28 de marzo de 2024

Los derechos de las rameras

16 de julio de 2011

El Parque Centenario, según ellas, desde hace muchos años es el sitio para el rebusque no sólo de las hetairas, sino de los gays. Aseguran que aunque se diga que el cierre será corto, conociendo cómo aquí las obras se eternizan, suponen que estarán por muchos meses sin su lugar de rebusque y exigen una indemnización aparentemente elevada.

Cuando existía la zona de tolerancia, las “mujeres de la vida” debían tener una patente, por eso les llamaban “patentadas”. Pagaban un impuesto y debían someterse a exámenes médicos. Las “pringadas” no podían ejercer. Pero siempre hubo cientos de rebusconas sin patentes ni se sometían a los exámenes sanitarios. Las llamaban “mamasantas”.

Pero con licencia o sin ella, siempre se ha dicho que la prostitución es la profesión más vieja del mundo. En civilizaciones antiguas, donde se aplicaban las leyes más severas para regular las buenas costumbres de las esposas, mediante las cuales se castigaba la infidelidad conyugal con pena de muerte, siempre había espacio para las prostitutas.

El código de Hammurabi (rey babilonio del siglo XVIII a.C.), en su artículo 129 establece: Si se sorprende a la esposa de un hombre acostada con otro hombre, se atará a los dos adúlteros y se les echará al río. El marido tiene derecho a perdonar a la mujer y el rey puede también salvar al hombre.

El libro de Génesis, capítulo 38, cuenta que de la unión de Judá y una cananea, nacieron: Er, Onán y Sela. Er se casa con Tamar, pero él muere. Según la ley del levirato el segundo hermano, Onán, debe tomar a la viuda para dar descendientes a su hermano fallecido. Pero Onán, sabedor de que la descendencia será de su hermano y no suya, vertía en tierra. Murió también Onán. El tercer hermano, Sela, estaba aún muy joven por lo que Judá dijo a Tamar: vete a casa de tu padre, hasta que crezca Sela. Pasados los días, murió la esposa de Judá. Consolado de esa pérdida Judá se dirigió a Timnat a trasquilar sus ovejas. Enterada Tamar de que su suegro viudo se dirigía a Timnat, se quitó la ropa de viuda, se puso un velo y se arrebozó. Judá la tomó por ramera y le propuso: “Déjame ahora llegarme a ti, y ella le respondió: ¿Qué me darás? Él le prometió un cabrito y, mientras tanto, a modo de prenda, le dejó su sello, su cordón y su báculo. Ella concibió de su suegro. Judá envió el cabrito a la ramera con un amigo, pero nadie dio cuenta de ella.

Pasados unos meses dijeron a Judá que su nuera había fornicado y que estaba embarazada. Él ordenó que la quemaran. Fue entonces cuando Tamar dijo: El dueño de estas prendas (sello, cordón y báculo) es el padre de mi hijo.

De manera que la mujer viuda que había fornicado merecía ser quemada, pero la ramera que ejercía su oficio, no solamente era aceptada, sino que recibía la paga por sus servicios.El Universal, Cartagena.