna imperturbable de la amistad. No se puede amar sin la palabra.
La palabra es ventana para los flirteos, esquela que se desliza por debajo de los portones, es el primer soneto bisoño para la mujer en agraz. La palabra es embriaguez, nostalgia acumulada, es una rendija espiritual. No existiría el futuro sin la palabra, transmutada en fábrica de posibilidades. Estabiliza los imperios y también los pulveriza. La palabra es revolución o estancamiento. Alborada o véspero. Vida o muerte.
“Hágase” fue el verbo pronunciado por Dios como anticipo de los milagros que hicieron posible el universo. Desde entonces y para siempre, la palabra es dinámica, arco tenso, onda exploradora,flecha certera. La palabra hace, traslada montañas, achica distancias, ejercita alpinismos. Es arrebato, música celeste, panal, aroma enajenante. Puede ser laurel o corona de espinas. Mal utilizada, abre trágicas brechas. Por sus gárgolas puede fluir el odio y también enardecer en los delirios. Puede convertirse en sarcófago.
Pablo Neruda escribió frases de genio para hacerle una estatuaria de oro a la palabra. Escuchémoslo: “….son las palabras las que cantan, las que suben y bajan…Me prosterno ante ellas. Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras…Las inesperadas…las que glotonamente se espera, se acechan, hasta que de pronto caen…Vocablos amados… Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío. Persigo algunas palabras…Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema…Las agarro al vuelo, cuando van zumbando y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas…Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola….Todo está en la palabra…”.
Javier Arias Ramirez, del gran poeta de Caldas, hizo esta imaginativa apoteosis de la palabra : “ Las letras que se ligan y se añaden/que se juntan, se funden y se plasman/para formar un lúdico universo/ y esculpir el idioma con el noble metal de las palabras/yo las sigo, las traigo, las estrujo/las arrebato del aire, al tiempo, al rio/las llevo en mi cerebro y las acuño/para mi monedero de ilusiones./Conviven con mi voz, con mi memoria/diariamente en mi ser las acaricio/ las renuevo, las cambio, las maduro/las recorro con furia y las transito./ Cuando quiero inventarlas mi locura/las letras y palabras van conmigo/por todos los costados de mis sueños./ Yo las hago ascender, apasionado/ donde mi pensamiento queda libre/como cometa que rompió su hilo/ y las hago temblar con mis temores/y también confundir con mis abismos./ Yo las busco con rabia en mis vigilias/y también muchas veces con sigilo./Ellas son los luceros de mis noches/de mis trágicas horas las testigos./ Compañeras de duelos y quebrantos/de mis largos desvelos, de mi exilio./Yo las llamo con fuerza y las reclamo/y las quiero guardar en mis bolsillos/porque son las palabras y las letras/las únicas amantes que en la vida/hasta la muerte viajarán conmigo”.