27 de abril de 2025

¿Hasta cuándo aguantará Venezuela?

22 de marzo de 2011
22 de marzo de 2011

Porque eso de que se aprobara una nueva Ley Habilitante, la tercera en lo que va corrido de su mandato, es una forma maquiavélica de impedir que la oposición cuestione las actuaciones dictatoriales del presidente Hugo Chávez. Al quedar el gobierno bolivariano con una mayoría relativa en la Asamblea Nacional, tendría que concertar con los diputados opositores las leyes que presente a su estudio.

Hugo Chávez es un hombre astuto políticamente. Su discurso en la instalación del nuevo periodo de sesiones de la Asamblea Nacional hizo pensar a la opinión pública que le iba a tender una mano a la oposición para lograr el entendimiento político. Cuando dijo que estaba dispuesto a devolver, en corto tiempo, los poderes que le otorgaba la Ley Habilitante, despertó entre los analistas de su país una ligera esperanza. Pero cuando se dio cuenta de que la oposición quería exigirle que no aprovechara esos poderes, se echó para atrás. Y notificó a los venezolanos sobre su intención de disponer de ellos durante los 18 meses que, generosamente, sin él pedirlo, le aprobó la anterior Asamblea Nacional. La propuesta del gobierno fue de 12 meses.

¿Hasta cuándo aguantará Venezuela un gobierno despótico como el de Hugo Chávez? Ya el mandatario notificó a sus seguidores que en las próximas elecciones presidenciales su nombre estará en la contienda electoral. Y, lo más seguro, es que obtenga las mayorías en los comicios a realizarse el próximo año. Es decir, la oposición no tendrá posibilidades de obtener el triunfo. Sobre todo porque todavía no se ve en el panorama político venezolano un líder que aglutine el descontento de la gente con un gobierno que está destruyendo su economía. Así las cosas, es muy posible que pueda arrasar en los comicios. Sobre todo porque cualquier candidato opositor no cuenta con garantías para realizar libremente su campaña.

El presidente venezolano ya demostró que es capaz de hacer cualquier cosa para impedir que la oposición gane las elecciones. Cuando su partido perdió la Alcaldía de Caracas, no tuvo ningún inconveniente en quitarle los poderes administrativos al mandatario electo. Y creó la figura de un Administrador Especial para la gran urbe con el simple ánimo de tomar revancha. Despojó hasta de su sede al alcalde elegido democráticamente. Y llegó al colmo de condicionar el giro de recursos del Estado a las regiones donde sus candidatos no obtuvieron la mayoría. Pero el hecho que rebozó la copa fue la reforma a la Ley Electoral. Chávez determinó, en su sapiencia, que en aquellos Estados donde la oposición es mayoría, se  necesitaba de un mayor número de votos para elegir diputados.

En Venezuela no existe la democracia. Aunque el presidente haya sido elegido en las urnas, su mandato está viciado por los excesos que ha cometido para mantenerse en el poder. Perseguir a los opositores, como lo hizo con  el general Raúl Isaías Baduel y con el excandidato presidencial Manuel Rosales, es propio de los regímenes dictatoriales, no de los sistemas democráticos. Un gobierno que coarta la libertad de prensa está atentando contra uno de los derechos de los ciudadanos: mantener informados, libremente, sobre la realidad del país. Chávez no permite las voces discordantes en los medios de comunicación. Y para acallar a sus críticos, cierra emisoras y canales de televisión. Sólo permite las voces que lo ensalzan.

El próximo año se realizan en Venezuela las elecciones presidenciales. La pregunta que la opinión pública latinoamericana se hace es: ¿reelegirán los venezolanos, nuevamente, a Hugo Chávez Frías? Ya quedó demostrado que la popularidad del presidente se está viniendo a pique. En los comicios pasados obtuvo solamente el 48 por ciento de los votos. ¿Logrará consolidar las mayoríasde aquí al año entrante? Lo que muchos temen es que el mandatario puede preparar un fraude electoral para perpetuarse en el poder. Porque el desabastecimiento que se presenta en los supermercados hará pensar a muchos venezolanos en la necesidad de corregir el rumbo. También la inseguridad en las calles. Venezuela no puede convertirse en una segunda Cuba.