28 de marzo de 2024

Un Congreso suicida

9 de octubre de 2011

El Congreso Colombiano tiene la imagen negativa más alta entre las entidades gubernamentales (ese es un verdadero récord en un país como este) y, con contadas excepciones, sus miembros representan la decadencia y la vulgarización de la política.

Al ‘templo’ de la democracia han llegado, impulsados por las mafias electoreras, siniestros personajes que solo piensan en contratos y en cómo llenar sus insaciables bolsillos. Muchos de los que hoy tienen credenciales de Senadores o Representantes a la Cámara, en otros tiempos no habrían clasificado ni para porteros del Capitolio.

Pero la política es dinámica y los tiempos cambian. Hay que aceptar con resignación que la inteligencia fue relegada por los electores a un segundo plano, para darle paso a la habilidad que tienen algunos de ‘estructurar’ torcidos, chanchullos y comprar consciencias.

Digamos que esa actitud encuentra ‘justificación’ en la maldad, en la avaricia, en las turbias intenciones de aquellos que ven en la política una oportunidad para enriquecerse y en la estupidez de los que venden su voto al mejor postor. Lo que sí no tiene una explicación lógica es que el Congreso cada día ceda un poco más sus funciones y se convierta en un convidado de piedra, en un apéndice de las otras ramas del poder público.

Por más malo que sea el Congreso colombiano, lo cierto es que representa al pueblo y tiene unas atribuciones asignadas por la Constitución, entre las que se destaca la confección de las leyes. El tema del matrimonio entre parejas del mismo sexo, por ejemplo, debe ser, de acuerdo con la normatividad preexistente, estudiado por el Congreso y regulado por una ley de la República; sin embargo la Corte Constitucional se apersonó en su momento del asunto ante la mirada complaciente de los legisladores, que una vez más cedieron sus competencias.

Cuando de defender sus propios derechos se trata, el Congreso no es menos torpe: están a punto de aprobar una reforma a la justicia que deja al Gobierno y a las altas Cortes felices, mientras que a ellos (los congresistas) se les desconoce la más elemental garantía procesal, cual es la de tener derecho a la doble instancia ante jueces de rango diferente. ¿Qué sentido puede tener una doble instancia en cabeza del mismo juez, al interior de la Corte Suprema de Justicia? Sería tanto como exigirle objetividad e imparcialidad a una madre que tiene que evaluar la conducta de su hijo consentido.

Por el complejo que les produce el peso de sus culpas, los congresistas serán verdugos de su propia tragedia. Teniendo el poder y el derecho para cambiar su suerte, los miembros del Parlamento colombiano caminan a paso firme hacia el desastre. Conscientes de que cavan su propia tumba, a los congresistas no les queda más remedio que aceptar los designios de otros
funcionarios públicos que tienen más agallas e inteligencia.

La ñapa I: Ojalá los miembros de la junta directiva de Fedegán sean tan proactivos como lo han sido últimamente, cuando de dar explicaciones ante las autoridades judiciales se trate. Estaré muy pendiente de ustedes señores.

La ñapa II: En una misma semana pasaron a mejor vida dos titanes de los negocios: Steve Jobs y Julio Mario Santo Domingo. Paz en sus tumbas.El Heraldo.