29 de marzo de 2024

La indigencia pulula en las calles de Armenia

12 de julio de 2011
12 de julio de 2011

Son varios los comentarios del común que señalan que a la capital quindiana llegan los indigentes de otras ciudades. Sin embargo, las autoridades no hacen una denuncia formal, permitiendo que la situación se incremente cada día más.

La ciudadanía sufre constantemente los abusos de estas personas que aprovechan su condición para recaudar en limosna cifras en promedio de $30 mil pesos diarios libres de impuestos, dependiendo del día, la lástima que generen y la intimidación, pues cuando sus historias, aspectos y olor no les funcionan, estas personas amenazan o insultan para alcanzar su objetivo de arrebatar una moneda.

En el centro existe una constante de habitantes de la calle donde en un día normal pueden pasar de tres a cinco indigentes cada 30 minutos y cada uno con una historia diferente, según observó La Crónica del Quindío, en un día entre semana.
Lo anterior, sin contar los relatos de aquellos que han optado por mendigar en las rutas de buses urbanos o de los que tienen puesto fijo en algún semáforo o esquina de Armenia.

Es tal el fenómeno que los armenitas al momento de compartir un tinto o una cena en algún establecimiento que posea vista a la calle o cerca de esta, optan por ubicarse en el rincón más escondido del lugar, para así evitar la incomodidad que causa la insistente presencia de la mendicidad.

Ejemplo de ello, son las molestias que padecen quienes se sientan en los negocios adecuados sobre La Calle Real, los que están al aire libre, debido a la reiterada presencia de personas que comienzan su retahíla con la frase: “Mono, no vengo a pedir plata sólo que me den un pan… pues prefiero pedir que robar…”.

Para ellos, Armenia es un paraíso

En consecuencia, Armenia se ha convertido en el ‘paraíso’ de estas personas que viven de la caridad de la gente.
La Crónica del Quindío en diálogo con un habitante de la calle le preguntó el por qué llegan a este municipio, a lo que respondió que lo que ocurre es que acá los tratan muy bien. “Nosotros por lo regular nos levantamos a las 9:00 ó 10:00 a.m. y salimos a las calles. En las cafeterías la gente nos da un pan o cualquier cosa y se libra el desayuno. Luego uno va pidiendo hasta que se levanta lo de la ‘traba’. Por la tarde uno come cualquier cosa que las personas nos dan y por la noche uno espera los que llegan a repartir colada con pan y nos vamos a dormir llenitos”.

Resaltó que algunos cuando no quieren dormir en la calle o se quieren bañar pagan una pieza de 3 mil pesos, pero que eso casi nunca ocurre, “pues primero es lo de la ‘trabita’ y si uno se quiere bañar baja al río”.

Es por ello, que algunos ciudadanos argumentan que aquellas organizaciones que tienen estructurada la entrega de aguapanela o la colada con pan, con el objetivo de brindar un bocado de comida a sus semejantes que pasan por tan infortunada situación, en ocasiones promocionan este fenómeno, al igual que los de ‘buen corazón’ que dan la ‘liguita’ o la ‘monedita’.

De ahí la necesidad de que la ciudadanía tome conciencia sobre que dar limosna es crear más miseria, como lo han dicho tantas veces desde la alcaldía de Armenia, la Policía Quindío y otras entidades. Esto es una situación que merece de la atención de todos los habitantes del municipio y que si quieren una ciudad con menos indigentes deben contribuir no dando, y mejor direccionando esas ayudas y solidaridad a los hogares infantiles, ancianatos, hogares de paso, entre otros, que son organismos que poseen procesos y tratamientos estructurados para ayudar de manera integral a estas personas.

Asimismo, es necesario que la administración le ponga orden al hecho de que la gente reparta comida en las noches a esta población, pues lo único que hacen es incentivar la llegada de esta a la ciudad.

Sobre las historias

Varias son las historias que utilizan los mendigos para tocar el corazón del ciudadano, por ello se inventan relatos entre los que predominan que han sido víctimas del desplazamiento o de algún robo y que están reuniendo dinero para retornar a sus pueblos.

Igualmente, enferman, encarcelan o entierran a algún familiar querido con tal de recibir la ‘monedita’.
Otros ya han acudido a una ‘falsa sinceridad’ y dicen que están en tratamiento contra la drogadicción, que tienen sida u otra enfermedad infectocontagiosa, con lo que a la vez intimidan a la ciudadanía.

Además actúan con falsas discapacidades, particularmente ceguera o invalidez.
De otro lado, están los indígenas que aprovechan su condición y a sus pequeños hijos para despertar la solidaridad.

Por: Gustavo Adolfo Andrade Patarroyo