27 de marzo de 2024

Una oportunidad para corregir aberraciones y perversidades del actual sistema.

15 de febrero de 2011
15 de febrero de 2011

Dos modalidades –renta vitalicia y retiro programado- establecidas como formas de pensión POR LA ley 100 y cuya aplicación está regulada por decretos y reglamentaciones diversas, introducen al futuro pensionado en un laberinto de confusiones y dilemas jurídicos que finalmente lo condenan a ser víctima del sistema financiero que en definitiva es dueño y señor de los recursos fruto del trabajo de toda una vida del contribuyente.

Un capital ahorrado del orden de los mil millones de pesos, en el modo de Renta Vitalicia, es un gran negocio para las aseguradoras. Estas, las aseguradoras se pueden apropiar de ese capital para tan sólo garantizar al pensionado un ingreso bruto mensual de dos millones trescientos mil pesos aproximadamente, cuando la rentabilidad del ahorro según el histórico de los últimos tres años puede bordear los catorce millones de pesos mensuales. Es decir, los  rendimientos financieros del ahorro pensional pueden otorgar al fondo privado un beneficio del 75%, mientras que quien aportó toda su vida un ahorro fruto de sus trabajo sólo percibirá más o menos el 24%.En una proyección de 15 años, ese capital puede alcanzar un crecimiento mínimo de cuatro veces su valor inicial sin que al final de la existencia del beneficiario se constituya en masa sucesoral pues en el momento de la muerte pasa a ser parte del patrimonio de la aseguradora.

El retiro programado es la modalidad de pensión en la cual el afiliado o los beneficiarios, obtienen su pensión de la sociedad administradora con cargo a su cuenta individual, pero su capital está sometido a la volatilidad del mercado de valores en donde juegan los fondos de pensiones en los niveles de bajo riesgo, riesgo moderado o alto riesgo. Es una especie  de casino o ruleta rusa donde se juegan la vida miles de colombianos que al pasar a retiro se enfrentan a la incertidumbre total mientras los fondos de pensiones elevan maravillosamente sus rentabilidades en términos de miles de millones de pesos.

Sobre esas dos perversidades del sistema, el régimen anterior, aportó para su consolidación una reforma que ya alargó la edad de pensión de 60 a 62 años para hombres y de 55 a 57 para mujeres, usufructuó los ahorros de los colombianos regulando el portafolio de los fondos para forzar inversiones en TES que servían de caja mayor al financiamiento de la guerra y a la corrupción.

La nueva edad de pensión propuesta mediante el instrumento del “mico” por Planeación Nacional y frustrada por la decisión del Presidente Juan Manuel Santos para procurar una discusión abierta, transparente, incluyente de los intereses colectivos, tiene como positivo la apertura de una oportunidad para concertar un nuevo modelo que diseñado integralmente permita corregir aberraciones que solo conducen al enriquecimiento sin límites del poderoso sistema financiero colombiano.
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