Gracias Bolo Club por su acendrado civismo
Mezquina actitud. Todos nos debemos a la ciudad y las cosas son para cuando se necesitan. Si bien es cierto esa es una entidad privada se debe también al cariño que le ha profesado la ciudad que, incluso a través de acciones administrativas, le ha prodigado privilegios.
Los socios del Bolo son personas en su mayoría generosas pero al final en asamblea general fueron derrotados por un grupo de ineptos, que si bien están en su derecho, debía haber primado la solidaridad cívica con la ciudad.
Sesenta de los socios votaron en contra del querer de cuarenta y cinco que quisieron que se hiciera este gesto para con Armenia y cuando decimos Armenia hablamos de todos los que aquí vivimos.
Es tan miope la actitud de estos armenios en duda, que privaron a su
corporación de ser vista por 160 países en todo el mundo a través de los canales de televisión. No hay dinero alguno para pagar esta vitrina.
No todo es plata y esgrimir el argumento de que la Fifa tiene recursos y debe pagar por la cancha es por lo menos no ver más allá de las narices.
Las grandes ciudades del orbe se disputan año tras año la posibilidad de ser sedes de los eventos programados por los directivos ecuménicos del fútbol.
De destacar la posición de muchos de los socios del Bolo, entre los que se cuenta su presidente Efraín Jurado, quien dejó la posición, y que como empresario exitoso tiene una concepción universal de las cosas.
También estuvo en el combate cívico el gerente Carlos Alberto Marín, quien por razones obvias tiene un claro panorama de la importancia del evento al que se le ha negado una migaja. Pero los derrotaron.
Para el futuro hay que ser muy meticulosos en cuanto lo que pretenda la Corporación Bolo Club en materia de reconocimiento social en la ciudad.
De ahora en adelante sería importante que no se acudiera a ninguna actividad programada en esa sede social para hacerles saber que no somos islas y que aun cuando sus inversiones son privadas si deben tener un compromiso social con la ciudad que les acoge y les ha dispensado en más de una ocasión generosas gabelas.
En medio de la incomprensión y las razones punibles de los politiqueros y los corruptos ahora se suma la indiferencia de unos ciudadanos que en actitud reprochable le niegan un pedacito de su patrimonio para relevar la importancia de nuestra ciudad que pide a gritos más solidaridad y menos mezquindad.
Gracias Corporación Bolo Club, ojalá la gramilla les dure para toda la vida y su mentalidad opaca y mísera sirva para sacar adelante esa entidad sumida en la más caótica situación. Ahora nos enteramos los armenios por qué eso anda tan mal, por supuesto que cuando necesiten un salvavidas, cuando les llegue la hora final, no tengan que recurrir a ninguna instancia de la ciudad que tanto desprecian.