8 de diciembre de 2024

El «guachecito» de Mockus

17 de junio de 2011
17 de junio de 2011

Ese “guachecito” fue precisamente el que afloró en la humanidad del doctor Carlos Gaviria cuando, después de haberle apostado a una consulta en donde su contrincante era el doctor Gustavo Petro, se negó a aceptar que había sido derrotado y no quiso acompañar a su rival en la campaña para la presidencia de la República.
Creo que el anterior es un buen ejemplo para mostrar cuál es la diferencia entre un partido político y una secta religiosa. En esta última existen por lo regular unos libros sagrados que sólo es posible interpretar por medio de unos “iluminados” que se pueden llamar “líderes”, como en el caso de Libia, o “Imanes” para algunas sectas musulmanas” o “Sumos Pontífices” para el caso de la Iglesia Católica. En el caso una secta religiosa no es posible la discusión en la medida que el fundamento, la esencia, de su ser, es la fe. Tremendo problema el que se presentaría cuando alguien intente explicar cómo es posible que existan tres dioses distintos y uno sólo verdadero. Eso, para la razón, hasta ahora es imposible de explicar. Aquí el único camino es “creer porque Dios nos lo ha revelado”.
En el caso de la política, no existe ninguna verdad revelada, no existen seres sobrenaturales que hayan recibido iluminación para que sean los encargados de dirigir sin discutir, ordenar sin dar explicaciones y tampoco, ignorar la opinión de los demás. Porque en política, en la medida que no existen verdades reveladas e inamovibles, la percepción de la realidad es el resultado de un constructo en donde intervienen muchos factores, entre otros, los intereses del sujeto y como es lógico, los valores construidos por el colectivo en el cual se ha movido el sujeto. Decir pues que existe una verdad objetiva refiriéndose por ejemplo, al actuar humano, eso está por demostrar. De allí que se hace necesario que los distintos sujetos expresen, pongan sobre la mesa sus distintas percepciones y se lleguen a acuerdos en lo que tiene que ver con el actuar político, en este caso. Para decir que en la política, lo que juega no es la fe, la iluminación, sino la democracia. Y en ese juego democrático, dentro del Partido Verde, el doctor Mockus no salió bien librado en su intento por imponer condiciones al candidato de dicho partido a la Alcaldía de Bogotá.
Y lo del “guachecito”, tiene que ver, como lo recordaba la senadora Gilma Jiménez, con la intención que mostró el doctor Mockus, primero, el de lanzar a su esposa como candidata a la Alcaldía por el Partido Verde y luego, insinuar que él estaba dispuesto a presentarse como pre-candidato para la misma alcaldía. Todo ello, cuando existía un acuerdo previo en el cual quien ganara la consulta para ser candidato a la presidencia, se abstendría de presentarse como precandidato para la alcaldía de Bogotá.
Ahí tenemos de cuerpo entero dibujado el perfil del ser humano: por un lado hacer gala de “iluminación”, inflexibilidad, coherencia y por otro, dar rienda suelta a ambiciones de tipo personal.
En todo caso es una verdadera lástima que el doctor Mockus abandone al Partido Verde, pero como les decía a algunos amigos, el Partido Verde existía antes de haber llegado el doctor Mockus y espero que siga viviendo sin su presencia. En política nadie es necesario, todo es susceptible de reemplazar. O si no, miren cómo la “U” ha dado un giro en “U” para encontrar a “Santos”.