28 de marzo de 2024

Esclavitud-esclavismo, sororal, pan, concordancia

29 de julio de 2011
29 de julio de 2011


efraim osorio

por  Efraim Osorio López
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Podemos, entonces, crear palabras, pero, eso sí, usando apropiadamente los ‘afijos’, por coherencia y uniformidad.

Los ‘afijos’ son partículas que van unidas a la raíz de las palabras para darles un significado peculiar, o para añadirles un matiz gramatical o semántico. Son ellos los ‘prefijos’ (repensar), los ‘infijos’ (humareda) y los ‘sufijos’ (esclavitud). Los primeros van al principio de la palabra; los segundos, en su interior; y los terceros, al final. Esta introducción, para hablar de la palabra ‘esclavismo’, empleada por  la columnista de El Tiempo, Laura Gil, en su artículo, “Trabajadoras domésticas”, del 30 de junio del presente año: “Se calcula en 300.000 su número (de niños que en Haití trabajan en quehaceres domésticos), y, para las Naciones Unidas constituye la versión moderna del esclavismo”. Según el contexto, la periodista se refería propiamente a la ‘esclavitud’, vocablo cuyo sufijo ‘-itud’ le confiere el significado de ‘estado’ (“estado mismo de esclavo”). En cambio, el sufijo ‘-ismo’ le da a la palabra a la cual se une otros sentidos, como los de ‘doctrina, sistema, disposición, estado de ánimo’. De aquí que la definición de ‘esclavismo’, vocablo bien formado, pero aún no  asentado en El Diccionario, podría expresarse de este modo: “Sistema o doctrina que propone la esclavitud como régimen social”, que no es lo pretendido por la señora Gil, sino la “sujeción excesiva por la cual se ve sometida una persona a otra, o a un trabajo u obligación”, que es la ‘esclavitud’ propiamente dicha. Podemos, entonces, crear palabras, pero, eso sí, usando apropiadamente los ‘afijos’, por coherencia y uniformidad. ***

Los paisanos de Plauto y Tácito les decían ‘soror’ a sus hermanas. En la Iglesia Católica, particularmente en las comunidades religiosas de mujeres, se conservó la palabra, generalmente apocopada, para llamar a sus miembros, por ejemplo, sor Rita. Del vocablo latino se formó el adjetivo ‘sororal’ (“perteneciente o relativo a la hermana”), que El Diccionario acogió apenas en su edición de 1984; que el de María Moliner califica de poco usado; y que fue empleado chabacanamente por Consuelo Vélez C. en la revista “Iglesia sin fronteras” del mes de julio de 2011: “La Iglesia Católica será más apta para anunciar el Evangelio si se muestra más servidora, más fraterna y más sororal” (“La nueva evangelización y el testimonio eclesial”). La única explicación que puedo darle a tamaño adefesio es la influencia malsana del ‘lenguaje incluyente’, que tanto daño le ha causado a nuestro idioma. Porque, si en la expresión ‘amor fraternal’ (o ‘fraterno’, de hermanos) no están incluidas las mujeres –como lo han estado hasta hoy en dicha locución-, y si para ello tenemos que añadir ‘amor sororal’, estamos en gravísimos problemas de lenguaje. ¿Es capaz usted, señora, de calcular las consecuencias desastrosas que esta absurda tendencia le traería a la redacción? Son inimaginables, y ya las estamos sintiendo. Y, por desgracia, las seguiremos padeciendo. ***

¿Y quiere usted, señora, saber hasta dónde llega la farragosidad del ‘lenguaje incluyente’? Lea, y, así, quedará satisfecho su deseo: “Allá cualquier niño o niña que sea estudioso o estudiosa puede llegar a ser un excelente neurocirujano o físico” (LA PATRIA, Luis Felipe Gómez Restrepo, VII-10-11). ¿Desea usted, además, saber por qué digo que el susodicho lenguaje es ‘traicionero’? Lea de nuevo la oración del padre Gómez Restrepo, analícela, y verá que su segunda parte excluye a las ‘neurocirujanas’ y a las ‘físicas’. Y estas profesionales no le perdonarán jamás semejante atropello. ***

El 13 de julio, LA PATRIA publicó el artículo “Día de los panaderos”, en el que su autor relata lo siguiente: “Los griegos llamaron Pan al dios campestre y de los pastores, signo de abundancia y cuidado; la palabra nace de la raíz ‘pan’ que significa totalidad…”. Cuenta la mitología que a este dios, libidinoso en extremo; mitad humano, mitad animal; con patas, pelaje  y cuernos como los de las cabras, le pusieron este nombre, porque, cuando fue presentado en el Olimpo, a causa de su fealdad  divirtió a ‘todos’. El neutro del adjetivo griego ‘todo’ es ‘pan’ (`pas’, masculino; ‘pasa’, femenino). Pero este ‘pan’ no tiene relación alguna con el ‘pan nuestro de cada día’ ni con el que hacen los panaderos. La palabra con que se designa esa “porción de masa de harina, por lo común de trigo, y agua que se cuece en un horno y sirve de alimento” viene del latín, ‘panis’, de origen oscuro, si hemos de creerle a Agustín Blánquez Fraile, autor de un muy completo diccionario latino. Y aquí, padre, cae de perlas o como anillo al dedo el dicho “pan por pan, vino por vino”. ***

Del editorialista de nuestro periódico: “Algunos de los enemigos de la Carta Política de 1991 son reaccionarios que prefieren una nación mucho más cerrada y atados a la nostalgia del pasado” (VII-6-11). Rafael Antonio Zuluaga Villegas, abogado y periodista, notó la falta de concordancia en esta oración, y escribe: “Hubiera quedado mejor así: ‘…nación mucho más cerrada y atada a la nostalgia del pasado…’ O, tal vez, quiso decir: ‘Algunos de los enemigos de la Carta Política de 1991, reaccionarios y atados a la nostalgia del pasado, prefieren una nación mucho más cerrada’ ”. Por supuesto, don Rafael, así está mejor, mucho mejor.