29 de marzo de 2024

Los problemas del agua

7 de noviembre de 2011

Cuando no había acueducto los habitantes de la aldea salían a los solares de los ranchos, chuzaban los barrancos y recogían el precioso líquido; o simplemente traían el agua en canoas de guadua o arboloco, desde una cañada cercana.  La historia se repite; en la reciente tragedia miles de manizaleños acudieron a los taludes de avenidas y calles, buscando nacimientos o chorros, para recoger agua y por esta razón la sequía no fue peor.

Manizales, la capital del agua.

A los primeros pobladores de esta tierra les llamó la atención que la zona era una sola cañada y que brotaba agua de todas partes, por esta razón el pueblo se llamó, durante muchos años, “Cañada de Manizales”. Para quitarse de encima este feo remoquete, los fundadores trajeron al agrimensor Rómulo Durán quien tomó medidas y levantó el plano topográfico; pero tuvo cuidado en advertir sobre el control de las aguas. Sobre este último aspecto anotó que “Han quedado también fijadas topográficamente la posición y curso de las aguas y vertientes en que se podrán establecer y conservar fuentes públicas. En la hoya que forma la cuchilla de Manizales, es inmensa la cantidad de cauces que llevan agua viva, elemento precioso y necesario para la vida”.

El agrimensor analizó las dificultades que presentaba el terreno y que impedían el desarrollo urbanístico, por las numerosas cañadas y colinas que hacían imposible la formación de calles “pues donde usted mete el barretón, sale agua”; como solución propuso construir calzadas y rellenar las profundas depresiones. El Cabildo, presidido por Miguel M. del Valle, promulgó un Acuerdo (16 de julio de 1864) acogiendo la propuesta del agrimensor, que convertía la aldea en pueblo o en ciudad. Un aspecto importante del plan de desarrollo urbano era el sistema de banqueos y rellenos, que puso en práctica el dicho de los fundadores “En Manizales para levantar un rancho, hay que hacer primero el terreno”.

Así se inició el relleno de profundas cañadas por medio de calzadas y el banqueo de cerros y colinas para nivelar las calles y plazas; estos banqueos, con cortes de 12-16 metros, indican los esfuerzos llevados a cabo por esa generación de manizaleños. Para tener una idea de lo que era la aldea a los 15 años de fundada y los cambios que se le hicieron al terreno para que dejara de ser la “Cañada de Manizales”, es conveniente prestar atención a los siguientes casos expuestos por el historiador Luis Londoño, en su libro clásico sobre la historia de la ciudad: La calle del Mico, o Calle de Elías González, que era la entrada obligada de las personas que venían de Neira, presentaba un verdadero precipicio conocido con el nombre de la Cañada de Pepe Mico (Decían que por aquí sólo se podía pasar a caballo, con sombrero, ruana y con zamarros, porque chorreaba agua por todas partes), sin embargo fue rellenada y convertida en una calle larga con “preciosos edificios”.

Para hacer el parque de Bolívar fue necesario realizar un enorme banqueo que tenía un desnivel de más de 12 metros de altura, y para formar la Plaza de los Fundadores hubo que banquear una enorme colina llamada El Alto de Ño Pedro Zapata (y dicen que aquí los nacimientos de agua parecían quebradas subterráneas).
Pero el lugar donde se construyó la plaza de mercado (donde hoy está la Plaza Alfonso López) era una sola cañada llena de agua, o un cerro rodeado de cañadas al norte, al oriente y al sur; los cerros se banquearon con ayuda del agua y con esta tierra llenaron los precipicios. De este modo formaron calles transitables para vehículos de ruedas y levantaron edificios en los cuatro costados de la plaza. Y para rematar afirmaban los manizaleños: “El pueblo no solo está construido en un inmenso charco de agua, sino que está rodeado de bosques con la mejor agua de Antioquia”.

En varias ocasiones la ciudad se ha quedado sin agua a causa de los derrumbes que produce el invierno. Recordamos los daños de 1981 en la planta Luis Prieto y noviembre de 2008, en la quebrada de El Perro,  cuando una avalancha dañó parte de la tubería. Pero hoy la avalancha del 19 de octubre, que arrasó la tubería que abastecía  de agua potable a más de 370 mil manizaleños, dejó al descubierto la negligencia de los funcionarios; las autoridades suministran el precioso líquido con carro-tanques, y la comunidad, como antaño,  empezó a chuzar los barrancos en procura del agua.

La nueva tragedia

Pero las desgracias no llegan solas y el sábado 5 de noviembre una nueva tragedia azotó a los habitantes del barrio Cervantes, porque se produjo un deslizamiento como consecuencia de la saturación del suelo por las lluvias, falla en el sistema de drenaje y debilidad del terreno. Hoy se dice que la ciudad estaba en alerta roja desde el 30 de octubre y que se pueden producir otros deslizamientos.

La nueva desgracia superó, por sus dimensiones, los problemas que trajo la escasez del agua, pues hasta el momento de escribir estas líneas había un lamentable saldo de 35 personas fallecidas y 14 sobrevivientes;  se calcula que la cifra podría ascender a 49 muertos.

En estos recientes desastres observamos la solidaridad del pueblo de Manizales lo que hace recordar las duras pruebas del pasado: incendios, terremotos, frecuentes derrumbes en los barrios populares y los rugidos del nevado de El Ruiz.

Hoy los manizaleños recuerdan la campaña de solidaridad que, en 1985, ayudó a crear un clima de confianza para superar la crisis, apoyándose en su propia historia. Los mensajes eran claros “Bajo este cielo existe una raza orgullosa de su pasado y segura de su provenir”, “Manizales, el mayor desafío de una raza”.