28 de marzo de 2024

Lío, transido-a, sagaz-sagaces, poetiza-poetisa, apodos

16 de agosto de 2011
16 de agosto de 2011


efraim osorio

por  Efraim Osorio López
[email protected]Esta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla  

 

Por esto, en las crónicas sociales se habla con frecuencia  de ‘lío de faldas’, es decir, de un problema sentimental causado por mujeres.

Para los chinos, un ‘lío’ es una ‘coliente de agua’. En serio, un ‘lio’, además de “porción de ropa o de otras cosas atadas”, es, coloquialmente, un ‘embrollo’ (enredo, confusión), y, también, una “situación, escena, cuestión, etc., difícil de resolver o comprender”. Y, cuando es muy grave la situación en que nos encontramos, decimos “estamos en un lío de padre y señor mío”. Esa acepción, ‘una situación difícil de resolver’, es la que tiene ‘lio’ en el siguiente titular: “Lío de linderos entre dos conjuntos residenciales” (LA PATRIA, Denuncie, VII-29-11). Un inquieto lector se pregunta si, en vez de “lío de linderos”, debe decirse “lío por linderos”. Estudiadas a fondo las innumerables significaciones que dichas preposiciones les dan a los complementos que introducen, se puede afirmar que es castiza y precisa la expresión de la idea del redactor con ambas preposiciones, ya que éstas indican la causa o el origen de dicho embrollo. Por esto, en las crónicas sociales se habla con frecuencia de ‘lío de faldas’, es decir, de un problema sentimental causado por mujeres. Y en el caso de los susodichos linderos, fueron éstos los que dieron origen al lío por alguien denunciado. En otras construcciones debe emplearse la preposición ‘por’, verbigracia, “el lío se presentó por la colocación arbitraria de una cerca”. E, inclusive, se admiten otras preposiciones, según la estructuración de la frase, por ejemplo, “el lío empezó con la construcción, etc.”. O con un adverbio, verbigracia, “el lío empezó cuando…”. Pero éstos son ya otros cinco pesos. ***

Hace unos quince o dieciséis lustros, cuando la Avenida Santander aún se llamaba El Carretero, y de Versalles hacia el nororiente sólo había en Manizales “puros potreros” –como antes de la creación del mundo, según el niño del cuento-, de aquellos que morían se decía que “habían doblado la Curva de Fausta”. Y hace unos ocho siglos, años más años menos, a ‘morir’ se le llamaba también ‘transir’, del verbo latino ‘transire’ (ir más allá, traspasar). De este verbo, que todavía aparece en algunos diccionarios, sólo nos queda su participio pasivo, ‘transido-a’, que en un principio se empleó sólo para la locución “transido de frío”; hoy, lo utilizamos en expresiones que significan un grado intensísimo o muy severo de padecimientos físicos y morales, verbigracia, transido de dolor, transido de angustia, transido de hambre. En La Hora de La Verdad (VIII-3-11), el doctor Fernando Londoño Hoyos echó mano equivocadamente del citado participio en el editorial de ese día: “…hombre transido de honores…”. Según mi fuente, fidedigna como la que más, el doctor Londoño comete con frecuencia este desatino. ***

Misterio inescrutable para los estudiosos ha sido siempre la tendencia de muchos de nuestros paisanos a hacer del adjetivo calificativo ‘capaz’ uno invariable en número, pues dicen, por ejemplo, “no fuimos capaz de ganarles a esos troncos”. Este adjetivo, como ‘rapaz’ y ‘feraz’, hace el plural añadiendo la terminación ‘es’ y cambiando la ‘zeta’ por ‘ce’: ‘capaces’. Elemental. Lo mismo, por supuesto, se aplica a ‘sagaz’, que hace ‘sagaces’, instrucción que olvidó el periodista Álvaro Segura López en la siguiente oración: “…pues sólo priman los más sagaz para armar componendas…” (LA PATRIA, VII-24-11). ¿Ignorancia? -¡Imposible! ¿Descuido? –Tal vez; y falta de análisis, sin duda. ***

“Carmencita, mal que bien, poetiza”, es decir, hace versos, buenos o malos, pero hace versos, porque ‘poetiza’ es la tercera persona del singular, presente de indicativo, del verbo ‘poetizar’ (“hacer o componer versos u obras poéticas”), cuya desinencia ‘-izar’, añadida a la raíz de ‘poeta’, denota la acción derivada de este sustantivo. Ahora bien, si a la misma raíz se le agrega la terminación ‘-isa’, se forma el femenino de dicho sustantivo, a saber, ‘poetisa’. El redactor de Revista, de LA PATRIA, confundió el verbo con el sustantivo y escribió de esta manera: “Poetiza busca alcaldía”; “Por el sector del conservatismo yepista aspira a la Alcaldía de Pácora la poetiza María del Carmen Martínez” (VIII-3-11). ‘Poetisa’, ‘sacerdotisa’ y ‘profetisa’ son los femeninos respectivos de ‘poeta’, ‘sacerdote’ y ‘profeta’. A muchas mujeres, de las que hacen versos -buenos, regulares  o malos-, no les gusta que les digan ‘poetisas’ sino ‘poetas’. Allá ellas, que con su pan se lo coman. La desinencia ‘-isa’ es una variación eufónica de la original ‘-esa’, como en ‘alcaldesa’,  ‘baronesa’, ‘duquesa’, etc., aceptadas por las mismas que desprecian el nombre ‘poetisa’. “Por los gustos se vende el calamaco”, dicen. ***

Enseña la Academia de la Lengua: “Los apodos y alias son denominaciones de carácter descriptivo basadas en algún rasgo o condición de la persona a la que nombran, que se utilizan acompañando a su nombre propio o en sustitución de este. Se escriben siempre con mayúscula inicial y habitualmente precedidos de artículo” (“Ortografía de la lengua española”, cap. IV, 4.2.4.1.2). Según esta disposición, el siguiente titular no es castizo: “Condenado alias “Pedro bonito” por desaparición…” (Portal electrónico de la revista Eje XXI, VIII-2-11). “Pedro Bonito”, como “Gordo Lindo”, aunque ni el primero sea ‘bonito’; ni el segundo, ‘lindo’. Sólo para que sepa, don Evelio.