Sin proyecto de futuro
Por ejemplo en la nobleza era usual que el mayor o los mayores conservaran o, de ser el caso, repartieran los títulos nobiliarios, y, si estos no alcanzaban, los siguientes miembros de la familia ingresaban al clero o a la carrera militar. Los matrimonios y la escogencia del cónyuge se convertían en un proyecto de vida en la medida que determinaba el futuro en todos sus aspectos (el menor de ellos el sentimental), en la medida que con ellos se definían territorios, relaciones y jerarquías entre familiares, aliados y enemigos, etc., y por eso a ese esquema se sometía y dentro de él se movía toda esa clase social.
A su turno los siervos o los campesinos tenían menos alternativas en la vida y como parte del orden natural se aceptaba que nunca podrían salir de su estado, limitándose su proyecto de vida a buscar por el matrimonio una alianza que mejorara sus condiciones, más por las calidades y lo que aportaba el cónyuge que por las oportunidades que abría.
Desde entonces la evolución ha sido constante hacia la liberación de los constreñimientos sociales y con la aparición de las actividades económicas independientes (el capitalismo) se abrieron nuevas alternativas para las metas o aspiraciones de cada cual. Dependiendo del estrato, cada uno adaptaba su imaginación a esas posibilidades para buscar convertirlas en realidades.
Dentro de un marco bastante convencional en el cual el ciudadano destinaría sus primeros años al estudio básico, pasaría después a la capacitación profesional, a casarse, tener hijos, prosperar económicamente y socialmente, y retirarse con una vejez cómoda garantizada, el joven podía visualizar y proponerse un camino como ‘proyecto de vida’ que desearía realizar.
Por supuesto las oportunidades no eran iguales para todos, pero el principio mismo de tener proyectos, aspiraciones y visión de futuro pasó a ser el lugar común de los diferentes estratos. Para los más pobres el lograr toda la cadena era un proyecto en sí, mientras en la otra punta el cómo usar el tiempo y el dinero se convertían en los objetivos de la vida (p. ej. El caso del Dr. Santos y su propósito de ser Presidente).
Pero con el nuevo mundo y las nuevas relaciones de género, sociales y laborales, y las posibilidades de hacer fortuna y con ella la movilidad social, hoy ni se ve la necesidad ni se dan los elementos de estabilidad en el mundo actual para pensar en ‘proyectos de vida’.
Con la excepción de quienes encuentran un compromiso en las actividades altruistas (de beneficencia, religiosas, Ong, etc.), en las clases alta y media la triste realidad es que en su gran mayoría la juventud o se encuentra perdida o solo tiene como único referente la cantidad de dinero que puede adquirir.
Para la media baja, su proyecto es ‘ganarse la vida’ en el sentido de con ello lograr la supervivencia.
Pero en donde reina la pobreza (el 45% de la población colombiana) se presenta solo la solución de entrar a cualquiera de los grupos armados –insurgencia, bandidismo, paramilitarismo o incluso fuerzas oficiales- a matar o que los maten.
Infortunadamente si no hay quien piense en proyectos o modelos de futuro para sí mismo, menos hay quien piense en un ‘proyecto de país’.El Heraldo.